Segundo Libro Capitulo 10

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Quince minutos después, los tres en el Mitsubishi de Lauren nos dirigimos hacia el polideportivo de Oberföhring. Cuando llegamos y Lauren para el motor del coche, Flyn sale escopetado y desaparece. Yo miro inquieta a Lauren, pero ésta dice, cogiendo su bolsa de deporte:

—No te preocupes. Flyn conoce el polideportivo muy bien.

Un poco más tranquila, le pregunto mientras caminamos:

—¿Te has dado cuenta de cómo me mira tú sobrino?

—¿Recuerdas cómo me miraba al principio tu sobrina? —responde Lauren. Eso me hace sonreír, y ella añade—: Flyn es un niño. Sólo tienes que ganártelo como yo me gané a Luz.

—Vale..., tienes razón. Pero no sé por qué me da que tu sobrino es como su tía, ¡un hueso duro de roer!

Lauren suelta una carcajada. Se para, me mira y, acercándose a mí, se agacha para estar a mi altura y murmura:

—Si no estuviera castigada, en este mismo instante te besaría. Pondría mi boca sobre la tuya y te devoraría los labios con auténtico deleite. Después te metería en el coche, te arrancaría la ropa y te haría el amor con verdadera devoción. Pero, para mi desgracia, me tienes castigada y sin ninguna probabilidad de hacer nada de lo que deseo.

Mi corazón late desbocado. Tun-tun... Tun-tun...

¡Diosssssssssssss, cómo me ha puesto lo que acaba de decir!, y cuando estoy dispuesta a besarla, de pronto oigo:

—¡Camila! ¡Lauren!

Miro a mi derecha y veo aparecer a Dinah y Zayn con el pequeño Glen. Ni que decir tiene que nos fundimos en unos efusivos abrazos.

—¿Tú también juegas al baloncesto? —pregunto.

El divertido médico me guiña el ojo.

—Soy lo mejor que tiene este equipo —cuchichea, y todos sonreímos.

Cuando llegamos a los vestuarios, Dinah y Zayn se besan.

¡Qué monos!

Lauren me mira con deseo, pero no se acerca a mí.

—Ve con Dinah, cielo. Te veo después del partido —indica antes de desaparecer tras la puerta.

¡Dios mío, quiero que me beseeeeeeeeeeeeeeeeeeee! Pero no. No lo hace.

Cuando la puerta se cierra, mi cara de tonta debe de ser tal que Dinah pregunta:

—¿No me digas que aún la tienes castigada?

Como una boba, asiento, y mi amiga suelta una risotada.

—Anda..., vayamos a las gradas a animar a nuestros chicos. Por cierto, me encantan tus botas. ¡Son preciosas y sexies!

Sumida en mis pensamientos, sigo a Dinah. Llegamos hasta una puerta y al abrirla ante mí aparece una bonita pista de baloncesto. Ahí está Flyn, sentado en unas gradas amarillas jugando con su PSP. Al vernos llegar se levanta y sin saludarnos va directo hacia Glen. El pequeño le gusta. Nos sentamos, y Flyn le pide a Dinah que le deje al niño. Ella lo hace y durante unos minutos observo cómo pone caritas para que el pequeño Glen sonría.

La pista se va llenando de gente y de pronto Flyn le entrega el niño a su madre y se va y se sienta varias gradas más abajo que nosotras.

—¿Qué tal con Flyn? —inquiere Dinah, mirándome.

Antes de responder, me encojo de hombros.

—Sinceramente, creo que no le he caído bien. No ha querido jugar conmigo y apenas me habla. ¿Es siempre así, o sólo es conmigo?

Seré Solo Tu YaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora