i.- El chico que babea mientras duerme

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Todo comenzó con una pequeña mestiza de 6 años corriendo por una calle de San Francisco, siendo perseguida por un monstruo. Pero nuestra historia inicia cinco años después de que Helena Rocío Glykó descubriera que era una semidiosa.

El clima no había estado del todo normal. Se habían sufrido brutales tormentas de nieve, inundaciones e incendios provocados por rayos. A ningún semidios le habría sorprendido ver por las noticias un reportaje de un huracán. Otra pelea de Poseidón y Zeus.

Pero esa noche era peor. Una gran tormenta había azotado a Long Island con todo lo que podía.

Recostada en una alta rama se encontraba Rocío sin poder dormir. Tenía la miraba fija en la colina mestiza, más específicamente, en el pino que algún día fue la chica que considero su ejemplo a seguir. Sentía que algo iba a aparecer por esa zona, pero no sabía el que. Debía seguir esperando hasta que apareciera algo o Zeus cobrara venganza por todos los insultos que le había dedicado y un rayo la golpeara.

Con la vista aun en el árbol, un grito la alerto, y venia de esa dirección.

Sin saber que la motivo, salto de la rama y rodó por la tierra antes de empezar a correr hacia la colina, intentaba ser lo más discreta posible, si la descubrían cerca de los limites la castigarían hasta los veintiún años o hasta que el día en el que Ares ame la paz.

«Nunca te acerques al límite del campamento si no estoy junto a ti» las palabras de Quirón resonaron en su cabeza, pero había otra vocecita que le decía «Sigue corriendo, casi lo alcanzas, estas muy cerca».

Por fin había llegado a los pies de la colina. Por ella venia bajando un chico sollozando mientras arrastraba a alguien. La castaña estaba por acercarse cuando escucho un ruido proveniente de la casa grande, y tuvo que esconderse

—Él es —dijo Annie—. Debe ser él.

«¿El que? ¿Quién es él?»

—Silencio, Annabeth —ordeno Quirón—. Todavía está consciente. Tráelo dentro.

Pronto la rubia entro los dos cuerpos. Quirón miro a ambos lados antes de cerrar la puerta dejando a Rocío con la duda de quienes eran.


* * *


—Buenos días a ti también, Rocío —comento con un tono sarcástico la chica mientras se arreglaba la ropa—. ¿Dónde están tus modales?

—En Hogwarts junto al cadáver del basilisco... ¡No tengo tiempo para esto, Lani!

Melania Lynn Collins era la una de las bellas hijas de Afrodita. Como los demás semidioses de la cabaña 10, no tenía un gran físico atlético. Su piel, sin imperfecciones, era tostada. Su cabello era castaño con rulos y bastante largo, siempre lo llevaba suelto y algo desordenado. Algo que le gustaba mucho a Rocío de la chica, eran sus cariñosos ojos cafés.

Por otra parte... Helena Rocío Glykó, era una semidiosa normal con piel color melocotón, pero ligeramente bronceada. Un cuerpo delgado y no tan atlético. Su cabello castaño chocolate siempre estaba atado en una trenza que le llegaba hasta la mitad de la espalda. Pero algo que siempre llamaba la atención de otros, eran sus ojos, hermosos y brillantes ojos color violeta, característica heredada de su madre, un color exótico en los ojos.

—Vale, ¿qué era tan importante para que me sacaras a arrastras de mi cabaña?

—¿Eh? ¡Ah, cierto! ¿quieres una investigación?

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