Segundo Libro Capitulo 32

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Llega mi cumpleaños, el 4 de marzo. Veintiséis añazos. Hablo con mi familia, y todos me felicitan con alegría. Los añoro. Tengo ganas de verlos y achucharlos, y prometo ir pronto a visitarlos. Clara, la madre de Lauren, da una cena en su casa por mi cumpleaños. Ha invitado a Dinah, Zayn y a los amigos que conoce. Estoy feliz.

Flyn me ha regalado un colgante muy bonito de cristal que luzco con orgullo. Que el pequeño me haya buscado y me haya dado ese regalo ha sido especial. Muy especial. Lauren me regala una preciosa pulsera de oro blanco. En ella está grabado su nombre y el mío, y me emociona. Es maravillosa. Pero el regalo que me pone la carne de gallina es cuando mi amor me dice que me quite el anillo que me regaló y me obliga a leer lo que hay en su interior: «Pídeme lo que quieras, ahora y siempre».

—Pero ¿cuándo has puesto esto? —pregunto boquiabierta.

Lauren ríe. Está feliz.

—Una noche mientras dormías. Te lo quité. Norbert lo llevó a un joyero amigo y cuando lo trajo en un par de horas te lo puse. Sabía que no te lo quitarías y que no lo verías.

La abrazo. Ese tipo de sorpresas son las que me gustan, las que no me espero, y más cuando con voz ronca me besa y murmura sobre mi boca:

—No lo olvides, pequeña, ahora y siempre.

Una hora después, tras arreglarme, me miro en el espejo. Me gusta mi imagen. El vestido de gasa negro que Lauren me compró me encanta. Observo mi pelo. Decido dejármelo suelto. A Lauren le gusta mi pelo. Le gusta tocarlo, olerlo, y eso me excita.

La puerta de la habitación se abre y el dueño de mis deseos aparece. Está guapísima con su esmoquin oscuro y su pajarita.

«¡Mmm!, ¡¿pajarita?! Qué sexy. Cuando regresemos la quiero desnuda con la pajarita», pienso, pero mirándola pregunto:

—¿Qué te parezco?

Lauren recorre mi cuerpo con su mirada y en su escaneo siento el ardor de lo que le parezco. Finalmente, ladea la boca y, con una peligrosa sonrisa, murmura:

—Sexy. Excitante. Maravillosa.

Por favor..., ¡¡¡que me la como!!!

Acalorada, dejo que me abrace. Sus manos tocan mi desnuda espalda y yo sonrío cuando su boca encuentra la mía. Ardor. Durante unos segundos, nos besamos, nos disfrutamos, nos excitamos, y cuando estoy a punto de arrancarle el esmoquin, se separa de mí.

—Vamos, morenita. Mi madre nos espera.

Miro el reloj. Las cinco.

—¿Tan pronto vamos a ir a la casa de tu madre?

—Mejor pronto que tarde, ¿no crees?

Cuando me suelta, sonrío. ¡Malditas prisas alemanas!

—Dame cinco minutos y bajo.

Lauren asiente. Vuelve a darme otro beso en los labios y desaparece de la habitación dejándome sola. Sin tiempo que perder, me pongo los zapatos de tacón, me vuelvo a mirar en el espejo y me retoco los labios. Una vez que termino, sonrío, cojo el bolsito que hace juego con el vestido y, encantada y dispuesta a pasarlo bien, salgo de la habitación.

Cuando bajo la bonita escalera, Simona acude a mi encuentro.

—Está usted bellísima, señorita Camila.

Contenta, sonrío y le doy un achuchón. Necesito achucharla. Susto y Calamar vienen a saludarme. Una vez que suelto a Simona, con una candorosa sonrisa, me mira y dice mientras se lleva a los perros:

—La señora y el pequeño Flyn la esperan en el salón.

Encantada de la vida y con una gran sonrisa en los labios, me dirijo hacia allí. Cuando abro la puerta, una corriente eléctrica recorre todo mi cuerpo y, contrayéndoseme la cara, me llevo la mano a la boca y, emocionada como pocas veces en mi vida, me pongo a llorar.

Seré Solo Tu YaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora