Segundo Libro Capitulo 29

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Por la mañana, la tonalidad de mi cara es más verde que roja. Me miro en el espejo y me desespero. ¿Cómo puedo tener esta pinta?

Por favor, ¡si parezco Hulk, el monstruo verde!

Vale..., no es que sea una belleza, pero vamos, verme así es terrible, es deprimente. Pobre Lauren. Vaya novia que tiene. Soy igualita a la novia cadáver. Me río. Soy tonta. Cuando regreso a la habitación en la radio suena Satisfaction de los Rolling Stones y canto. Esa canción siempre me recuerda a mis amigos de Jerez. Comienzo a bailar mientras canto a voz en grito. Lauren sube a darme un beso antes de marcharse a trabajar y, sorprendida, me mira desde la puerta, hasta que soy consciente del deprimente espectáculo que le estoy ofreciendo y me paro, aunque mis hombros siguen el ritmo mientras me acerco a ella.

—Me encanta verte así de feliz.

Sonrío. Le doy un beso.

—Esta canción me trae muy buenos recuerdos de mi gente.

—¿De alguien en especial?

Con una maquiavélica sonrisa, asiento. Lauren cambia su gesto y, dándome un azote de lo más sensual, exige con posesión:

—¿De quién?

Divertida por lo que voy a decir, explico:

—De Fernando... —Y cuando su mirada se tensa, prosigo—: De Rocío, Laura, Alberto, Pepi, Loli, Juanito, Almudena, Leire...

Me da otro azote y otro más. Pica, pero me río. Cambia su gesto a otro más divertido y murmura mientras me masajea la nalga enrojecida:

—No juegues con fuego pequeña o te quemarás.

—¡Mmm!, me gusta quemarme. —Y contoneándome, susurro—: ¿Quieres quemarme?

Lauren me retira de su lado y resopla. Lo tiento. Me desea. Después menea la cabeza hacia ambos lados.

—Tú recupérate, que, cuando lo estés, prometo quemarte.

—¡Guau! —grito, y sonríe.

Después me da un beso.

—Que tengas un buen día, cariño.

Dicho esto, se va. Está a cinco metros de mí y ya lo echo en falta. Pero he quedado con Dinah para comer y sé que me lo voy a pasar bien. Asomada a la ventana, veo cómo se aleja su coche y, de pronto, suena el teléfono. Mi hermana.

—¡Hola, Kakiiiiiiiiiii!

—¡Hola, gordita! ¿Cómo estás? —le pregunto riendo mientras me tumbo en la cama para hablar con ella.

—Bien. Cada día más ceporri, pero bien. ¿Y tú que tal, cómo andas?

Su voz suena algo triste, pero yo con el subidón de lo ocurrido segundos antes con Lauren, respondo:

—Pues mira, Sofia, no te asustes. Estoy bien, aunque soy igualita que el increíble Hulk. Anteayer me caí en la nieve. Tengo la cara que parece un cuadro de Picasso y puntos en la barbilla. Con eso, te lo digo todo.

—¡Kakiiiiiiiiii no me asustes!

Al ver que se alarma, añado:

—Pero ¿no ves que estoy tranquilamente hablando contigo? Ha sido un golpecito de nada. No dramatices, que te conozco.

Durante más de una hora hablo con ella. La noto bien, pero hay algo que no sé..., no me deja contenta. Cuando cuelgo el teléfono me visto y bajo al comedor. Simona está pasando el aspirador, y al verme, lo para y pregunta:

—¿Cómo está hoy, señorita?

—Mejor, Simona. ¿Ha comenzado ya «Locura esmeralda»?

La mujer mira el reloj y dice:

Seré Solo Tu YaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora