xx.- Agh, otra profecía

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Mientras abandonaba el Olimpo había logrado esquivar a Atenea, no me tenía muchas ganas de hablar con la madre de mi mejor amiga, claro que no hice lo mismo con la madre de Rocío... Tampoco me dejó, agitaba sus alas como un colibrí y volaba a ras de suelo frente a la salida.

—¡Percy! —se frenó al verme y dejó de volar en el acto—. Sigues siendo mortal.

—Sí, señora.

—Bien, mi hija sabía que lo harías —divagó—. No reaccionó como tú hace un par de inviernos.

Apreté los labios, obvio que ella sabía del incidente con el mosquito imaginario.

—¿Sabes? Atenea dice que serías capaz de destruir el mundo por salvar a alguien —siguió, mirando el pasillo en busca de chismosos.

—Nunca destruiría el mundo donde vive Rocío.

Iris sonrió un poco.

—Atenea te ha concedido el beneficio de la duda, dice que has salvado el mundo y has salvado a la mayoría, bien hecho. Pero yo te daré una advertencia, verás, Helena es especial, no solo para mí, ella... Bueno, es demasiado poder en alguien tan pequeño —sacudió las manos y tomó bastante aire—, alguien con tantos motivos de venganza.

—Rocío no es la diosa Danais —interrumpí—, ella no destruiría el Olimpo.

—No ahora —advirtió más nerviosa—, no hoy. Pero los dioses no vivimos en base a nuestras suposiciones, el comportamiento mortal es volátil. Nadie quiere perder de vista el poder de Danais, ¿entiendes?

—Sí, señora —me resigné.

—También entiendes quién soy, ¿no? —Inclinó la cabeza como si yo fuera un simple cachorrito—. Iris, mensajera de Hera, soy la diosa que llevó a Heracles a la locura —sonrió apenada–, entiendes de lo que soy capaz ¿no?

Asentí.

—Bien. El Olimpo quiere que seas el guardián de Helena, vigila que su poder no sea una amenaza.

Me molestó lo que decía, ¿Rocío una amenaza? ¿La chica que es capaz de recorrer medio continente con tal de que Nico tenga una cajita feliz? ¿La chica que casi se lanzó al vacío detrás de Annabeth?... Ok, era muy posible, pero no lo haría si eso ponía en peligro a su familia.

Por otro lado tampoco me costaba hacerlo, no era como si Rocío tramara planes malévolos mientras yo dormía, los hacía conmigo despierto.

—Sí, señora —murmuré sin mucho que hacer—. Estaré con Rocío —dije el nombre que a ella le gustaba.

Iris me dió un par de golpecitos en la cabeza, como si su cachorro al fin hubiera aprendido el truco que quería.

—Buen chico, Percy.

* * *

Mi novia me esperaba junto al ascensor.

—¿Y esa cara de perro molesto? —preguntó abrazándome por los hombros.

—Es una larga historia.

Descendimos hacia la planta baja, los dos en silencio y abrazados. La música era espantosa: Neil Diamond o algo así. Debería haber incluido ese detalle en mi petición a los dioses: que mejorase un poco la música ambiental.

Cuando llegamos al vestíbulo, me encontré a mi madre y a Paul discutiendo con aquel portero de cabeza rapada, que ya había regresado a su puesto.

—¡Le estoy diciendo —chillaba mamá— que tenemos que subir! Mi hijo... —Entonces me vio y abrió mucho los ojos—. ¡Percy!

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