Capitulo 7

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Desnuda y con su duro cuerpo sobre el mío, intento recuperar el control de mi respiración. Lo ocurrido ha sido ¡fantástico! Le acaricio la cabeza, que reposa sobre mi cuerpo, con mimo y aspiro su perfume. Es varonil y me gusta. Noto su boca sobre mi pecho y eso también me gusta. No quiero moverme. No quiero que ella se mueva. Quiero disfrutar de ese momento un segundo más. Pero entonces, ella rueda hacia el lado derecho de la cama y me mira.

—¿Todo bien, Camz?

Digo que sí con la cabeza. Ella sonríe.

Instantes después veo que se levanta y se marcha de la habitación. Oigo la ducha. Deseo ducharme con ella, pero no me ha invitado. Me siento en la cama sudorosa y veo en mi reloj digital que son las siete y media.

¿Cuánto tiempo hemos estado jugando?

Minutos después aparece desnuda y mojada. ¡Apetecible! Me sorprendo al darme cuenta de que coge los calzoncillos y se los pone.

—Anoche perdisteis el partido de fútbol contra Italia. ¡Lo siento! Os mandaron a casita.

Lauren me mira y añade:

—Sabemos perder, te lo dije. Otra vez será.

Sigue vistiéndose sin inmutarse por lo que le acabo de decir.

—¿Qué haces? —le pregunto.

—Vestirme.

—¿Por qué?

—Tengo un compromiso —responde escuetamente.

¿Un compromiso? ¿Se va y me deja así? Irritada por su falta de tacto, tras lo que ha ocurrido entre nosotros, me pongo la camiseta y las bragas.

—¿Vas a repetir con mi jefa? —le suelto, incapaz de morderme la lengua.

Eso lo sorprende.

¡Ay, Dios! Pero ¿qué he dicho?

Sin mover un solo músculo de su cara se acerca a mí, vestida únicamente con los calzoncillos.

—Sabía que eras curiosa, pero no tanto como para leer las tarjetas que no son para ti —me dice, escrutándome con su mirada.

Eso me avergüenza. Acabo de dejar constancia de que soy una fisgona. Pero sigo mostrándome incapaz de contener mi lengua.

—Lo que tú pienses me da igual —le digo.

—No debería darte igual, pequeña. Soy tu jefa.

Con un descaro increíble, la miro, me encojo de hombros y respondo:

—Pues me lo da, seas mi jefa o no.

Me levanto de la cama y camino hacia la cocina.

Quiero agua, ¡agua! No champán con olor a fresas. Cuando me vuelvo está detrás de mí.

—¿Qué haces que no te vistes y te vas? —le pregunto sin inmutarme y levantando una ceja.

No responde. Sólo me mira, desafiante, con los ojos entornados.

Furiosa la empujo y salgo de la cocina.

Camino de vuelta a mi habitación y siento que viene detrás de mí.

—Vístete y vete de mi casa —le grito, volviéndome hacia ella—. ¡Fuera!

—Camz… —oigo que me dice en voz baja.

—¡Ni Camz, ni leches! Quiero que te vayas de mi casa. Pero, vamos a ver: ¿para qué has venido?

Me mira con un gesto que me impulsa a partirle la cara. Me contengo. Es mi jefa.

Seré Solo Tu YaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora