Capítulo 23.

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POV Alicia.

La maquinaria en la que estábamos metidos llegaba hasta el último piso del hotel, así que tendríamos que subir unas cuantas escaleras hasta llegar a la azotea. Cuando ya habíamos subido la sexta, espeté cansada:

- Espero que no queden muchas más, que llevo tacones - dije cansada y señalando los pies, a lo que Carlos se limitó a reír. "Sí, sí, ríe todo lo que quieras, pero como hayan muchas más, me llevas en brazos", pensé divertida.

Luego de hacer un último esfuerzo, por fin llegamos al lugar tan esperado, y me quedé impresionada. Las vistas de la ciudad eran increíbles. El paisaje estaba compuesto por infinidad de luces y colores. El cartel de Schweppes llamaba mucho la atención, más de lo que normalmente suele hacerlo, y los viandantes parecían diminutas hormigas que deambulaban por las inmensas calles de Madrid. Ambos nos habíamos quedado sin palabras durante unos minutos, hasta que escuché a Carlos hablar.

- Precioso, ¿verdad? - e intuí una sonrisa por su parte.

- Más que eso... - logré decir. 

Alcé la vista para observar el cielo. "Estrellado, realmente estrellado... como aquella noche...", pensé. Al recordarlo, de forma instintiva me giré para observar a Carlos. Éste se le veía concentrado, apreciando detenidamente las vistas de la ciudad. Yo me apoyé en la barandilla para inclinarme ligeramente y observar el suelo.

- No tienes miedo a las alturas, ¿eh? - preguntó Carlos tras un pequeño rato en silencio.

- La verdad es que no - respondí sincera e incorporándome de nuevo.

- ¿De veras? - y rio - pues, en ese caso, si seguimos por allí - habló mientras señalaba con el dedo a una especie de plataforma que había al final de la azotea que permitían apreciar las vistas desde una mayor altura - el paisaje se verá más radiante.

Yo me quedé pensativa porque no sabía qué responder, pero no me convenció la idea. No le temo a las alturas... pero ir hasta allí me daba ya respeto. Y a pesar de que la propuesta era muy tentadora, balbuceé:

- No sé Carlos, ¿eso está muy alto, no?

- No, solo un poco más - me dijo serio y luego sonrió - venga, ¡vamos! – sugirió animado. Su gesto corporal indicaba estar predispuesto a dirigirse allí. 

- No, no, mejor quedémonos aquí - y le cogí del brazo, estableciendo por fin nuestro primer contacto físico. Intentaba convencerlo, pero algo me decía que eso iba a ser imposible. Él me siguió mirando con esa carita que tanto me gusta, y yo le respondí con un puchero.

- Está bien... - soltó Carlos. Y no dijo nada más. "Vaya, lo he convencido", pensé. Me sentí victoriosa por un instante hasta que vi que, de forma repentina, se situó delante de mí, acto que me tensó y que nos permitió a ambos mirarnos fijamente. Su cara se tornó perversa, y sus ojos le delataron, dándome a entender sus intenciones. Inmediatamente, sentí como me cogía de los muslos con intención de alzarme.

- No, no, no, Carlos - manifesté riendo e intentando escapar de sus brazos. Sabía que me quería llevar a ese lugar fuese como fuese - ¡no seas malo! - mencioné agarrándole de las muñecas.

- Lo siento princesa, como dije aquella noche de celebración... sabes que lo soy - y me alzó, de tal manera que mis muslos quedaron sujetados por sus brazos y parte de mi cuerpo apoyado por su hombro. Yo intenté zafarme de sus garras pero no lo conseguí. Estaba más fuerte de lo que yo pensaba. Me llevaba como si fuera un saco de patatas, y reíamos a más no poder.

Mientras él caminaba con seguridad, esa palabra no dejaba de repetirse en mi mente, una y otra vez, en bucle, "princesa..." e instintivamente me mordí el labio. Noté que Carlos subía lentamente por unas escaleras y me depositó en el suelo con cuidado. Sus manos estaban en mi cintura, y eso me producía un cosquilleo inmenso. Nos quedamos enfrente uno del otro y me sonrío. Y juro que cuando hace eso... mi mundo se vuelve patas arriba. Por él. Por ese piloto de McLaren que tenía depositados sus manos en mi débil cuerpo.

Sin cambiar la posición en la que estábamos, giré mi cabeza para contemplar la ciudad. Y vaya sí tenía razón... el paisaje antes parecía insuperable, pero me equivocaba. Volví la cabeza para mirar a Carlos.

- No pesas nada - fue lo primero que dijo al mirarnos. Yo no supe qué decir. Estaba nerviosa porque lo tenía cerca, porque sus manos me agarraban con firmeza, y porque su perfume empezaba a hacer efecto en mí, me hipnotizaba...

- Carlos... - logré expresar por fin - mira el cielo. Mira cómo está esta noche. Está como en... en...

- