Capitulo 34

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A las once y media, mi amiga Rocío pasa a buscarme y juntas vamos a ver a su sobrino. Como me ha dicho mi padre, el niño es precioso. A la una ya estamos de vuelta en casa y nos bañamos en la piscina. El agua está fresquita y muy rica.

Rocío me cuenta sus cosas e intenta interrogarme sobre Austin. Pero en cuanto ve que no quiero hablar sobre el tema, lo deja estar y hablamos de otras cosas. A las dos y media, mi amiga regresa a su casa y yo me quedo tirada en la piscina. Suena mi teléfono. Un mensaje. Es Austin para invitarme a comer. Rechazo la invitación y me tiro en la hamaca a escuchar música.

Mi móvil pita de nuevo. Maldigo. Lo cojo pero me quedo sin aire cuando leo: «¿Tomas algo conmigo?». ¡Es Lauren!

El corazón me palpita.

Lauren está en Madrid y yo a demasiados kilómetros de él. Cojo la Coca-Cola y bebo. La garganta de pronto se me ha quedado seca y el móvil vuelve a sonar otra vez.

«Sabes que no soy paciente. Responde.»

Con las manos temblorosas comienzo a teclear, pero ¡no doy una! Finalmente consigo poner: «Estoy de vacaciones».

Lo envío y las tripas se me encogen hasta que oigo que el móvil pita y leo su respuesta. «Lo sé. Muy bonita la puerta roja del chalet de tu padre.»

Cuando leo eso, doy un chillido, suelto el móvil, cojo un pareo y corro hacia la puerta como alma que lleva el diablo. En mi carrera, arraso las sillas del patio y me dejo la cadera, pero no me importa.

¡Lauren está allí!

Abro rápidamente la puerta pero es tal mi ceguera que no veo ningún coche que pueda ser de ella, hasta que un pitido me hace mirar a mi derecha y veo una mujer sobre una imponente moto. Se baja de ella, se quita el casco y sus ojos y su boca me sonríen.

Sin importarme nada, ni nadie, corro hacia ella y me tiro a sus brazos. Es tal mi impulso que estamos las dos a punto de rodar por el suelo, pero nada, absolutamente nada me importa. Sólo la abrazo y me estremezco cuando vuelvo a oír su voz en mi oído:

—Pequeña… te he echado de menos.

Estoy nerviosa. ¡Histérica!

Lauren, ¡mi Lauren!, está entre mis brazos. En Jerez. En la puerta de la casa de mi padre. Me ha buscado. Me ha encontrado y eso es lo único que quiero pensar.

Cuando me separo de ella, siento su mirada recorrer mi cuerpo y entonces soy consciente de mi estado.

—Lauren, podías haber avisado. Mira qué pintas tengo.

Ella no contesta. Sólo me mira y entonces me agarra de la nuca y me acerca a ella, dispuesta a darme un apasionado beso que hace que todo Jerez tiemble.

—Estás preciosa, cariño.

¡Ay, Dios! Me va a dar algo ¡Y encima me llama cariño!

—¿Cómo está tu brazo? —pregunta de pronto.

Lo levanto y le enseño la marca de la plancha.

—Perfecto.

Lauren hace un gesto con la cabeza y la invito a pasar a mi casa.

Me sigue y le ofrezco una cerveza. La rechaza y pide agua. La hago esperar en la piscina mientras me visto. Se resiste pero le hago entender que es la casa de mi padre y que puede aparecer en cualquier momento. Acepta mis explicaciones y accede a mi petición. Tardo en vestirme cinco minutos. Unos vaqueros, un top y arreando.

Cuando aparezco, Lauren me mira.

—Has recibido un par de mensajes de Austin.

Resoplo y, antes de poder responder, Lauren me atrae hacia ella y me besa con posesión. Sus besos me hacen entender que me ha echado tanto de menos como yo a ella, y eso me gusta. Aunque aún me tiene que explicar muchas cosas. Entre besos, entramos en la cocina. Lauren me sube a la mesa para continuar su reguero de besos, mientras me aprieta contra ella.

Seré Solo Tu YaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora