Capitulo 55

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El lunes, Lauren tiene que viajar a Alemania. Me pide que vaya con ella, pero me niego. En un principio se enfada, pero le hago entender que, por mucho que nos apetezca estar las veinticuatro horas del día juntas, debe comprender que a su sobrino no le haría mucha gracia compartirla conmigo.

El mismo lunes por la noche me llama por teléfono y hablamos más de tres horas. Me cuenta lo muchísimo que me echa de menos y yo le cuento lo aburrida que estoy sin ella.

El martes, cuando salgo de trabajar, decido ir al gimnasio. Desde que Lauren está conmigo, apenas tengo tiempo para ir. Correr en la cinta y hacer una clase de spinning consiguen que me relaje. Cuando termino, estoy completamente sudada. La marcha que mete la profesora de spinning me encanta. Es justo lo que necesito. Entro en el baño, me desnudo y me voy directa a la ducha. ¡Oh, qué gustazo! En cuanto me refresco, me asomo al jacuzzi del gimnasio y, al no ver a nadie, decido meterme unos minutos. Y cuando estoy a punto de hacerlo oigo una voz detrás de mí:

—¿Camila?

Miro a la persona que me llama. Es una mujer que se acerca a mí.

—Hola, ¿no me recuerdas?

La miro. Su cara me suena de algo pero no consigo saber de qué hasta que ella dice:

—Soy Marisa. Marisa de la Rosa. Nos conocimos este verano en Zahara de los Atunes, en una fiesta de los años veinte. Nos presentó Dinah, ¿sabes de lo que hablo?

Rápidamente sé quién es y de lo que habla.

—Oh, sí… ya te recuerdo. Eras de Huelva, ¿verdad?

—Exacto. —Sonríe, mientras se sujeta la toalla al cuerpo—. ¿Qué tal estás?

—Agotada —contesto, señalándome—.Me acabo de machacar con una clase de spinning y me he quedado como nueva.

Marisa sigue sonriendo.

—Yo no puedo con el spinning. Me deja totalmente fuera de combate. ¿Vas al jacuzzi?

—A eso iba.

—Anda, pues genial, te acompaño.

Durante varios minutos, las dos charlamos mientras las burbujas explotan a nuestro alrededor. Estoy alerta. Esa mujer ya me tiró los trastos en la fiesta de Zahara, pero sorprendentemente esta vez no me hace la más mínima insinuación. Tras el jacuzzi, las dos nos duchamos y antes de despedirnos nos pasamos los teléfonos móviles.

El viernes a las doce de la mañana me llega un precioso ramo de rosas rojas a la oficina y, cuando abro la nota adjunta, se me saltan las lágrimas al leer: «Me muero por besarte, morenita».

A las cuatro, cuando regreso de comer, me sorprendo al ver a Lauren hablando con varios jefes. Mi alegría se convierte en júbilo y quiero saltar de felicidad. Ella me ve y, durante unos segundos me observa, para luego darse la vuelta y continuar hablando.

Diez minutos después, recibo un mensaje en mi móvil de ella que dice: «Te espero en mi hotel. Ponte guapa. TQ».

Feliz como una perdiz, a las seis abandono la oficina. Llego a casa, me ducho y me arreglo. Hoy quiero estar guapa para Lauren y me pongo un vestido que me he comprado en color burdeos que estoy segura de que le encantará. A las ocho llego al Villa Magna y, sin preguntar, me dirijo directamente hacia el ascensor. El ascensorista ya está advertido de mi llegada y me lleva hasta la planta en la que se aloja Lauren.

Cuando entro en la suite, me extraña no verla allí. La busco pero sólo encuentro su maletín, con su portátil sobre la cama. Convencida de que no tardará, regreso al salón y pongo música. La música es buena para alegrar el ambiente. Localizo la emisora que suelo poner y en ese momento comienza a sonar September de Earth, Wind and Fire. Me encanta esa canción. Sin dudarlo me quito los zapatos y comienzo a bailar mientras canto:.

Seré Solo Tu YaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora