Cuarto Libro Capitulo 3

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El lunes, cuando Lauren se va a trabajar y Flyn al instituto, mi semana comienza de nuevo.

Niños..., niños..., niños... ¡Me salen los niños por las orejas!

Cualquiera que me escuche creerá que soy una mala madre, pero se equivoca.

Cuido, mimo, beso y adoro a mis pequeños, pero siento que necesito hacer algo más que eso o me volveré loca. Esa noche, como tengo ganas de estar con mi castaña alemana, preparo una cenita especial. Le aviso para que no llegue tarde y me responde que regresará pronto. Sin embargo, a las diez de la noche, cansada de esperarla, con la comida tiesa y tras haberme bebido yo solita una botella de champán de pegatinas rosa, me meto en la cama y me duermo. Es mejor así porque, como vea a esa gilipollas, la mataré por el plantón.

Al día siguiente, cuando me levanto, Lauren ya se ha marchado y me ha dejado una nota sobre la mesa que dice:

Perdóname, pequeña..., pero fue imposible escaparme. Y estabas tan preciosa durmiendo que fui incapaz de despertarte. Te quiero, mi amor.

Tu gilipollas.

Cuando la leo, sonrío. Cómo me conoce y sabe que la habré llamado eso.

Por suerte, tengo una increíble amiga que se preocupa por mí tanto como yo por ella. Es Mel, la mujer de nuestro amigo Björn. La llamo cuando me levanto, quedamos y nos vamos de compras.

Ella se ha quedado en paro tras trabajar unos meses en un estudio de diseño gráfico, y está tan aburrida como yo de estar en casa. Estoy pensando en Lauren y en cómo me dejó colgada la noche anterior con la cena encima de la mesa cuando Mel me muestra algo y pregunta:

—¿Qué te parece éste?

Su voz me hace regresar a la realidad y, al ver lo que me enseña, pregunto:

—¿Enfermera?

Mel, divertida y con picardía, baja la voz y murmura:

—Sé que es muy típico, pero para lo que nos van a durar puestos, ¿qué más da?

Sonrío. El disfraz es para una fiesta que celebran en el Sensations dentro de unos días. Cojo otros que llaman mi atención.

—Oye..., ¿y si vamos de ángel y demonio? — propongo.

Mel suelta una risotada y, dejando el de enfermera, afirma:

—Me pido el de demonio. Me gusta ser maligna e irreverente.

Entre risas nos los probamos. El vestido rojo y negro, los guantes negros hasta el codo, los cuernos y el tridente son para Mel, y el vestido y los guantes blancos, la aureola en la cabeza y la varita blanca son para mí.

¡Pero qué monas estamos!

Divertidas, nos miramos al espejo y Mel dice:

—Si a esto le sumamos unas botas altas, las tuyas blancas y las mías rojas, ya somos la perversión total.

—Parecemos dos zorrones —murmuro al mirarnos.

—Pero con clase —dice Mel riendo y revolviéndose su corto pelo.

—Muuucha clase —afirmo yo divertida.

—Uf..., cuando me vea Björn... Con lo que le gusta que me disfrace…

Ambas reímos mientras imagino la cara de Lauren cuando me vea vestida de angelito. ¡Le va a encantar!

Está mal decirlo, pero estoy tremendamente morbosa y sexi con este trajecito corto. E incluso los kilitos que me agobian en ocasiones y que se han quedado en mi cintura parece que van muy bien con este disfraz.

Seré Solo Tu YaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora