Tercer Libro Capitulo 11

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Dos días después me encuentro algo revuelta.

Me duele el estómago y supongo que me va a venir la regla.

Odio que me duela tanto. ¿Por qué me tiene que pasar a mí esto cuando tengo amigas que ni se enteran?

Voy al baño y, ¡zas!, ya me ha bajado. Cuando salgo, me tomo un calmante. Eso y escuchar mi música me relajará.

Cojo mi iPod, me pongo los casos y escucho.

Me llaman loco

por no ver lo poco que me dicen que me das.

Me llaman loco

por rogarle a luna detrás del cristal.

Cierro los ojos y la voz de Pablo Alborán me relaja como siempre y finalmente me duermo.

Suaves y dulces besos me despiertan y, al abrir los ojos, veo que es Lauren. Me quito los cascos y dice:

—Hola, pequeña, ¿cómo estás?

—Jorobada... muy jorobada —susurro.

Rápidamente se alerta y le aclaro al ver su gesto:

—Me ha venido la regla y el dolor me está matando.

Lauren asiente. Lo sabe de otros meses y dice:

—Hay un remedio alemán muy bueno para que no te duela.

—¿Cuál? —pregunto esperanzada.

Lo que sea con tal de no tener este dolor tan asqueroso.

—Quédate embarazada y durante casi un año te olvidarás de ella.

Su gracia no me hace gracia.

Ella se ríe. Yo no.

Tengo ganas de darle un puñetazo ¿Se lo doy? ¿No se lo doy?

Al final contengo mis impulsos más trogloditas y, dolorida, digo:

—Me parto y me mondo.

—¿No crees que es un buen remedio?

—No.

—Una morenita con tus ojitos... tu naricita... tu boquita...

—Lo llevas claro —gruño.

Lauren ríe y, besándome, añade:

—Sería preciosa. Lo sé.

—Tenlo tú... so listo.

—Sí pudiera, lo haría.

La miro y me rasco.

—Mira cómo se me está poniendo el cuello. ¿Quieres parar?

La oigo reír. Maldito risitas. Cojo un cojín y se lo estampo en la cabeza con todas mis fuerzas.

Oh... oh... me conozco y, como siga riéndose, soy capaz de estrangularla.

Su risa sube de decibelios. La miro y, con cara de destroyer total, siseo:

—¿Serías tan amable de irte y dejarme sola para que el dolor se me pase?

—Cariño, no te enfades.

Pero mi nivel de tolerancia en ocasiones como ésta es nulo y, sin mirarla, digo:

—Pues vete y cierra el pico.

Claudica. Sabe que la regla hay meses que me ennegrece el humor y, tras darme un beso en la coronilla, se va. Cierro los ojos, me vuelvo a poner los cascos e intento relajarme, esta vez con la voz rota de Alejandro Sanz. Necesito que el dolor se me pase.

Seré Solo Tu YaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora