xv.- Adiós Silena

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La cabaña de Hefesto se había quedado sin fuego griego. La de Apolo y las cazadoras andaban por ahí mendigando flechas. La mayoría habían ingerido tanto néctar y ambrosía que no se atrevían a tomar más.

Sólo quedaban en condiciones de combatir dieciséis campistas, quince cazadoras y media docena de sátiros, lo que no era realmente un ejercito impresionante. Los demás se habían refugiado en el Olimpo. Los Ponis Juerguistas intentaban mantenerse en formación, pero no paraban de dar tumbos y soltar risitas, y todos apestaban a cerveza de raíces. Los de Texas les daban cabezazos a los de Colorado. Y la sección de Missouri se había enzarzado en una discusión con la de Illinois. Había bastantes posibilidades de que acabaran peleándose entre ellos, en lugar de hacer frente al enemigo.

Quirón se les acercó a Percy y a Rocío al trote con Rachel sobre su lomo.

—Tu amiga tiene intuiciones muy útiles, Percy —dijo.

Rachel se sonrojó.

—Sólo son cosas que he visto en mi cabeza.

—Un drakon —dijo Quirón—. Un drakon lidio, para ser exactos. El tipo más antiguo y peligroso.

Rocío dejó de prestar atención, vigilando de reojo al resto de campistas que estaban aún en pie.

—¿Cómo lo has sabido?

—Ni idea. Pero ese drakon tiene un destino especial. Morirá a manos de un hijo de Ares.

Annabeth se cruzó de brazos.

—¿Cómo es posible que sepas algo así? —preguntó.

—Lo he visto, simplemente. No sé cómo explicarlo.

—Ojalá te equivoques —declaró Rocío, algo que Rachel se encogiera en su lugar—. No tenemos hijos de Ares en las filas.

«Tu eres mi hija», re sonó la voz del dios en mi cabeza.

«Legalmente soy de Iris», pensé.

Percy soltó una maldición en griego.

—¿Qué pasa? —preguntó Annabeth.

—El espía. Cronos ha dicho: «Sabemos que no pueden derrotar a ese drakon». El espía los ha mantenido informados. Cronos se ha enterado de que la cabaña de Ares no está aquí. Ha escogido adrede un monstruo que no podemos matar.

Thalia frunció el entrecejo.

—Como agarre a tu espía, te aseguro que se va a arrepentir. A lo mejor podríamos enviar otro mensaje al campamento...

—Ya lo he hecho —dijo Quirón—. Blackjack está en camino. Pero si Silena no ha logrado convencer a Clarisse, dudo mucho que Blackjack...

Un rugido sacudió el suelo. Sonaba muy, muy cerca.

—Rachel —dijo Percy—, entra en el edificio.

—Quiero quedarme.

—Te metes al edificio, ahora —ordenó Rocío.

Una sombra tapó el sol. Al otro lado de la calle, el drakon se deslizó por la fachada de un rascacielos. Soltó un rugido y un millar de ventanas se hicieron añicos.

—Tienes razón —dijo Rachel con una vocecita estrangulada—, esperaré dentro.

* * *

Pequeña clase de mitología.

Los drakon son varios milenios más antiguos que los dragones y mucho más grandes. Tienen el aspecto de una serpiente gigante. La mayoría carecen de alas y no arrojan fuego por la boca (algunos sí). Todos son venenosos. Poseen una fuerza inmensa y sus escamas son más duras que el titanio. Sus ojos pueden dejarte paralizado; no con una parálisis estilo Medusa, del tipo te-convertiré-en- una-estatua-de-piedra, sino con una parálisis en plan ay-dioses-esa-serpiente- espantosa-va-a-devorarme, que es prácticamente igual de nefasta.

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