Capitulo 45

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Un par de horas después, Zayn baja a recogernos a la playa. Está de buen humor y, mientras nos encaminamos hacia el coche, me dice que Lauren está descansando. Yo asiento. Me niego a preguntar nada. Bastante rayada estoy ya con el tema de las llamadas de aquellas mujeres como para preguntar nada más. Cuando llegamos al chalet me dirijo directamente hacia la piscina. Si Lauren está descansando, no quiero molestar.

Dinah y Zayn desaparecen y me quedo sola en la piscina. Cojo mi iPod y me pongo los auriculares. Escucho a Jessie James tumbada en una de las hamacas y canturreo. Media hora después, Lauren aparece por la puerta, parapetado tras unas oscuras gafas de sol. Se para a mi lado. No la miro. No la saludo. Sigo enfadada con ella. Durante más de diez minutos permanecemos en silencio hasta que ella me quita un auricular.

—Hola, morenita.

Con un gesto que denota mi cabreo, le quito el auricular de la mano y me lo pongo de nuevo. Al ver mi poca predisposición para hablar, se sienta cómodamente en una de las hamacas que están frente a mí, se pone los brazos en la cabeza y me mira. Me mira… Me mira… Me mira y, al final, le increpo:

—Por tu bien, deja de mirarme.

—¿O? ¿Me vas a pegar?

Resoplo. Le daría un bofetón con toda la mano abierta.

—Mira, Lauren, ahora la que no quiere tu cercanía soy yo. Vete a paseo.

Ella sonríe y eso me cabrea más.

Me levanto y ella hace lo mismo. Y, sin pensar en nada más, la empujo y cae vestido a la piscina.

—Pero Camz, ¿qué haces? —protesta.

Con rapidez, cojo mi bolsa de la playa y corro a la habitación. Cuando entro en ella, voy directa a la ducha, allí veo el neceser abierto de Lauren y por primera vez me fijo en los frascos de pastillas que hay. ¿Qué es eso? Pero antes de que pueda acercarme para leer qué pone, lo oigo entrar en el baño y comienza a quitarse la ropa mojada.

—Vamos a ver, Camz, ¿qué te pasa?

No la miro. Paso por su lado y respondo mosqueada:

—Nada que te importe.

—De ti me importa todo, pequeña.

Sentirla tan relajada, cuando yo estoy que echo humo, me hace mirarla cabreada.

—Lauren, cuando estoy enfadada, es mejor que no me hables, ¿vale?

—¿Por qué?

—Porque no.

—¿Y por qué no?

—Pero, vamos a ver, ¿tú eres tonto? ¿No ves que me estás cabreando más?

—Si quieres, le digo a Dinah que le haces una limpieza general ahora mismo. Te conozco y sé que cuando estás cabreada te gusta limpiar la casa.

Al escuchar aquello, gruño. No estoy de humor. Ella se acerca a mí y se agacha, colocándose a mi altura.

—Me paso media vida pidiéndote disculpas. Pero merece la pena por el solo hecho de estar contigo y ver tu cara cuando me perdonas.

Intenta besarme y yo me muevo.

—¿Otra vez la cobra?

Su comentario, en especial su cara, finalmente me hacen sonreír.

—Sí, y como no te alejes, además de la cobra, te vas a llevar un guantazo.

—¡Vaya! Me encanta ese carácter tuyo tan español…

Seré Solo Tu YaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora