El viernes, cuando despierto en mi cama, miro el reloj digital de la mesilla. La una y siete. He dormido varias horas del tirón.
Como mi hermana no sabe que he vuelto, no se ha presentado en mi casa y eso, por unos segundos, me hace feliz. No quiero dar explicaciones.
Cuando abandono mi habitación lo primero que busco es el móvil. Lo tengo en silencio dentro de mi bolso. Dos llamadas perdidas de mi hermana, dos de Austin y doce de Lauren. ¡Vaya!
No respondo a ninguna. No quiero hablar con nadie.
Mi cólera regresa y decido hacer limpieza general. Cuando estoy cabreada limpio de lujo.
A las tres de la tarde tengo la casa como una cuadra.
Ropa por aquí, lejía por allí, muebles fuera de su lugar… pero me da igual. Soy la reina del lugar y ahí mando yo. De repente, siento que quiero planchar. Increíble, pero es así. Saco la tabla, enciendo mi plancha y cojo varias prendas. Mientras canturreo lo que sale por la radio, olvido lo que me taladra la cabeza: Lauren.
Plancho un vestido, una falda, dos camisetas y, mientras plancho un polo, mis ojos se paran en una pelota roja que hay en el suelo. Rápidamente me acuerdo de Curro, mi Curro, y los ojos se me llenan de lágrimas hasta que suelto un chillido. Me acabo de hacer una tremenda quemadura con la plancha en el antebrazo y duele mogollón.
Lo miro, nerviosa.
Está rojo como la camiseta de la selección y veo hasta el dibujo y los agujeritos que tiene la plancha en mi piel. Duele… duele… duele… ¡Duele mucho! Pienso si echarme agua o pasta de dientes mientras camino dando saltitos por la casa. Siempre he oído hablar de esos remedios, pero no sé si funcionan o no. Al final, muerta de dolor, decido acercarme al hospital.
Por fin, a las siete de la tarde, me atienden.
¡Viva la celeridad del servicio de urgencias!
Veo las estrellas y los universos paralelos de los dolores que tengo. Una doctora encantadora me echa un liquidito en la quemadura con mimo, pone un apósito en mi brazo y lo venda. Me receta unos calmantes para el dolor y me manda para casita.
Con unos dolores de aúpa y el brazo vendado busco una farmacia de guardia.
Como siempre en esos casos, la más cercana está en el quinto pino. Tras comprar lo que necesito, regreso a mi casa. Estoy dolorida, agotada y cabreada. Pero cuando llego a la puerta del portal de mi casa, oigo una voz detrás de mí.
—No vuelvas a marcharte sin decírmelo.
Su voz me paraliza.
Me enfada pero me reconforta. Necesitaba oírla.
Me doy la vuelta y veo que la mujer que me tiene fuera de mis casillas está a un escaso metro de mí. Su gesto es serio y, sin saber por qué, levanto el brazo y digo, mientras los ojos se me llenan de lágrimas:
—Me he quemado con la plancha y me duele horrores.
Su gesto se descompone.
Mira el vendaje de mi brazo. Después me mira a mí y noto que pierde toda la seguridad. Icewoman acaba de marcharse para dar paso a Lauren. La Lauren que a mí me gusta.
—Dios, pequeña, ven aquí.
Me acerco a ella y siento que me abraza con cuidado de no rozar mi brazo. Mi nariz se impregna de su olor y me siento la mujer más feliz del mundo. Durante unos minutos, permanecemos en aquella posición hasta que yo me muevo y entonces ella acerca su boca a mis labios y me da un corto pero dulce y tierno beso.
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Seré Solo Tu Ya
FanfictionLauren Jauregui es una empresaria que viaja a España por cuestiones de trabajo. Ahí conoce a Camila, al poco tiempo siente una enorme atracción por ella, y ella no se resiste. Las dos empiezan a tomar parte de una relación extremadamente apasionada...