Cuarto Libro Capitulo 1

2.6K 99 3
                                    

Calor..., ¡madre mía, qué calor me está entrando!

Lauren Jauregui, mi amor, mi mujer, mi deseo, mi todo, me mira juguetona.

La gente nos rodea mientras tomamos una copa en la barra del atestado local.

Estamos felices. La última revisión de los ojos de mi amor, tras regresar de pasar las Navidades en Jerez con mi familia, ha ido viento en popa. Su problema en la vista es una enfermedad degenerativa que se agravará con el paso de los años, pero de momento todo está controlado y bien.

—Por ti y por tus preciosos ojos, corazón — digo levantando mi copa.

Mi alemana sonríe, choca su copa con la mía y murmura con voz ronca, la muy ladrona:

—Por ti y por tus maravillosos jadeos.

Sonrío..., sonríe.

Adoro a mi mujer!

Llevamos cinco años juntas y la pasión que sentimos al una por la otra es intensa, a pesar de que en los últimos meses mi gruñona favorito esté demasiado pendiente de Jauregui, su empresa.

En este instante, Lauren está ansiosa de mí. Lo sé. La conozco. Y, mientras pasea la vista por mis piernas, veo el morbo en su mirada. Ese morbo que me pone a mil y me hace disfrutar.

Sé lo que quiere, lo que anhela, lo que desea, y yo, sin dudarlo, sentada en el taburete, se lo doy. No quiero esperar más. Con un gesto erótico, me subo la falda de mi sensual vestido negro y abro las piernas para ella. Para mi amor.

Lauren sonríe. ¡Me encanta su sonrisa pícara! Y, antes de que pregunte, susurro:

—No llevo.

Su sonrisa se amplía al saber que no llevo bragas. ¡Qué bribón! Entonces, tras acercarse a mí, pasea su boca por la mía y murmura poniéndome a cien:

—Me encanta que no las lleves.

Segundos después, sus manos recorren mis muslos posesivamente y con seguridad. Tiemblo.

Mi respiración se acelera, mi cuerpo se enciende y, cuando siento cómo esas manos que adoro se desplazan hacia la cara interna de mis piernas, cierro los ojos y jadeo.

Lauren sonríe..., yo sonrío y doy un pequeño saltito sobre el taburete cuando su dedo separa los labios de mi vagina y se introduce en mi interior.

¡Oh, Dios, cómo me gusta que lo haga!

Cierro los ojos extasiada por el momento y el juego. Ese morboso, caliente y apasionado juego que, ahora que somos madres, nos permitimos menos de lo que nos gustaría pero, cuando lo hacemos, lo disfrutamos con frenesí.

—Pequeña...

Pequeña... ¡Mmm! Me fascina que me llame así.

—Pequeña, abre los ojos y mírame —insiste con su voz ronca cuando saca el dedo de mi interior.

Su voz... Adoro su ronca y fascinante voz con ese acentazo alemán que tiene, y, sin vacilar, hago lo que me pide y la miro

Estamos en el Sensations, un local swinger de intercambio de parejas que frecuentamos siempre que podemos y donde dejamos volar nuestra fantasía y alimentamos nuestros más lujuriosos deseos.

Hemos quedado con Björn y Mel, nuestros grandes amigos. Unos amigos con los que compartimos, además del día a día, una parte de nuestra morbosa y caliente sexualidad, aunque entre Mel y yo nunca ha habido nada, ni lo habrá.

Lauren se mira el reloj y yo la miro también. Las diez y veinte.

Veinte minutos de retraso y, sin dudarlo, mi amor saca su móvil con su única mano libre, pues la otra la tiene entre mis piernas, hace una corta y rápida llamada y, cuando cuelga, dice metiéndose el teléfono en el bolsillo del pantalón oscuro:

Seré Solo Tu YaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora