Capitulo 35

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Cuando llegamos al circuito, nos encontramos con Roberto en la puerta. En cuanto me ve, me saluda y me indica que espere a mi padre en la zona de boxes. Le indico a Lauren cómo llegar hasta allí y bromea conmigo mientras da acelerones que hacen que yo grite y me agarre a ella.

Al llegar a boxes no hay nadie. Nos apeamos de la moto y yo la miro. Es una preciosidad.

—¿Quieres que te enseñe a llevarla?

Su pregunta me sorprende y reacciono como una niña.

—Uf… no sé.

—¿Te dan miedo?

—Nooooooooooo.

—¿Entonces?

El sol me da en la cara y guiño un ojo para verla mejor.

—Me da miedo caerme y jorobarla.

—No dejaré que te caigas —responde con seguridad.

Eso me hace reír. Ésa es Lauren, una mujer segura.

Al final, azuzada por ella, me monto en la moto. Miro a mi alrededor y veo que mi padre todavía no aparece. Durante unos minutos, me explica que las marchas están en el pie izquierdo, luego me indica cuál es el puño de acelerar, el embrague y cómo tengo que frenar. Después arranca la moto.

—¡Vaya, qué sonido tiene!

—Nena, las Ducati suenan todas así. Fuerte y bronco. Ahora venga, mete primera y…

Hago lo que me pide y la moto se cala.

Con una sonrisa cariñosa, vuelve a arrancarla.

—Esto es como un coche, cariño. Si sueltas el embrague de prisa se cala. Mete primera, suelta despacito y acelera.

Me ha llamado cariño dos veces en menos de dos horas. ¡Dos veces!

Vuelvo a meter primera, suelto despacito y ¡zas!, la moto se me vuelve a calar.

—No te preocupes. —Ríe, acercándose a mí.

Hace el mismo proceso y esta vez me concentro. Meto primera, suelto despacito el embrague y acelero. La moto comienza a andar y ella aplaude mientras yo chillo. De pronto freno y la moto se levanta de atrás. Lauren grita y se acerca corriendo hacia donde me he parado.

—Si frenas sólo con el freno de delante, te puedes caer.

—Vale.

Repetimos el proceso veinte veces más y cada vez lo hago peor. Freno peor y me voy a matar. La cara de Lauren es un poema.

—Vamos, bájate de la moto.

—Nooooo… ¡Quiero aprender!

—Otro día continuaremos con las clases —insiste.

—Venga, Lauren… no seas aguafiestas.

Sus ojos no sonríen. Está tensa.

—Se acabó, Camz. No quiero que te rompas la cabeza.

Pero yo ya le he tomado el gustillo al asunto y quiero seguir.

—Una vez más, ¿vale? Sólo una vez.

Lauren me mira, muy seria, pero claudica.

—Una vez más, pero luego te bajas, ¿entendido?

—¡Biennnnn! Entonces meto primera y… —Al ver la incomodidad en su mandíbula la miro y pregunto—: Oye, ¿por qué estás tan preocupada?

—Camz… tengo miedo de que te hagas daño.

 —¿Te angustia no saber lo que va a pasar?

—Sí.

—¿Por qué?

Sin entender mis preguntas y con el ceño fruncido responde:

—Porque necesito saber que estás bien y que no te pasa nada.

Arranco de nuevo la moto. Meto primera, suelto el embrague y acelero con precaución. La moto va despacito y ella a mi lado.

—¡Lauren!

—Dime.

—Que sepas que la angustia que acabas de sentir en este ratito no es comparable con la que yo he sentido por ti estas dos semanas. Y ahora, ¡mira esto!

Meto segunda, acelero y la moto sale despedida. Meto tercera… cuarta y salgo directa al circuito. Por el retrovisor veo que se queda patidifusa y entonces sonrío. Estoy encantada de volver a conducir una moto. Algo que siempre me ha gustado y que me proporciona libertad. Mientras cojo las curvas del circuito de Jerez pienso en ella. En su gesto de preocupación y de nuevo vuelvo a sonreír. Me la imagino en los boxes, sola y desconcertada. Acelero.

Salgo de la pista y me meto en los boxes. Me lo encuentro sentada en un escalón. Cuando me ve, se levanta. Su gesto es duro. Icewoman ha vuelto pero, encantada de haberla hecho sufrir por unos minutos, llego hasta ella y freno, con brusquedad y sin apagar la moto. Me quito el casco y al más puro estilo de Los Ángeles de Charlie la miro.

—Pero, vamos a ver, Icewoman, ¿de verdad creías que yo, la hija de un mecánico, no sabía conducir una moto?

Lauren se acerca a mí. Creo que me va a decir de todo menos bonita cuando me agarra por el cuello y me besa con auténtica pasión. Subida aún en la moto lo agarro y lo devoro hasta que escucho la voz de mi padre:

—Ya sabía yo que la que corría por la pista era mi morenita.

Rápidamente me separo de Lauren. Le guiño un ojo, lo que la hace sonreír, y vuelvo la cabeza hacia mi padre.

—Papá, te presento a una amiga. Lauren Jauregui.

Mi padre sonríe. La escanea con la mirada y sé que sabe que ésa es la mujer que está en mis pensamientos. Lauren da un paso adelante y le da la mano con fuerza. Mi padre se la acepta.

—Encantada de conocerlo, señor Cabello.

—Llámame Alejandro, muchacha, o tendré que llamarte yo a ti por ese apellido tan raro que tienes.

Ambos sonríen y sé que se han caído bien. Después, Lauren me mira y se dirige a mi padre:

—Alejandro, tiene usted una hija un poco mentirosa. Me había dicho que no sabía montar en moto y, después de hacerme enseñarla cómo embragar, ha salido disparada como una flecha.

—¿Le has dicho eso, sinvergüenza? —se mofa mi padre.

Yo asiento divertida.

—Lauren, mi morenita ha sido la campeona de motocross de Jerez durante varios años y, a día de hoy, sigue cosechando premios.

—¿En serio?

—Ajá —asiento divertida.

Durante un rato, Lauren y mi padre bromean y yo entro en sus bromas. Tengo ante mí a dos de las personas que más quiero en mi vida y estoy feliz. Un rato después, mi padre comienza a andar y vuelve su cabeza hacia nosotras.

—Seguidme, muchachas.

Cuando voy a seguir a mi padre, Lauren me agarra por la cintura y me acerca a ella.

—Morenita, eres una cajita de sorpresas.

Pestañeo como una dulce damisela y le suelto un fingido puñetazo en el estómago que la hace reír.

—Pues ándate con ojo, que también fui campeona regional de kárate.

La oigo silbar, sorprendida, cuando mi padre dice al entrar en un box:

—Mira lo que tengo preparado para ti.

Ante mí está la moto con la que gané esos premios de motocross, limpia y reluciente. Una Ducati Vox Mx 530 de 2007. Emocionada, voy hasta ella y me monto. A mi padre le suena el móvil y sale del box. La arranco y su sonido áspero retumba a nuestro alrededor. Después miro a Lauren y digo mientras sonríe a carcajadas:

—¿Te he dicho que me encanta el sonido fuerte y bronco de las Ducati, nena?

Seré Solo Tu YaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora