Tercer Libro Capitulo 4

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Al día siguiente, en el desayuno, no veo a Graciela. ¿Dónde se ha metido?

Me duele el vientre. La puñetera regla me fastidia cuando viene y cuando se va. ¡Es así de graciosa ella! Al oír mi gemido, Lauren frunce el cejo. Sabe que estoy mal y respeta mi silencio. Por su integridad física, ha aprendido a hacerlo.

Somos los primeros en llegar al jet privado y, al subirme al avión, me espachurro en uno de los cómodos sillones y me tomo un calmante. Necesito que se me pase este maldito dolor.

No hablo. Si lo hago, me duele más.

Lauren se sienta a mi lado, me toca la cabeza y dice:

—Odio saber que te duele y no poder hacer nada.

—Más lo odio yo —respondo de lo más borde.

Pobrecita. Me da pena su cara y, acurrucándome contra ella, susurro:

—Tranquila, cariño. Pronto se me pasará y no me dolerá hasta el mes que viene.

Sin más, mi mujer me abraza y, dolorida, caigo en los brazos de Morfeo.

Cuando me despierto, volamos y estoy sola en el asiento. Lauren está sentada con Dexter y Wilmer, pero en cuanto me muevo, ya está a mi lado.

—Hola, pequeña. ¿Cómo estás?

Parpadeo y me doy cuenta de que mi dolor ha desaparecido.

—En este instante perfecta. No me duele.

Ambas sonreímos y ella añade:

—Vaya sueñecito que te has pegado.

—¿He dormido mucho?

Divertida, me pasa la mano por el pelo y, besándome la frente, contesta:

—Tres horas.

—¡¿Tres horas?!

—Sí, cariño —ríe mi chica.

Sorprendida por la siesta, voy a decir algo cuando pregunta:

—¿Quieres comer?

Asiento. He dormido como un oso polar y tengo hambre.

En ese momento, se abre la puerta del baño y sale Graciela. Al verme, se le iluminan los ojos y rápidamente se sienta a mi lado. Lauren dice:

—Le diré a la azafata que os traiga algo de comer a las dos.

Asentimos y, cuando nos quedamos solas, ella murmura con disimulo:

—Dexter me ha preguntado dónde estuve anoche.

—¿Y qué le has dicho?

—Que cenando con un amigo.

Al recordar su cita morbosa, pregunto:

—¿Fue bien tu encuentro con la parejita con la que quedaste?

Graciela sonríe, asiente y responde en voz baja:

—Se asombraron al ver mi nuevo aspecto y lo pasamos muy bien.

Sin poder evitarlo, soltamos una carcajada que hace que los chicos nos miren. Lauren sonríe, pero Dexter está serio y, cuando dejan de mirarnos, murmuro:

—Guauuu... creo que alguien está molesto.

Ella asiente y, apretándose más en el sillón, cuchichea:

—Dexter quería saber el nombre de mi amigo y al no decírselo se enojó como un burrote.

Eso me hace sonreír y, mirándola, digo:

Seré Solo Tu YaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora