Segundo Libro Capitulo 34

3.1K 123 8
                                    

No volvemos a comentar nada del tema boda. Se lo agradezco. A pesar del amor que nos tenemos, somos dos titanes y nuestros encontronazos sé que nos asustan. Nos desorientan. Sé por Lauren que Lucy se marcha de nuevo a Londres. Cuanto más lejos esté de mí, mejor.

Simona y yo seguimos disfrutando de «Locura esmeralda». Estoy enganchadísima al culebrón. Lauren, cuando se entera, se mofa de mí. No puede creer que yo esté enganchada a algo así. Yo tampoco. Pero lo cierto es que deseo que Carlos Alfonso Halcones de San Juan reciba su merecido a manos de Luis Alfredo Quiñones, y que Esmeralda Mendoza recupere a su bebé, se case con su amor y sea por fin feliz. ¡Pa matarme!

Una tarde, cuando llega Lauren a casa, estoy trabajando en mi moto. Cuando oigo el coche rápidamente le echo el plástico azul por encima y salgo del garaje. Corro a mi habitación, pero antes me lavo las manos. Ella no se percata de nada. Donde está la moto no se ve, ya aunque yo respiro aliviada, cada día me es más difícil ocultarle el secreto. Mi conciencia me dice que hago mal. Me martirizo, pero no sé cómo decírselo.

El sábado, Lauren y yo nos dirigimos por la noche a la fiestecita privada del Natch. Por fin voy a conocer ese conocido bar de intercambio de parejas. Cuando entramos Lauren me presenta a Heidi y Luigi. Dinah y Zayn se unen a nosotras, y poco después, Björn llega con una amiga. Divertidos, tomamos algo cuando veo que aparece Dexter. Me saluda y en mi oído murmura:

—Diosa, qué chévere. Muero por verte sometida entre tú mujer y un hombre.

Mi estómago se contrae, y Lauren, al imaginar lo que me ha dicho el otro, sonríe.

Una copa tras otra, y el local se llena de gente. Todos parecen conocerse y charlan con afabilidad. Le he prohibido a Lauren que mencione que soy española. No soporto que nadie más diga aquello de «¡olé, paella, torero!». Lauren, risueña, me propone bailar. Accedo. Entramos en un cuarto oscuro con una escasa luz violeta.

—No te soltaré. Tranquila.

Suena Cry me a river en la voz de Michael Bublé. Lauren me besa, y yo disfruto de su cercanía. Bailamos casi a oscuras. Noto su excitación entre mis piernas y en cómo besa mi cuello. De pronto siento unas manos detrás de mí. Alguien me toca la cintura. No veo su rostro. Pero rápidamente sé quién es cuando escucho en mi oído:

—Suena nuestra canción, preciosa.

Sonrío. Es Björn. Al compás de la música bailamos como hicimos aquel día en su casa, mientras yo dejo que sus manos vuelen por todo mi cuerpo. Sexy. Aquella canción es sexy, excitante, y mi mujer y esté hombre me vuelven loca. Lauren me besa, y con posesión mete su mano por debajo de mi vestido, llega hasta mi tanga y de un tirón lo arranca. Sonrío, y más cuando susurra en mi boca:

—Aquí no lo necesitas.

¡Glups y reglups!

Sonrío y disfruto. Me siento lasciva. Caliente.

En ese momento, Björn me da la vuelta y mis pechos quedan a su disposición. Pasea su boca por el escote de mi vestido y me muerde los pezones a través de él. Duros. Así los pone. Después su boca besa mi cuello, mis mejillas, mi nariz, pero cuando llega a la comisura de mi boca se para. No traspasa el límite que sabe que no debe. Mientras, Lauren me sube el vestido y toca mi trasero en la oscuridad. Me aprieta contra ella. Björn, excitado, hace lo mismo. Lauren vuelve a darme la vuelta, y ahora es Björn quien me aprieta las nalgas.

Calor..., tengo un calor tremendo.

El cuarto oscuro se comienza a llenar de gente. La música cambia y la voz de Mariah Carey cantando My All llena la estancia. Las manos de Björn desaparecen mientras Lauren continúa mordisqueándome los labios. Escucho gemidos a nuestro alrededor. Imagino lo que la gente hace y me excita, en tanto mi mujer, mi Icewoman, mi amor, susurra:

Seré Solo Tu YaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora