v.- Un gato gigante suelto en el museo

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Si algo había aprendido muy bien en la cabaña 11 era espiar personas, y eso incluye escuchar detrás de las puertas, pero Rocío se había olvidado de eso y abrió la puerta sin importarle quienes estuvieran dentro.

—Una fractura, hombro dislocado, y sigo sin saber si Sherman está inconsciente o muerto porque no le encuentro pulso y está respirando —dijo la menor entrando a la sala de juegos luego de haber estado en enfermería—. ¿Me quieres para algo más, Quirón?

—No, ve a descansar y trata de... ya sabes

—¿No hacer levitar armas? Hago lo que puedo con poca experiencia

—Rocío —dijo Zoë con una pequeña sonrisa—. ¿Vendrías conmigo, Bianca y Febe en una misión?

—¿Ah?

—¿Estás loca? ¡Es una niña! Se queda aquí

—Puede tomar decisiones por su cuenta

—¡No puede ir! —exclamo esta vez Percy, sorprendiendo a Rocío—. Ella no puede ir a la misión.

—Iré a esa misión con ustedes —dijo Rocío

—Princesita, piénsalo, no puedes ir.

—No necesito pedir permiso, gracias ¿Alguien más que se quiera quejar?... Travis, baja la mano.

—¿Quién más del campamento? —preguntó Quirón desviando el tema

—¡Yo! —Grover se puso en pie tan bruscamente que chocó con la mesa. Se sacudió del regazo las migas de las galletas y los restos de las pelotas de ping pong—. ¡Estoy dispuesto a todo con tal de ayudar a Annabeth!

Zoë arrugó la nariz.

—Creo que no, sátiro. Tú ni siquiera eres un mestizo.

—Pero es un campista —terció Rocío—. Posee el instinto de un sátiro y también la magia de los bosques. Sabe tocar una canción de rastreo

—¡Por supuesto!

Zoë vaciló.

—Muy bien —dijo Zoë—. ¿Y el tercer campista?

—Iré yo —Thalia se levantó y miró alrededor, como desafiando cualquier objeción por anticipado—. Si te llevas a mi pulga, me tendrás que aguantar.

—Eh, eh, alto ahí —dijo Percy—. Yo también quiero ir

Thalia permaneció en silencio. Quirón seguía estudiándolo con ojos tristes.

—¡Oh! —exclamó Grover, advirtiendo de pronto el problema—. ¡Claro! Se me había olvidado. Percy tiene que ir. Yo no pretendía... Me quedaré aquí. Percy irá en mi lugar.

—No puede —refunfuñó Zoë—. Es un chico. No voy a permitir que mis cazadoras viajen con un chico.

—Has viajado hasta aquí conmigo —le recordó.

—Eso fue una situación de emergencia, por un corto trayecto y siguiendo instrucciones de la diosa. Pero no voy a cruzar el país desafiando multitud de peligros en compañía de un chico.

—¿Y Grover? —preguntó Ella meneó la cabeza.

—Él no cuenta. Es un sátiro. No es un chico, técnicamente.

—¡Eh, eh! —protestó Grover.

—Tengo que ir —insistió—. Debo participar en esta búsqueda.

—¿Por qué? —replicó Zoë—. ¿Por vuestra estimada Annabeth?

Percy se ruborizo con la mirada de todos sobre él.

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