Segundo Libro Capitulo 20

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Tres días después llega una furgoneta del aeropuerto con las cosas de mi pequeña mudanza de Madrid.

Sólo veinte cajas, pero ¡estoy pletórica! El resto sigue en mi casa. ¡Nunca se sabe!

Tener mis cosas es importante, y durante días me dedico a colocarlas por toda la casa. Lauren y yo estamos bien. Tras la esplendorosa noche de sexo que tuvimos el día de la discusión, no podemos parar de besarnos. La sorprendí. La tenté y la volví loca. Es vernos y desear tocarnos. Es estar solos y desnudarnos con mayor pasión.

A estas alturas, puedo asegurar que estoy enganchada a «Locura esmeralda». ¡Vaya con el culebrón! En cuanto comienza, Simona me avisa, y las dos nos sentamos juntitas en la cocina para ver sufrir a Esmeralda Mendoza. ¡Pobre chica!

Una mañana suena el teléfono. Simona me lo pasa. Es mi padre.

—¡Papá! —grito, encantada.

—¡Hola, morenita! ¿Cómo estás?

—Bien, pero echándote mucho de menos.

Hablamos durante un rato y le cuento el problema que tengo con Flyn.

—Paciencia, cariño —me indica—. Ese niño necesita paciencia y calorcito humano. Obsérvalo e intenta sorprenderlo. Seguro que si lo sorprendes, ese niño te adorará.

—La única manera de sorprenderlo es marchándome de esta casa. Créeme, papá, ese niño es…

—Un niño, hija. Con nueve años es un niño.

Resoplo y suspiro.

—Papá, Flyn es un viejo prematuro. Nada que ver con nuestra Luz. Protesta por todo, ¡me odia! Para él soy un grano en el culo. Tendrías que ver cómo me mira.

—Morenita..., ese crío, para lo pequeño que es, ha sufrido mucho. Paciencia. Ha perdido a su madre, y aunque su tía se ocupa de él, estoy segura de que se encuentra perdido.

—Eso no te lo niego. Intento acercarme a él, pero no me deja. Únicamente lo veo feliz cuando está enganchado a la Wii o a la Play, solo o con su tía.

Mi padre ríe.

—Es porque todavía no te conoce. Estoy seguro de que en cuanto conozca a mi morenita no podrá vivir sin ti.

Al colgar lo hago con una tremenda sonrisa en los labios. Mi padre es el mejor. Nadie como él para subir mi autoestima y darme fuerzas para todo.

Es domingo, y Lauren propone que la acompañe al campo de tiro. Flyn y yo vamos con ella. Me presenta a todos sus amigos y, como siempre, cuando se enteran de que soy española, me toca oír las palabras «olé», «toro» y «paella», cómo no. ¡Qué pesaditos!

Observo que Lauren es una tiradora certera y me sorprende. Con su problema en la vista nunca habría pensado que pudiera practicar un deporte así. No me gustan las armas. Nunca me han agradado, y cuando Lauren me propone tirar, me niego.

—Lauren, ya te he dicho que no me gusta.

Sonríe. Me mira y murmura, dándome un beso en los labios:

—Pruébalo. Quizá te sorprenda.

—No. He dicho que no. Si a ti te gusta, ¡adelante! No seré yo quien te quite este placer. Pero no pienso hacerlo yo, ¡me niego! Es más, ni siquiera me parece aceptable que Flyn las vea con tanta naturalidad. Las armas son peligrosas, aunque sean olímpicas.

—En casa, están bajo llave. Él no las toca. Lo tiene prohibido —se defiende.

—Es lo mínimo que puedes hacer. Tenerlas bajo llave.

Seré Solo Tu YaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora