v.- Captura la bandera al estilo Jackson

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Al fin había llegado la noche. Después de la cena se armó más ajetreo de lo normal. Por fin era momento del juego.

Cuando retiraron los platos, la caracola sonó y todos se pusieron en pie. Los campistas gritaron y vitorearon cuando Annabeth y dos de sus hermanos entraron en el pabellón portando un estandarte de seda. Medía unos tres metros de largo, era de un gris reluciente y tenía pintada una lechuza encima de un olivo. Por el lado contrario del pabellón, Clarisse y sus hermanos entraron con otro estandarte, de tamaño idéntico pero rojo fuego, pintado con una lanza ensangrentada y una cabeza de jabalí.

—¿De qué lado estamos? —pregunto a Percy

Luke lanzó una mirada ladina, como si supiera algo que ignoraban los demás. La cicatriz en su rostro le hacía parecer casi malo a la luz de las antorchas.

—Nos hemos aliado temporalmente con Atenea. Esta noche vamos por la bandera de Ares —respondió Rocío—. Sera divertido

Percy trago saliva. La luz de las antorchas hacía que Rocío se viera más intimidante que de costumbre, más imponente. El pensamiento de estar frente a una diosa, volvió a la mente del pelinegro.

Se anunciaron los equipos. Atenea se había aliado con Apolo y Hermes, las dos cabañas más grandes; a cambio de algunos privilegios: horarios en la ducha y en las tareas, las mejores horas para actividades.

Ares se había aliado con todos los demás: Dioniso, Deméter, Afrodita y Hefesto. Los chicos de Dioniso eran bastante buenos atletas. Los de Deméter poseían grandes habilidades con la naturaleza y las actividades al aire libre, pero no eran muy agresivos. Los hijos e hijas de Afrodita no me preocupaban demasiado; prácticamente evitaban cualquier actividad, miraban sus reflejos en el lago, se peinaban y cotilleaban. Por su parte, los únicos cuatro niños de Hefesto eran grandes y corpulentos debido a su trabajo en la herrería todo el día. Podrían ser un problema. Eso dejaba, por supuesto, a la cabaña de Ares: una docena de los chicos más grandes y agresivos de todo Long Island.

Quirón coceó el mármol del suelo.

—¡Héroes! —anunció—. Conocen las reglas. El arroyo es la frontera. Vale todo el bosque. Se permiten todo tipo de artilugios mágicos. El estandarte debe estar claramente expuesto y no tener más de dos guardias. Los prisioneros pueden ser desarmados, pero no heridos ni amordazados. No se permite matar ni mutilar. Yo haré de árbitro y médico de urgencia. ¡Ármense!

Abrió los brazos y de repente las mesas se cubrieron de equipamiento: cascos, espadas de bronce, lanzas, escudos de piel de buey con protecciones de metal.

—¡Wow! —exclamo Percy—. ¿Enserio vamos a usar todo esto?

—A menos que quieras terminar como un Kebab, si, lo usaras

Rocío había tomado un arco y varias flechas, una daga en el cinturón. Traía rodilleras y coderas, nada más como protección o armas.

—¿Solo iras así? —cuestiono Percy

—Trabajo desde la altura o las sombras. Nadie espera un flechazo desde esos lugares

—Rocío se encarga de salvar el trasero de varios de nuestro lado —aclaro Luke—. No ataca de frente a menos que sea realmente necesario. Ten. Quirón ha pensado que esto te iría bien. Estás en patrulla de frontera

El escudo era del tamaño de un tablero de la NBA, con un enorme caduceo en el medio. La hija de Iris esperaba que no tuviera que correr con eso, no quería cuidarle la espalda al chico

Helena se acercó a Percy y le acomodo ligeramente la armadura.

—Deberás aprender a ponértela bien, ojitos marinos

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