Capitulo 37

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El camino de regreso a Jerez es ameno y divertido. Escuchar a mi padre y a sus amigos contar chistes es para morirse de risa. ¡Qué gracia tienen los jodíos! Al llegar a Jerez, Austin insiste en tomar algo con la excusa de que hay que celebrar el triunfo. Declino la invitación y, cuando llegamos a mi casa, sin cambiarme ni nada, bajo mi moto del remolque, agarro el trofeo y salgo disparada para la villa, donde me espera Lauren.

Cuando llego a la puerta, llamo y, dos segundos después, la enorme cancela blanca se abre. Acelero mi moto y subo por el caminito rodeado de pinos. A lo lejos, veo la casa y a Lauren. Parece hablar por teléfono. Acelero, hago una derrapada, un trompo y cuando el polvo me rodea, paro la moto, la miro y levanto mi trofeo, orgullosa.

—Te lo has perdido. Te has perdido mi triunfo.

Lauren no sonríe, cierra el móvil, se da la vuelta y entra en el interior de la casa. Sorprendida por su seca reacción, me bajo de la moto y lo sigo. Me enferma cuando se pone tan hermética. En mi camino me quito las gafas y el casco y lo dejo sobre una mesa. Lauren está en la cocina bebiendo agua. Espero que regrese antes de atacar.

—¿Cómo puedes haberte ido sin decirme nada?

—Estabas muy ocupada.

—Pero, Lauren… yo quería que estuvieras allí.

—Y yo quería que tú no hicieras esas locuras.

—Lauren… escucha…

—No. Escucha tú. Si tienes que volver a ir a dar saltos con la moto a cualquier otro lugar, no cuentes conmigo, ¿entendido?

—Valeeeee… pero, venga, no te enfades. No seas un niña.

Mis palabras la hieren y se enfurece aún más.

—Te dije que no quería que te pusieras en peligro y tú has continuado con tu jueguecito sin pensar en cómo me podía sentir. Te podías haber matado delante de mis ojos y yo no podría haber hecho nada para impedirlo. Por Dios, ¿cómo puedes ser tan inconsciente?

Se aparta de mi lado. Su reacción me parece excesiva.

—No soy una inconsciente. Sé muy bien lo que hago.

—Sí, claro… no me cabe la menor duda. Y, por si fuera poco, encima tengo que soportar a ese tal Austin.

—Ah, no… eso sí que no, guapita — replico enfurecida—. No me parece bien que me reproches lo del motocross pero, fíjate, ¡hasta lo puedo entender! Pero que me reproches las palabras de Austin, no, ¡eso sí que no!

—¡«Nuestra chica»!, dice el imbécil — farfulla furiosa—. No ha parado de hacer comentarios incómodos todo el rato ante mí. Si no le he partido la cara ha sido por respeto a tu padre y al suyo, porque si por mí hubiera sido… —Y antes de que yo pueda replicar, me pregunta—: Dijiste que habías tenido algo con él, ¿seguís teniéndolo?

No respondo. No quiero revelarle lo que Austin me dijo que sabía de ella, ni lo que hubo entre nosotros, pero Lauren insiste:

—Respóndeme, ¿qué ha habido entre ese tipo y tú?

—Algo. Pero fue sin importancia y…

—¿Algo? ¿Qué es ese algo? —exige con voz gélida.

—¿Acaso te he pedido yo a ti un listado de todas tus amiguitas de juegos? —le pregunto, sorprendida por el cariz que está tomando la conversación—. Si mal no recuerdo, tú fuiste la primera que quiso tener algo conmigo sin…

—Sé muy bien a lo que te refieres. Pero creo que eres lo suficientemente madura como para entender que eso entre nosotras ha cambiado.

—¿Ah, sí?

Seré Solo Tu YaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora