Cuarto Libro Capitulo 5

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Suena el puñetero despertador, ¡y me quiero morir!

No me gusta nada madrugar, pero madrugo.

Cuando Lauren se levanta y se mete en la ducha, no hablamos sobre lo ocurrido la noche anterior. Hablar de ello significaría discutir de nuevo, y decido cerrar la boca. Para cinco minutos que nos vemos, no quiero enfadarme.

Al bajar a la cocina, Flyn está terminando de desayunar, me acerco a él y, antes de que le dé un beso, él se levanta. Cuando va a salir, lo llamo:

—Flyn.

—¿Qué?

En ese instante, Lauren entra en la cocina y yo digo dirigiendo la vista al chaval:

—¿No me das un beso antes de marcharte al instituto?

El niño... me mira..., me mira y me mira, y finalmente replica:

—Venga ya..., que ya no soy un bebé, mamá.

Y, sin más, da media vuelta y se va. Yo me quedo con cara de tonta contemplando la puerta cuando Lauren se acerca a mí y, mientras me coge por la cintura, murmura:

—¿Te vale un beso mío, corazón?

Asiento, ¡me vale! Claro que me vale, y ¡más si me llama corazón!

Encantada, lo beso y, cuando nuestros labios se separan, Lauren me guiña un ojo y se prepara un café con ese gesto de canalla que tanto me gusta y me enamora. Diez minutos después, se marcha a la oficina. Desde el ventanal de la cocina, veo cómo se aleja en el coche y me preparo para estar todo el día sin ella.

Como cada mañana, tras dar de desayunar a los niños, entramos en mi antiguo cuarto, que es hoy su cuarto de juegos, y jugamos. Pero, pasadas dos horas, ya estoy para el arrastre. Cristina llora más que sonríe, y en ocasiones puede con mi aguante.

¿Por qué tengo una niña tan llorona, con lo poco llorón que fue el pequeño Cameron?

Por suerte, Pipa, la mujer que está interna en casa para que me ayude con los niños, tiene muchísima paciencia, y es ella la que se encarga de la llorona.

Cuando los pequeños se quedan dormidos a media mañana, decido ponerme el bañador y darme un bañito en la piscina cubierta. Ése es uno de los grandes placeres de ser la señora Jauregui.

Me zambullo, nado, descanso, vuelvo a nadar y, cuando me harto, floto en medio de la piscina mientras escucho de fondo la voz de Michael Bublé cantar Cry Me a Rivery sonrío. Siempre que Björn la escucha y está con Lauren y conmigo, nos mira y cuchichea aquello de «nuestra canción».

Mientras floto mirando el techo de la piscina cubierta, recuerdo aquel momento con Björn y Lauren años atrás en la casa del abogado. Cierro los ojos y siento cómo mi vagina se lubrica al rememorar cómo esos dos titanes, uno rubio y uno moreno, me hicieron suya aquel día y yo se lo permití. Estoy pensando en ello cuando oigo la voz de Simona, que me llama. Levanto la cabeza rápidamente y veo que me muestra el teléfono de casa, que lleva en la mano.

—Camila, pregunta por ti la señora Dukwen — dice.

Sin saber de quién me habla, salgo de la piscina, me seco un poco las manos y la cara y cojo el teléfono mientras veo a Simona salir.

—¿Sí? Dígame —respondo.

—¿Camila?

—Sí. Soy yo.

—Hola, soy Ginebra, la amiga de Lauren. Nos conocimos ayer en aquel restaurante, ¿me recuerdas?

¡Joderrrrrrrrr!

Seré Solo Tu YaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora