Capitulo 18

3.1K 152 2
                                    

La reunión se alarga más de lo esperado y no salimos de las oficinas hasta las ocho y media de la tarde. El rostro de Lauren es serio. La tal Lucy, para mi gusto, es una tocapelotas, no ha hecho más que poner impedimentos a todo lo que se hablaba.

Nos montamos en la limusina, con Lucy. Durante el trayecto, Lauren va parapetado tras una máscara de hostilidad que no me gusta y me pide varios papeles. Se los entrego. Ella y Lucy los miran mientras hablan sin parar.

Cuando llegamos al hotel deseo correr a la habitación y desnudarme como ella me ha pedido. No he podido parar de pensar en ello. Lauren y yo. Lauren sobre mí. Lauren poseyéndome. Pero mi gozo se va a un pozo cuando le oigo decir:

—Señorita Cabello, ¿le apetece cenar con Lucy y conmigo?

Eso me paraliza. Aquella pregunta, en realidad, debería ser: «Lucy, ¿le apetece cenar con la señorita Cabello y conmigo?».

Siento que la furia se concentra en mi estómago. Ardo por dentro. Aunque, esta vez, mi ardor nada tiene que ver con el deseo. Percibo la mirada de aquella mujer sobre mí. En el fondo, le joroba tanto como a mí compartir la compañía de Lauren.

—Muchas gracias por la invitación, señora Jauregui—respondo, dispuesta a darle el gusto—, pero tengo otros planes.

Para no variar, Lauren pone cara de sorpresa. Por su mirada, sé que esperaba cualquier otra contestación menos aquélla. ¡Eso por listillo! Doy las buenas noches y me marcho. Siento la mirada de Lauren en mi espalda, pero continúo mi camino. ¡Para chula, yo! Cuando llego al ascensor y las puertas se cierran consigo respirar. Y cuando entro en mi habitación grito frustrada.

—¡Imbécil! Eres una imbécil.

Irascible hasta con el aire que me roza, me dirijo hacia el baño. Miro la bañera, pero finalmente decido darme una ducha. No quiero pensar en Lauren, ¡que le den! Salgo de la ducha. Me seco el pelo y me obligo a ser la tía con carácter que siempre he sido. Suena el teléfono de la habitación. No lo cojo. Abro rápidamente mi móvil. Tres llamadas perdidas de mi hermana. ¡Qué pesadilla! Decido llamarla en otro momento y telefoneo a una amiga de Barcelona. Como es de esperar, se vuelve loca al saber que estoy en la ciudad y quedo con ella. Apago el móvil. Nadie me va a chafar mi alegría, y menos Lauren.

Así que ansiosa por salir de allí lo antes posible sin ser vista, me pongo un vestido corto de estilo ibicenco y unas sandalias de tacón. Hace un calor horroroso y ese vestido liviano me viene de perlas. Cuando estoy preparada cojo el bolso. Abro la puerta con cuidado y miro el pasillo. No hay moros en la costa y salgo. Pero sé que Lauren está en la suite de al lado y en vez de esperar el ascensor me escabullo por la escalera. Bajo cinco tramos y finalmente cojo el ascensor.

Sonrío por mi proeza y cuando llego a recepción y salgo por las puertas del hotel Arts, casi doy saltos de alegría. Pero ésta dura poco. De pronto soy consciente de que he dejado vía libre a esa loba de Lucy y la mala leche se instala de nuevo en mí.

Cojo un taxi y le doy la dirección. Mi amiga Miriam me espera allí. Cuando llego al lugar, rápidamente la veo. Está guapísima y rápidamente nos fundimos en un sincero abrazo. Miriam y yo somos amigas de toda la vida. Mi madre era catalana y, hasta que murió, íbamos todos los veranos a Hospitalet.

—Dios, nena ¡qué guapa estás! —me grita.

Tras una enorme tanda de besos, abrazos y piropos, cogidas del brazo nos encaminamos hacia el puerto. Miriam sabe que me gusta la pizza y vamos a un restaurante que sabe que me encantará. Para no perder la costumbre, comemos de todo, regado con litros de Coca-Cola y no paramos de cotorrear durante horas. Sobre las dos de la madrugada estoy cansada y quiero regresar al hotel. Nos despedimos y quedamos en llamarnos al día siguiente.

Seré Solo Tu YaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora