Capitulo 21

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Cuando todo acaba, Lucy, Lauren y yos nos dirigimos hacia la limusina que nos espera y sin darle tiempo a Lauren para que vuelva a humillarme, me siento directamente junto al chófer.

Para chula, ¡yo!

Los oigo hablar. Incluso oigo cómo Lucy cuchichea y ríe como una gallina. Oigo lo que hablan y me enfurezco. No quiero hacerlo. Sólo hay que mirar a Lucy para saber qué es lo que busca. ¡Perra!

Espero que dividan los ambientes en la limusina, pero esta vez Lauren no lo hace. Desea que me entere de todo lo que dice. Habla en alemán y oírla me agita. Me provoca.

Al llegar al hotel, la limusina se detiene. Abro mi puerta y desciendo.

Deseo con todas mis fuerzas perder de vista a Lauren y a esa imbécil, pero espero educadamente a que mi jefa y su acompañante bajen del coche. Después me despido y me marcho.

Casi corro hasta el ascensor y cuando se cierran las puertas, suspiro aliviada. ¡Sola!

El día ha sido horroroso y quiero desaparecer. Cuando llego a la suite tiro el maletín sobre el bonito sofá. Enciendo el hilo musical. Me suelto el pelo, me quito la chaqueta del traje y me saco la camisa de la falda. Necesito una ducha.

Entonces suenan unos golpes en la puerta. Mi mente intuye que es ella. Miro a mi alrededor. No tengo escapatoria a no ser que me lance desde el ático del hotel y muera aplastada en pleno paseo. ¡Qué disgustazo para mi pobre padre! ¡Ni hablar!

Decido ignorar las llamadas. No quiero abrir, pero insiste.

Cansada, abro finalmente la puerta y mi cara de sorpresa es mayúscula cuando veo que es Lucy quien está ante mi puerta. Me mira de arriba abajo.

—¿Puedo pasar?—me pregunta en alemán.

—Por supuesto, señorita Vives — respondo, también en su idioma.

La mujer entra. Cierro la puerta y me doy la vuelta.

—¿Vas a quedarte el fin de semana, como hiciste en Barcelona? —me pregunta, antes de que yo pueda decirle nada.

Hago lo que suele hacer Lauren. Tuerzo el gesto. Pienso… pienso y pienso y finalmente respondo:

—Sí.

Mi contestación le molesta. Se pasa la mano por el pelo y pone los brazos en jarras.

—Si tu intención es estar con ella, olvídalo. Ella estará conmigo.

Arrugo el entrecejo, como si me hablara en chino y no comprendiera nada.

—¿De qué está hablando, señorita Vives?

—Tú y yo sabemos muy bien de lo que hablamos. No te hagas la tonta. No eres la pobretona española que ve en Lauren un filón, ¿verdad?

Me quedo boquiabierta por lo que acaba de decirme. Pestañeo, y dejo salir a la macarra que llevo dentro.

—Mira, guapa, te estás confundiendo conmigo. Y si sigues por ese camino vas a tener un problema, porque yo no soy de las que se callan ni se amilanan. Por lo tanto, cuidadito con lo que dices, no te vaya a tener que sobar los morros una pobretona española.

Lucy se aleja un paso de mí. Mi advertencia ha debido de sonarle verosímil.

—Creo que lo más inteligente por tu parte es que te alejes de ella —añade—. Yo me encargaré de todo lo que Lauren necesite. La conozco muy bien y sé cómo satisfacer sus deseos.

Aprieto los puños. Tanto, que me clavo las uñas en ellos. Pero soy consciente de que no puedo actuar como deseo. Así pues, cuento hasta veinte, porque hasta diez no me vale, me dirijo hacia la puerta y la abro.

Seré Solo Tu YaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora