Capítulo 34.

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Mi madre salió de la casa y nos fundimos en un abrazo emotivo. Al separarnos, me miró de arriba a abajo y se acercó a mí de nuevo. Irradiaba de felicidad, para ser sinceros.

- Mi hija, que guapa que estás, ¡mírate!, eres la más bonita del mundo entero - manifestó mientras agarraba mis mofletes y los movía de un lado a otro. Cosas de madres. La escena me enterneció profundamente, y respondí con una sonrisa cuando apartó las manos de mi rostro.

- Hola mamá, ya te echaba de menos - le comenté mientras pasaba mi brazo por encima de su hombro y caminábamos hacia el interior del hogar, no sin antes depositar un beso en su cabeza. Debido a la altura que nos diferenciaba a ambas, pude acomodarme a ella sin impedimento alguno.

- ¿Verdad?, ha pasado una eternidad desde la última vez que viniste.

- Cariño, la última vez que Alicia vino fue hace tres semanas - esbozó mi padre con una sonrisa y entrando de lleno en escena.

- Pues una eternidad, Alfonso, ¡una eternidad! - replicó Ana.

Mi padre rio mientras negaba con la cabeza y caminó en dirección a mi persona para darme un abrazo, y yo respondí a su gesto de afecto dejando un beso en esa mejilla recién afeitada. Al separarnos, me agarró por los hombros y me dijo:

- Bueno, ¿lista para el viaje de mañana? - y estableció un contacto visual directo conmigo.

- Claro, papá - contesté segura.

- Yo tengo unas ganas de locos, y más al saber que me va a acompañar mi hija... mi único descendiente al que le gusta la Fórmula 1, de hecho.

- A Álvaro también le gustan un poco, papá - aclaré risueña.

- A tu hermano no le apasiona como a nosotros, Alicia - aseguró Alfonso alzando los hombros.

- ¿Qué habláis de mí? - sonó entonces una voz nueva en el ambiente pero que conocía a la perfección.

Me giré y allí estaba. Mi hombretón, ligeramente canoso y con unos ojos verdes intensos y relucientes como los míos. Somos los únicos de mi familia que hemos heredado los ojos de mi madre, el resto los tienen castaños, con tonalidades distintas, algunos más claros y otros más oscuros, pero idénticos a los de mi padre, especialmente en lo que a la forma del ojo se refiere.

Sonreí al ver a mi hermano y éste me recibió con un cálido y acogedor abrazo.

- Empezaba a pensar que ya te habías olvidado de nosotros - manifestó con cierta indignación tras separarnos.

- Sabes que no - contesté dándole un leve empujón - ¿qué tal con Microsoft? - recientemente la empresa norteamericana contrató a mi hermano para trabajar en la sede oficial que tienen en Madrid, por lo que ahora vive en la capital.

- Están muy contentos conmigo - se limitó a decir.

Estaba a punto de hablar de nuevo, hasta que sentí un ardor en la nuca indescriptible, provocado por un golpe sonoro que había recibido en ella. Era mi otro hermano, como no. Muy típico en él.

- ¡Auch! - espeté llevándome la mano a la zona afectada de mi cuello - eres idiota, no me pegues - me dirigí esta vez a Marc, quien reía a más no poder tras ver mi reacción.

- Ai, iris idiiti, ni mi piguis, nininini - me contestó haciendo mofa y con una clara intención de imitarme.

Yo le miré seria y con los brazos cruzados bajo mi pecho, pero pronto deshice el nudo para abrirlos y abrazar a mi hermano, quien quiso compensarme de algún modo, aunque, en realidad, Marc no es especialmente cariñoso. No es el típico que va dando besucones y abrazos por allí y por allá, suele ser más reservado, menos para sus seres queridos, con quienes hace una excepción. Pero con su familia, y más concretamente con sus hermanos, siempre lleva a cabo un mismo ritual: colleja y abrazo. No falla. Lo hace especialmente con sus hermanas y, sobre todo, con la más peque.

- Tu nunca vas a cambiar, eh - expresé mientras mi cara seguía en su pecho.

- Tu sabes que soy el pillo de la family - y reí mientras afirmaba con la cabeza.

La mayoría estábamos en el salón, charlando con tranquilidad y poniéndonos al día de las novedades hasta que escuchamos a mi madre hablar en voz alta desde el jardín.

