Segundo Libro Capitulo 28

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Cuando me despierto a la mañana siguiente me sorprendo. Lauren está a mi lado dormida. Son las ocho y media de la mañana y es la primera vez que me despierto antes que ella. Sonrío. Con curiosidad la observo. Es guapísima. Verla relajada y dormida es una de las cosas más bonitas que he contemplado en mi vida. No me muevo. Quiero que ese momento dure eternamente. Durante un buen rato, disfruto y me recreo, hasta que abre los ojos y me mira. Sus ojazos verdes me impactan.

Sorprendida, me mira y pregunta:

—¿Qué hora es?

Con curiosidad, vuelvo a mirar el reloj y respondo:

—Casi las nueve.

Lauren me mira, me mira y me mira, y al ver su gesto, inquiero:

—¿Qué ocurre?

Pasa su mano por mi pelo y lo retira de mi cara.

—¿Te encuentras bien?

Me desperezo y respondo:

—Sí, cariño, no te preocupes.

Lauren se sienta en la cama, y yo hago lo mismo. Después, la veo que se dirige al lavabo y tras estirarme la sigo. Pero cuando entro en el baño y me veo reflejada en el espejo, grito:

—¡Dios mío, soy un monstruo!

Mi cara es una paleta de colores. Bajo los ojos, tengo unos cercos rojos y verdes que me dejan sin palabras. Mi chica me sujeta por la cintura y me sienta en la taza del váter. Ver mi horrible aspecto me ha dejado sin habla y, horrorizada, murmuro:

—¡Ay, Dios!, pero si sólo me di contra la nieve.

—Te debiste de dar un buen golpe, pequeña.

Lo sé. Me di contra el muro antes de caer a la nieve. Ahora lo recuerdo con más claridad.

Lauren me tranquiliza. Miles de palabras cariñosas salen de su boca y, al final, recuerdo lo que me avisó el médico: moratones. Consciente de que nada puedo hacer contra esto, me levanto y me miro en el espejo. Lauren está a mi lado. No me suelta. Resoplo. Muevo la cabeza hacia los lados y musito:

—Estoy horrible.

Lauren besa mi cuello. Me agarra por detrás y, apoyando su barbilla en mi cabeza, dice:

—Tú no estás horrible ni queriendo, cariño.

Eso me hace sonreír. Mi pinta es desastrosa. Soy la antítesis de la belleza, y la tía más esplendorosa del mundo me acaba de demostrar su cariño y su amor. Al final, decido ser práctica y me encojo de hombros.

—La parte buena de esto es que en unos días pasará.

Mi Icewoman sonríe, y yo me lavo los dientes mientras ella se ducha. Cuando acabo me siento en la taza del váter a observarla. Me encanta su cuerpo. Grande, fuerte y sensual. Recorro sus muslos, su trasero y suspiro al ver su pene. ¡Oh, Dios! Lo que me hace disfrutar. Cuando sale de la ducha coge la toalla que le doy y se seca. Divertida, alargo mi mano y le toco el pene. Lauren me mira y, echándose hacia atrás, asegura:

—Pequeña, no estás tú hoy para muchos trotes.

Suelto una carcajada. Tiene razón. Durante un rato la observo mientras que mi mente calenturienta vuela e imagina. Mi cara es tal que Lauren pregunta:

—¿Qué piensas?

Sonrío...

—Vamos, pequeña viciosilla, ¿qué piensas?

Divertida por su comentario, inquiero:

—¿Nunca has tenido ninguna experiencia con un hombre?

Seré Solo Tu YaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora