Después de un maravilloso sábado juntas, el domingo de madrugada me despierto sobre las seis de la mañana y oigo unos extraños ruidos en el baño. Me levanto y me sorprendo al ver a Lauren vomitando. Al verme aparecer, me pide enfadada que salga y que espere fuera. Le hago caso y cuando sale, con gesto dolorido, se sienta en el sillón y cierra los ojos.
—¿Qué te ocurre?
—Algo me debió de sentar mal anoche.
—¿Quieres una manzanilla para que te asiente el estómago?
Lauren, con los ojos cerrados, niega con la cabeza y murmura:
—Por favor… apaga la luz y vete a dormir.
—Pero…
—Camz —susurra, enfadado.
—Pero qué gruñóna eres, ¡por Dios! — insisto.
—Vale… soy una gruñóna. Ahora, por favor, haz lo que te pido.
Sin decir nada más desaparezco y me tumbo en la cama. No quiero darle muchas vueltas a lo ocurrido. Intento entender que, si está mal, lo que menos le apetece es tenerme a mí al lado haciéndole preguntas. Me duermo y me despierto sobre las diez. Nada más abrir los ojos, veo a Lauren a mi lado. Sonríe y su apariencia es buena.
—Buenos días.
—Buenos días… ¿estás mejor?
—Perfecta. Como te dije algo me debió de sentar mal. —Voy a hablar y dice—: Mira lo que he preparado para ti.
A mis pies hay una bandeja con el desayuno. Y, sobre ella, una flor de papel. Como una tontorrona, la cojo y sonrío. Ella me besa y murmura:
—Déjame un hueco en la cama, luego desayunamos, ¿te parece?
—Sí.
A las doce, tras hacer el amor, la veo tan bien, tan repuesto, que le propongo enseñarle el popular Rastro de Madrid. La arrastro hasta el metro, un lugar en el que Lauren nunca ha estado.
—En algo soy la primera —le murmuro, haciéndola reír—. La primerita que te ha llevado al metro de Madrid.
Cuando nos bajamos en la parada de metro de La Latina, su sorpresa es mayúscula. Ver tanta cantidad de gente de toda índole la sorprende.
Se empeña en comprarme unos pendientes de plata que he estado mirando en un puestecito. Para mi gusto, cuarenta euros es carísimo. Para su gusto, una baratija. Al final acepto. Pero a cambio, en otro puesto le compro una camiseta de Madrid con el mensaje «Lo mejor de Madrid… tú». Le hago quitarse su camisa en medio del rastro y le insto a que se ponga la camiseta que yo le he comprado. Accede y está guapísima con ella puesta.
Nos hacemos unas fotos con mi móvil y las guardo como mi mayor tesoro.
Encantada, paseamos de la mano como una pareja más, hasta que, al llegar frente a un puesto de lamparitas hippies, quiere comprar dos para llevárselas a Alemania y acordarse de su visita al rastro. Me hace elegir y yo elijo dos de color lila claro. Cuando las paga, me confiesa que una es para mí. Eso me emociona. Cada una tendrá una en su hogar y, siempre que las miremos, nos acordaremos de la otra.
Tras aquello, caminamos un rato más por el rastro hasta que Lauren se niega en redondo a seguir. La gente me da sin querer en el brazo y no quiere que nadie me haga daño. La horroriza que vuelva a sentir dolor. Al final, por no escucharla, accedo a marcharnos y cogemos un taxi.
La llevo a comer al Retiro.
Le propongo un par de restaurantes, pero ella prefiere algo más íntimo.
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Seré Solo Tu Ya
FanfictionLauren Jauregui es una empresaria que viaja a España por cuestiones de trabajo. Ahí conoce a Camila, al poco tiempo siente una enorme atracción por ella, y ella no se resiste. Las dos empiezan a tomar parte de una relación extremadamente apasionada...