- ¡Chicos!, venid todos aquí fuera, que hace un día hermoso. Hoy vamos a hacer una barbacoa - y nos dirigimos todos hacia el vergel, tal y como ella nos había indicado.

Al salir, pude identificar a mi hermana Nora, la única que me faltaba por saludar. En cuanto me vio, empezó a dar pequeños saltitos de alegría y vino corriendo a envolverme con sus brazos de esa forma tan dulce con la que siempre lo hace.

- ¿Cómo llevas los estudios? - le pregunté tras separarnos y señalar unos libros que se encontraban encima de la mesa de madera.

- Bien, pero estoy agotada... - expresó con cara de cansancio mientras dirigió ella también su mirada al montón de libros.

- ¡Tú puedes con todo, Nora!, ya lo sabes - le expresé alegre con la intención de motivarla.

Nora está estudiando para ser anestesista. Recientemente obtuvo el título de Medicina en la universidad, tal y como hizo mi abuela en sus tiempos, y ahora está en fase de especialización. Con solo el título universitario no le basta para poder desempeñar la profesión que tanto anhela. Exceptuando a mis padres, casi toda mi familia se dedica o se ha dedicado a este campo de estudio. Familia de médicos.

Por un instante, observé el panorama en el que estaba inmersa. Era un panorama familiar idílico: mi padre preparando la carne en la barbacoa, mis hermanos hablando sobre videojuegos mientras lo ayudaban, y mi madre y mis hermanas colocando el mantel, los cubiertos y todo lo necesario en la mesa para la hora de la comida. En un abrir y cerrar de ojos, estábamos todos sentados en ella, y en el centro, mi padre colocó una fuente gigantesca de carne que solo verla daba respeto. Mi madre se sentó en la silla que estaba en el extremo, y a un lado nos posicionamos yo y mis hermanas, y en el otro, mi padre y mis hermanos. Todos alzamos los vasos para brindar, y mi madre hizo los honores.

- Bueno, brindemos por el día de hoy, porque hace un tiempo radiante - mencionó mientras miraba al cielo para luego bajar la vista de nuevo - y porque están aquí reunidos todos mis hijos, que son lo mejor que me ha pasado en la vida - y al finalizar brindamos. Yo miré enternecida a mi madre, quien rebosaba de felicidad por tener a todos sus retoños cerca.

Empezamos a comer y a degustar la carne, y estaba realmente deliciosa. Mis padres tienen un vecino argentino con el que mantienen una buena relación, y éste le enseñó a mi padre métodos para cocinar la carne de forma que quedase tierna y jugosa, al más puro estilo argentino. "¡El truco está en añadir la sal cuando la carne ya está cocinada, Alfonso!", le recuerda siempre, "¡y en preparar la carne con cariño, mucho cariño, como cualquier plato de comida!" y que razón tiene.

La conversación en la mesa era muy fluida y dinámica: a veces hablábamos todos con todos y a veces se creaban microconversaciones variadas: yo con mi padre, mis hermanos con mis hermanas, mi madre con mi hermano y conmigo... hubo un momento en el que conversaba solo con Nora y conversábamos sobre tendencias de moda y outfits que nos gustaban, pero escuchó a mi hermano Marc insinuar que Bea tenía novio de forma burlona y entonces su cara cambió por completo. Oh, no... Yo conozco esa cara.

- Oye... ¿tú no tienes algo importante que contarme, pillina? - preguntó risueña mientras se llevaba el tenedor a la boca.

Oh oh... Algo me dice que esto tiene relación con un piloto de Fórmula 1 que conozco bastante bien... 


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New caaaap!<3 y esta vez 1350 palabras, ahora sí me quedé satisfecha jeje. 

¿Qué tal están?, sé que tenían ganas de que actualizara, así que espero que les guste el capítulo tanto como a mí:3 la verdad es que me hizo verdadera ilusión escribirlo, porque la familia de Alicia es super característica, como habéis podido comprobar xD y juegan un papel muy importante en la vida de nuestra protagonista, por lo que no podía faltar un capítulo así:3

Gracias por vuestro apoyo constante, me llena de felicidad<3 cuídense tanto como puedan. 

Besos, Echo.


Diez mil estrellas (Ten thousand stars) | Carlos SainzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora