iii.- El accidente en el baño de chicas

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—¿Te molesta si los acompaño? —dijo Annabeth apareciendo junto a su amiga ella negó—. Jackson, tienes que esforzarte más

—¿Qué?

Puso los ojos en blanco y murmuró entre dientes:

—¿Cómo pude creer que eras el elegido?

—¡Ya sé! —agrego Rocío—. Ni siquiera tiene una cicatriz en la frente

—Pero ¿qué les pasa? —había sonado molesto, algo que Helena no paso por alto—. Lo único que sé es que he matado a un tío toro...

—¡No hables así! —regaño Annabeth—. ¿Sabes cuántos chicos en este campamento desearían haber gozado de la oportunidad que tú tuviste?

—¿De qué me mataran?

—¡De luchar contra el Minotauro! ¿Para qué crees que entrenamos?

—Para sobrevivir —respondió con obviedad la castaña

—Miran, si la cosa con que me enfrenté era realmente el Minotauro, el mismo del mito...

—Pues claro que lo era.

—Pero sólo ha habido uno, ¿verdad?

—Sí —respondió Annabeth

—Y murió hace un montón de años, ¿no? Se lo cargó Teseo en el laberinto. Así que...

—Los monstruos no mueren, Percy. Pueden matarse, pero no mueren.

—Vaya, gracias. Eso lo aclara todo.

—No tienen alma, como tú o como yo. Puedes deshacerte de ellos, pero son fuerzas primarias. Quirón los llama «arquetipos». Al final siempre vuelven a reconstruirse. Algunos tardan más que otros en volver... con suerte, te puedes lograr deshacer de ellos toda una vida —explico Rocío

—¿Quieres decir que, si matase a uno, accidentalmente, con una espada...?

«¿Accidentalmente?» se preguntó Rocío con burla

—Esa Furia sigue ahí fuera. Lo único que has hecho es cabrearla mucho

—¿Cómo sabes de la señora Dodds?

—Hablas en sueños.

—¿Una furia? Son las torturadoras de Hades ¿no? ¿creía que Grover la había llamado benévola?

Annabeth miró nerviosa al suelo, como si temiese que se abriera y la tragara

—Los nombres son poderosos, por eso las llamamos «benévolas» —agrego Annabeth mirando a la castaña

—Oye, ¿hay algo que podamos decir sin que se ponga a tronar? ¿Por qué tú las llamas por su nombre?

—Porque si le mencionas "Hades" a algún otro campista seguramente se pondrán nerviosos —miro de reojo a Annabeth—, en cambio a mí no me interesa ni me asusta —respondió Rocío dando por finalizado ese tema

—¿Y por qué tengo que meterme en la cabaña once? ¿Por qué están todos tan apiñados? Está lleno de literas vacías en los otros sitios —Percy señalo las primeras cabañas. Rocío empezaba a hartarse de tantas preguntas. Annabeth palideció

—No se elige la cabaña, Percy. Depende de quiénes son tus padres. O... tu progenitor

—Mi madre es Sally Jackson —respondió—. Trabaja en la tienda de caramelos de la estación Grand Central. Bueno, trabajaba.

Lamento lo de tu madre, pero no hablo de ella. Estoy hablando de, en tu caso, tu padre.

—Está muerto. No lo conocí

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