Capitulo 64

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A la mañana siguiente, cuando me despierto, estoy sola y desnuda en la enorme cama.

Miro el traje que llevaba Lauren la noche anterior tirado de mala manera en una silla y mi vestido no muy lejos. Sonrío y suspiro. Durante un rato hago un repaso mental de mis últimos meses con ella y siento que estoy en una montaña rusa que me gusta y que no quiero que ese viaje acabe nunca.

Mi móvil suena. Un mensaje. Es mi padre para decirme que se va para Jerez. Lo llamo para despedirme de él y sonrío al recordar su felicidad la noche anterior. Lauren y él hacen muy buenas migas y eso para mí es muy importante. Quedamos en vernos en Navidad. Entonces me despediré de él y luego volaré junto a mi amor a Alemania.

Tras hablar con él, dejo el móvil sobre la mesilla. Cuando mis ojos ven el bote de lubricante encima de ésta, se cierran. Todavía no me puedo creer que yo haga las cosas que hago. En la vida me hubiera imaginado practicando con ningún otro hombre el sexo lujurioso que practico con Lauren. Cada vez entiendo más lo que un día Lauren me explicó sobre el morbo. El morbo te hace llegar a límites insospechados. ¡Vaya que sí! Que me lo digan a mí.

En los últimos meses he practicado sexo en toda la extensión de la palabra y Lauren me ha compartido con hombres y mujeres. Pensarlo me hace sonreír y desear más. Si alguien me hubiera dicho un año antes que yo haría todo eso, hubiera pensado que se le había ido la cabeza. Pero no. Allí estoy, desnuda en la cama de Lauren dispuesta a cumplir mis fantasías y las suyas.

Me levanto y, al sentarme en la cama, arrugo el entrecejo al notar que me duele el culo. Con cuidado, me levanto y me siento extraña al caminar. Voy directa a la ducha y, cuando salgo de ella, Lauren está sentada sobre la cama. Ha puesto música y, al verme, sonríe.

—¿Qué te pasa?

—Me duele el culo.

Su gesto se contrae y murmura:

—Cariño… te dije que no fueras tan bruta.

—Dios, Lauren… creo que me voy a tener que sentar sobre un flotador.

Lauren se ríe, pero en seguida ve que yo la miro con el gesto serio.

—Perdón… perdón.

Con cuidado, me siento sobre la cama y, antes de que ella diga nada, levanto un dedo y aclaro:

—No quiero ni una sola coña al respecto, ¿entendido?

—Entendido —asiente.

De pronto, suena una canción que hace que los dos nos riamos. Lauren me tumba en la cama y divertida comenta:

—Como dice la canción, me muero por besarte.

Me besa. Acepto su beso. Lo disfruto y cuando su mano baja por mi cintura, suena el teléfono. Lauren me suelta y lo coge. Tras hablar cuelga y dice:

—Era mi madre. Nos espera a las doce y media en el restaurante del hotel.

—¿Para comer?

—Sí.

—Este horario guiri vuestro me mata — resoplo—. Yo más bien desayunaría.

Lauren sonríe y replica:

—Lo sé cariño, pero regresa a Múnich esta tarde y quiere comer con nosotras.

—Vale —asiento—. Tienes un ibuprofeno o algo así.

—Sí… en el neceser.

Lauren va a buscarlo, pero se para y dice mientras contiene la risa:

—Tranquila, cariño, las sillas del restaurante son blanditas.

Seré Solo Tu YaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora