Capítulo 62.

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POV Alicia.

Observaba con detenimiento la escena en la que me encontraba inmersa como si el tiempo, por un instante, se hubiese detenido. Me fijé en el rostro de Carlos, atractivo y bello como sí solo, intervenía ocasionalmente en la conversación que dominaba con mayor obviedad Laia, ya que ésta se encontraba contando varias anécdotas de su infancia con una simpatía desbordante. Luego estaba Lando, un tímido y risueño Lando que miraba embelesado a la barcelonesa como si un hechizo mágico hubiese hecho estragos en su comportamiento y, en definitiva, en todo su ser. Tal vez dicha brujería de la que estábamos hablando recibía por nombre de "amor", pero solo el tiempo diría si efectivamente se trataba de ese tipo de poción que tantas personas buscan sentir a lo largo de su corta y memorable vida. Luego se encontraba Laia, quien empezó la velada intranquila e inquieta y ahora daría lugar a aplicar la expresión de "quien la ha visto y quien la ve", pues la joven se crecía por momentos, volviendo a hablar con soltura y con esa decisión tan común y usual en ella, y no era de extrañar, puesto que sabía que la confianza había vuelto en ella, y tenía la esperanza de que ya no marchase en ningún momento de la noche. Al fin y al cabo, Carlos y Lando nos hacen sentir emociones intensas y, en ocasiones, difícilmente identificables para inexpertos en el enamoramiento como nosotras, capaces de tocar muy fondo en nuestro corazón, pero no cabe duda que, a pesar de todo, son, aparte de dos grandes amores, dos enormes y valiosos amigos que nos quieren y nos aprecian tal y como somos, sin ningún tapujo de por medio, y eso es realmente valioso.

Y luego estaba yo: en esos momentos una mera oyente que observaba el entusiasmo con el que Laia narraba la historia mientras los pilotos de McLaren escuchaban atentos e intervenían esporádicamente, cuando les nacía hacer algún comentario con respecto a lo que iban oyendo, más Sainz que Norris en este caso. Yo me limitaba a escuchar y a sonreír, los tres se veían tan lindos, tan bien interconectados entre sí... era una escena que producía, ante todo, ternura, y de la que no quería que me sacasen por nada del mundo.

Con los cubiertos agarrados en cada mano, percibí como mi iphone posicionado encima de mi regazo había vibrado en señal de haber recibido alguna notificación o mensaje. Con disimulo, dejé los cubiertos encima de la mesa y procedí a ojear la pantalla de mi dispositivo con tal de saber de qué se trataba, pero manteniendo el cachivache por debajo de la mesa; por educación, preferí hacerlo así con tal que mis acompañantes no creyesen que no los estaba escuchando, o conforme no interpretasen que estaba utilizando el móvil por hastío.

Había recibido un mensaje de un número de teléfono desconocido, lo cual me extrañó profundamente, por lo que decidí abrirlo con tal de leerlo y descubrir de quién se podía tratar. Con tan solo ojear las 3 primeras líneas del mensaje, adiviné al vuelo la autoría del breve escrito que había recibido.

(?): Hi Alicia! Soy yo, Lewis. Ante todo, perdóname el hecho de haber conseguido tu número sin tu consentimiento explícito... 🙌🏻 para tu curiosidad, fue Hailey quien me lo dio. Luego de rogarle en varias ocasiones, me hice con tu número por el simple motivo de que anoche no pudimos despedirnos y, en parte, me supo mal, porque fue algo poco caballeroso de mi parte. Tan solo quería decirte que te cuidaras mucho y que no dudes en venir a un GP de nuevo siempre que quieras. No sé del resto pero, por mi parte, sabes que siempre te recibiré con los brazos abiertos, preciosa. Un beso enorme, cheers.

Para ser sinceros, me quedé algo perturbada al leer el mensaje, sencillamente no esperaba que fuese de él, y me agradó leerlo, porque me dio a entender que le importo algo, por poco que sea... o tal vez esté de nuevo con sus sesiones de ligoteo... pero fuera como fuese, no dejaba de ser un bonito mensaje. Decidí no responderle de inmediato, ya que ni era lugar ni el momento idóneo para hacerlo, por lo que procedí a guardar el móvil en mi bolso. Luego me quedé pensativa, mi mente viajó en todos y cada uno de los recuerdos que tengo almacenados con Lewis, desde cuando lo conocí, pasando por cuando tomamos un café aquella tarde, hasta cuando Carlos y él se "enfrentaron" en esa especie de lucha por que el orgullo de uno quedara por encima del otro. Tenía que reconocer que Lew ha estado trabajando paulatinamente para ganar cierta porción de mi confianza... La percepción que tenía sobre él, en un principio, era más bien nefasta, pero ésta ha ido cambiando y mejorando notoriamente hasta darme cuenta de que Hamilton es un tío más sensato de lo que parece, un tipo lo suficientemente inteligente como para intuir que entre Carlos y yo hay algo, no sabe con exactitud el qué pero algo lo suficientemente intenso como para detectar que existe entre nosotros, y que, a pesar de ello, lucha con constancia por que yo algún día me guste tanto como le gusto yo a él. Está claro que si en la pista no se rinde ni se achanta, en la vida diaria aplica esa misma fuerza de voluntad para todo aquello que se propone, o al menos, para aquello que realmente le importa. Ese, por el momento, va a seguir siendo un misterio sin resolver.

Diez mil estrellas (Ten thousand stars) | Carlos SainzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora