Cuarto Libro Capitulo 11

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Salir con los niños, y más con cuatro, es siempre una aventura, pienso agotada. Una vez acomodo a los críos en el coche, miro a Pipa y le pregunto:

—¿Vas bien?

La pobre, que es más buena que el pan y tiene pinta de monja, me mira y responde:

—Sí. Gracias, Camila.

Una vez que ve que todos estamos bien, Lauren, mi chicarrona, arranca el motor del coche.

—Mel y Björn ya salen del garaje —digo entonces—. Síguelos.

—¿Vamos al restaurante de Klaus? —Asiento, y mi amor responde tocándome la rodilla—: Entonces, tranquila, pequeña, sé llegar.

Sonrío. Soy feliz y, cuando oigo el primer lamento de mi preciosa pero llorona niña, me vuelvo y comienzo a cantarle eso de «Soy una taza, una tetera, una cuchara, un cucharón»,y la niña se calla. Le encanta que le tararee esa cancioncita, como al pequeño Cameron le gusta que le cante la del tallarín.

He pasado de escuchar a los Aerosmith a cantar canciones a cuál más tonta, pero que a mis hijos les gustan. ¡Para lo que he quedado! Flyn, que podría ayudarme, pasa. Se limita a mirar por la ventana y a ignorarnos a mí y a los niños.

Veinte minutos después, agotada de tanta cuchara y cucharón, cuando llegamos al restaurante Lauren aparca y, entonces, la puñetera niña se ha dormido.

¿Quién sería la madre que la parió?

Animados, salimos del vehículo. Ir a comer al restaurante de Klaus nos encanta a todos. Con cuidado, cojo a la pequeña Cristina y la meto en su cochecito mientras protesto.

—Tela con la niña, ¡nos ha salido flamenca!

Veo que Lauren sonríe.

Me mira..., mira a su niña y, cuando Flyn sale del vehículo con su hermano y Pipa corre tras ellos, el muy tunante me dice:

—¿Cómo era la canción?... Soy un cucharón...

Ambas nos partimos. Sin lugar a dudas, ¡la cancioncita se las trae!

Al llegar junto a Mel, Björn y Sami, éstos se fijan en la niña.

—Sí —digo—, el monstruito se ha quedado dormido.

Lauren sonríe, Björn también, y Mel murmura:

—Pues cuando se despierte, ¡nos come por los pies!

Volvemos a reír. Todo lo que Cristina tiene de guapa y dormilona lo tiene de tragona y llorona y, sin duda, cuando se despierte, como dice Mel, ¡nos come! Al entrar en el restaurante, Klaus nos ve y sonríe, y Sami, que adora a su abuelo, al que llama lelo, corre hacia él.

—Lelo..., lelo..., ya estoy aquí.

El hombre se agacha feliz y mira a la niña.

—¿Cómo está mi princesa? —dice.

La pequeña, que adora que la llamen «princesa», se toca la corona dorada y responde:

—Bien, pero quiero agua porque tengo mucha sed y papi ha dicho que te pidiera agüita a ti. ¿Me das agüita?

A Klaus se le cae la baba, y rápidamente se mueve para darle a la niña lo que quiere. Una vez la pequeña tiene su vaso de agua, veo que Klaus mira a mi pequeño y pregunta de nuevo:

—¿Y cómo está Superwoman?

A diferencia de Sami, Lauren es más parca en palabras. Sin duda, es una Jauregui, y simplemente asiente con la cabeza. Al ver el gesto de Klaus, yo me agacho divertida y aclaro:

Seré Solo Tu YaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora