Potter?|| Draco Malfoy |Traducción.

»64«

-No, dudo que estén en esa parte del castillo. -dije, sacudiendo mi cabeza frenéticamente antes de apartar la mano de Goyle del mapa que estaba extendido sobre la gran mesa de madera frente a nosotros.  

Su dedo había aterrizado justo en la entrada más común de la sala de requisitos.  Aunque, obviamente, no se vio en el mapa.  Probablemente fue solo una coincidencia que aterrizara allí, pero no quería arriesgarme.  El resto de los inquisitoriales tenía sus ojos puestos en mí, esperando que les diera una ubicación diferente.  Pensé por un momento, escaneando todo el mapa de los terrenos de Hogwarts.  

-¿Quién dijo que estarían en el castillo, en absoluto?. -Pregunté retóricamente, mi dedo aterrizando en un tramo del mapa que decía bosque prohibido momentos después.  -Apostaría mi oreja izquierda a que se encuentran aquí. Nadie va nunca al bosque prohibido. Es perfecto. -expliqué, con una sonrisa de confianza en mi rostro mientras golpeaba con el dedo el tramo de tierra.  

Miro hacia arriba del mapa, mis ojos se posan en Draco que está frente a mí.  Tenía una sonrisa perezosa en su rostro y negaba levemente con la cabeza;  hasta el punto en que me tomó un tiempo darme cuenta de que lo estaba, en absoluto.  

-¿Qué se supone que debemos hacer al respecto? Como dijiste, se supone que nadie debe entrar allí, estúpida. -gritó Parkinson, con un tono arrogante en su voz mientras me miraba.

-¿Crees que Umbridge estaría contenta si les dejamos continuar, aunque sabemos dónde están, solo porque Pansy Parkinson estaba demasiado asustada para comprobarlo?. -Le pregunté sarcásticamente, con un puchero falso en mi rostro mientras la miraba.  Ella gimió, poniendo los ojos en blanco antes de mirar a Draco.  

-No deberías perder el tiempo. -dijo rápidamente, su voz en un tono exigente mientras miraba alrededor del grupo. -Iremos de dos en dos. -Caminó alrededor de la mesa, colocándose a mi lado mientras esperábamos a que el resto de ellos descubrieran a su pareja.  

Por supuesto, Crabbe y Goyle se encontraron instantáneamente, mientras que Parkinson parecía un poco perdida en el segundo que Draco se alejó de ella.  Pero incluso ella encontró a alguien.  

-Sé lo que estás haciendo. -susurró el rubio en mi oído justo cuando pasamos por la cabaña de Hagrid y el bosque apareció frente a nosotros.  Fue difícil ocultar la sonrisa que se formó en mis labios cuando las palabras salieron de su boca.  

-¿Eh?. -Le pregunté inocentemente, sonriéndole con una mirada confusa en mi rostro.  

Puso los ojos en blanco con una sonrisa, haciéndome romper la farsa cuando no pude evitar que la risa escapara de mi boca.  

-Bueno, ese era el punto de unirse, ¿no?. -Le pregunté, arqueando las cejas y él asintió.  

-Lo fue. -convino Draco, su voz todavía baja cuando nos detuvimos justo en frente de los primeros árboles alineados;  los estudiantes detrás de nosotros haciendo lo mismo. -¿Qué estás esperando? Solo asegúrate de encontrar el camino de regreso aquí, deberías conocer el encanto. -dijo en voz baja, haciéndose a un lado para que pudieran seguir su orden y entrar al bosque;  y lo hicieron sin una palabra más.  

A veces, la autoridad que tenía sobre todos en la escuela me asustaba un poco, especialmente porque definitivamente no era tan duro como todos pensaban.  

-¿Y si me delatan? Fue idea mía, después de todo. -me preocupé en voz alta, mirándolos mientras desaparecían entre los árboles y sus voces se debilitaban.  Frunció el ceño, simplemente negó con la cabeza.  

-No lo harán, créeme. -se rió en voz baja y yo arqueé las cejas.  

-¿Por qué? ¿Les hechizarás si lo hacen?. -Me reí, pero él simplemente se encogió de hombros con una sonrisa en los labios. -No vamos a entrar allí, ¿verdad?. -Pregunté después de otro momento de silencio, y Draco se rió con sarcasmo.  

-Por supuesto que no, tonta. -bromeó, mirándome por un segundo antes de acercar mi cuerpo al suyo. -Estaremos esperando aquí hasta que estemos fuera de servicio. -sonrió, inclinando un poco la cabeza.  

-¿Oh?. -Me reí, mis manos se encontraron detrás de su cuello.  -¿Qué pasó con 'Los niños y las niñas no pueden estar a menos de 20 centímetros entre sí'?. -Me reí con humor, haciendo que volviera a poner los ojos en blanco.  

-No es como si se pudiera hacer cumplir aquí. -murmuró en voz baja antes de vencer a las pocas pulgadas entre nosotros y presionando sus cálidos labios sobre los míos.  

Ya hacía bastante frío afuera, y el repentino calor que irradiaba de nuestros dos cuerpos hizo que se me pusiera la piel de gallina.  Casi se sintió como un deja vu cuando lo noté moviéndonos hacia los árboles detrás de nosotros antes de que pudiera sentir mi espalda presionada contra uno de ellos, sus labios aún sobre los míos.  

-Eso es definitivamente menos de 8 pulgadas. -me reí contra sus labios, formando una pequeña sonrisa en ellos.  

-Sé algo que no lo es. -sonrió una vez que nuestros labios se desconectaron, trayendo cierta distancia entre nosotros antes de darme un guiño sugerente, una risa escapándose de su boca después.  

Inmediatamente rodé mis ojos, golpeando su hombro con una risita que resultó en que nuestra risa resonara más fuerte en las profundidades del bosque.  Para mi sorpresa, el resto del escuadrón inquisitorial en realidad no me delató.  Incluso después de descubrir que era una broma más que cualquier otra cosa, sus bocas permanecieron cerradas y nunca volvieron a hablar de eso.  

Probablemente por miedo a, uno, que Umbridge supiera que se fueron al bosque prohibido solo porque un estudiante les dijo que lo hicieran, y dos, Draco.  Y esta no fue la única forma en que hemos alterado su vigilancia diaria.  Fudge de la fiebre disfrazado de chocolates, Pastillas vomitivas envueltas en caramelos, y todo tipo de inventos de Weasley fueron bastante útiles.  

Sin embargo, Draco tuvo que convencerse mucho para quitarles algo en primer lugar;  valió la pena.  Y a medida que se acercaba la Navidad, me convencí cada vez más de que Umbridge estaba a punto de volverse loca si su precioso escuadrón inquisitorial se equivocaba una vez más.  

Ver caer su rostro lleno de anticipación, y ser reemplazado por uno de rabia y decepción oculta cada vez que Filtch u otros miembros de su escuadrón entran a su oficina marcados por las secuelas de nuestras intrigas una tras otra;  No fue más que alegría.  Todo el tiempo ella no tenía ni idea de que la rubia y yo estábamos detrás de su fracaso.