Capitulo 40

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A la mañana siguiente, cuando me despierto, vuelvo a estar sola en la habitación. Rápidamente, las imágenes de lo ocurrido la noche anterior regresan a mi mente y me pongo colorada. Pero también me excito.

El mundo de Lauren me está abduciendo y siento que cada vez me gusta más. De pronto, la puerta se abre. Es ella con una bandeja de desayuno.

—Buenos días, morenita.

Ese saludo, tan de mi padre, me hace sonreír y me siento en la cama. Lauren llega hasta mi lado, suelta la bandeja y, tras darme un dulce beso en los labios, se sienta a mi lado.

—He traído zumo de naranja, algo de embutido, tostadas, plumcake y dos cafés con leche, ¿te parece buen desayuno?

Encantada con aquello, sonrío y la miro.

—El mejor.

Durante unos diez minutos desayunamos entre risas y, cuando acabamos con todo lo que había en la bandeja, la pone en el suelo y se sienta de nuevo junto a mí. Está guapísima con esa camiseta blanca y las bermudas de camuflaje. Vestida así parece una jovenzuela de mi pandilla, no la directora de una gran multinacional.

—Vamos a ver, pequeña, ¿cómo estás? —pregunta mientras me acaricia el óvalo de la cara.

—Bien, ¿por qué? —Al ver su ceja levantada respondo—. Bien… Si me preguntas por lo que ocurrió ayer, tranquila, estoy bien, lo disfruté y, sobre todo, tú no me obligaste, lo hice yo porque me apetecía.

Lauren asiente. Por su gesto parecía necesitar escuchar aquello y veo que sonríe.

—Me encantó la experiencia contigo. Fue maravillosa.

—Para mí fue extraña. Diferente. Pero también morbosa… muy morbosa. Y ya vi cómo disfrutabas cuando Zayn y Dinah me tocaban.

—Mmmm… me excita ver tu cara de perversión, pequeña. Abres la boca de tal manera y te arqueas tan deliciosamente… Me vuelve loca verte así.

Ambas reímos.

—En referencia a la fiesta de esta noche. Si tú no quieres, no…

—Sí, quiero. Quiero ir.

—¿Segura?

—Sí. Totalmente.

Mi decisión parece sorprenderla.

—¿Tú no quieres ir?

—No… no es eso… pero…

—¿Acaso hay alguna mujer por la que me tenga que preocupar?

Lauren suelta una risotada y aclara:

—Absolutamente por ninguna. Con ellas simplemente he jugado y…

—¿Has jugado mucho con ellas?

—Sí.

Eso me incomoda. Cualquiera de ellas me sacará ventaja.

—Pero ¿mucho… mucho?

—Mucho… mucho. A algunas las conozco desde hace más de diez años, pequeña. Pero no tienes de qué preocuparte. En cambio, yo sí que me tengo que preocupar. Tú serás nueva y estoy convencido de que muchos hombres te observarán deseosos de ser ellos los elegidos.

—¿Tú crees?

Lauren responde que sí con su cabeza y siento que se le oscurecen los ojos. De pronto, la siento algo escamada y eso me alerta. ¿Estará celoso?

—Sí, lo creo. Pero no olvides, cariño, que…

—… que sólo lo haremos con quien yo quiera, ¿me equivoco?

—No. —Sonríe, mientras me aparta un mechón de pelo de la cara.

Doy un trago a mi café.

—¿Me vas a ofrecer a otro hombre?

Mi pregunta vuelve a pillarla por sorpresa. Como siempre, lo piensa… lo piensa y, al final, responde con otra pregunta:

—¿Te gustaría?

—Sí… me excita sentir que eres mi dueña. Anoche me excitó.

Se carcajea y, tras darme un beso en los labios, murmura:

—Señorita Cabello, ¿habla de dueña? ¿No dijo que no le gustaba el sado?

—Y no me gusta —aclaro—. Pero me excita sentir tu posesión.

Lauren asiente. Clava sus preciosos ojos en mí y murmura:

—No olvidaré eso cuando te ofrezca esta noche.

Asiento como siempre. Está claro que ella sólo hará lo que yo quiera y, deseosa de que todo sea como siempre, me tumbo en la cama y tras hacerle una seña con el dedo para que se tumbe sobre mí le susurro:

—Tú eres la experta. Estoy en tus manos.

Lauren sonríe y me besa.

—Cariño… cada día me sorprendes más.

Pongo los ojos en blanco y pestañeo.

—Me gustas mucho cuando me llamas cariño. ¿Todavía no te has dado cuenta del influjo que provocas en mí cuando me dices palabras cariñosas?

—Estás comenzando a asustarme.

Eso me hace reír.

—¿Que yo te asusto?

Lauren asiente. Pone entonces sus manos en mi cintura y me hace cosquillas.

—Sí…, señorita Cabello. Comienzo a temer tus juegos. Creo que vas a ser peligrosa.

Tras la comida, Dinah Y Zayn se retiran a descansar. Lauren me propone lo mismo, pero me apetece leer en la sombrita. Lauren me acompaña y, tiradas en las cómodas hamacas de la piscina y bajo una maravillosa sombra, compartimos música en mi iPod y leemos.

Pero yo apenas leo. Mi mente no para de dar vueltas a todo lo que va a pasar, mientras disfruto de estar junto a Lauren. Verla a mi lado, tranquila y relajada mientras lee el periódico me parece algo sublime, maravilloso. De pronto en mi iPod comienza a sonar una canción y oigo que Lauren la tararea. Eso me deja sin habla.

Sé que faltaron razones, sé que sobraron motivos

Contigo porque me matas, y ahora sin ti ya no vivo

Tú dices blanco, yo digo negro

Tú dices voy, yo digo vengo

Miro la vida en colores y tú en blanco y negro.

Dicen que el amor es suficiente, pero no tengo el valor de hacerle frente

Tú eres quien me hace llorar, pero sólo tú me puedes consolar.

Te regalo mi amor, te regalo mi vida

A pesar del dolor eres tú quien me inspira.

No somos perfectos somos polos opuestos,

Te amo con fuerza te odio a momentos.

Está tarareando la canción Blanco y negro de Malú. ¡Y se la sabe entera!

Asombrada, no me muevo, mientras hago como si leyera mi libro. Escuchar a Lauren cantar aquella canción que siempre me recuerda a ella me pone la carne de gallina. Cuando la termina, me doy cuenta de que me mira.

—Aún recuerdo el día que te escuché cantarla.

—Sí… muy majo tú. Me dijiste que cantaba fatal, ¿lo recuerdas? —Lauren sonríe y yo añado—: Oye… ¿cómo te sabes esta canción? Recuerdo que me preguntaste el título y quién la cantaba.

—La busqué.

—¿Y por qué la buscaste?

—Porque escuchar esta canción me recuerda a ti.

Aquella revelación me deja sin palabras. Lauren continúa leyendo y yo la imito. Estoy emocionada porque, sin utilizar palabras cariñosas, sé que me ha dicho: «Te quiero».

Seré Solo Tu YaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora