Segundo Libro Capitulo 24

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Con los días, la recuperación de Lauren es alucinante. Tiene una fortaleza de hierro y, tras las revisiones pertinentes, sus médicos le dan el alta. Ambas estamos felices y retomamos nuestras vidas.

Una mañana, cuando se va a trabajar, le pido a Lauren que me lleve a la casa de su madre. Mi objetivo es ver el estado de la moto de Cristina. A ella no le digo nada, o sé que me la va a montar. Cuando Lauren se marcha, su madre y yo vamos al garaje. Y tras retirar varias cajas y ponernos de polvo hasta las cejas, aparece la moto. Es una Suzuki amarilla RMZ de 250.

Clara se emociona, coge un casco amarillo y me dice:

—Tesoro, espero que te diviertas con ella tanto como mi Cristina se divirtió.

La abrazo y asiento. Calmo su angustia, y cuando se marcha y me deja sola en el garaje, sonrío. Como era de esperar, la moto no arranca. La batería, tras tanto tiempo sin ser utilizada, ha muerto. Dos días más tarde aparezco por la casa con una batería nueva. Se la pongo, y la moto arranca al instante. Encantada por estar sobre una moto, me despido de Clara y me encamino hacia mi nueva casa. Disfruto del pilotaje y tengo ganas de gritar de felicidad. Cuando llego, Simona y Norbert me miran, y este último me avisa:

—Señorita, creo que la señora no le va a gustar.

Me bajo de la moto y, quitándome el casco amarillo, respondo:

—Lo sé. Con eso ya cuento.

Cuando Norbert se marcha refunfuñando, Simona se acerca a mí y cuchichea:

—Hoy, en «Locura esmeralda», Luis Alfredo Quiñones ha descubierto que el bebé de Esmeralda Mendoza es suyo y no de Carlos Alfonso. Ha visto en su nalguita izquierda la misma marca de nacimiento que tiene él.

—¡Oh, Dios, y me lo he perdido! —protesto, llevándome la mano al corazón.

Simona niega con la cabeza. Sonríe y me confiesa, haciéndome reír:

—Lo he grabado.

Aplaudo, le doy un beso, y corremos juntas al salón para verlo.

Tras ver la horterada de telenovela que me tiene enganchada, regreso al garaje. Quiero hacerle una puesta a punto a la moto antes de usarla con regularidad y acompañar a Jurgen y sus amigos por los caminos de tierra a los que ellos van. Lo primero que he de hacer es cambiarle el aceite. Norbert, a regañadientes, va a comprarme aceite para la moto. Una vez que lo trae me posiciono en un recoveco del garaje de difícil acceso y comienzo a hacerle una estupenda puesta a punto tal como me enseñó mi padre.

Tras la visita a Jauregui y la operación de Lauren, decido que de momento no quiero trabajar. Ahora puedo elegir. Quiero disfrutar de esa sensación de plenitud sin prisas, problemas y cuchicheos empresariales. Demasiada gente desconocida dispuesta a machacarme por ser la extranjera novia de la jefaza. No, ¡me niego! Prefiero pasear con Susto, ver «Locura esmeralda», bañarme en la maravillosa piscina cubierta o irme con Jurgen, el primo de Lauren, a correr con la moto. Ésta es una maravilla y tira que da gusto. Lauren no sabe nada. Se lo oculto, y Jurgen me guarda el secreto. De momento, mejor que no se entere.

Un miércoles por la mañana me voy con Taylor y Clara al campo, donde siguen el curso de paracaidismo. Entusiasmada veo cómo el instructor les indica lo que tienen que hacer cuando estén en el aire. Me animan a que participe, pero prefiero mirar. Aunque tirarse en paracaídas tiene que ser una chulada, cuando lo veo tan cercano me acojona. Van a hacer su primer salto libre, y están nerviosas. ¡Yo, histérica! Hasta el momento siempre lo han hecho enganchadas a un monitor, pero esta vez es diferente.

Pienso en Lauren, en lo que diría si supiera esto. Me siento fatal. No quiero ni imaginar que pueda salir algo mal. Clara parece leerme el pensamiento y se acerca a mí.

Seré Solo Tu YaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora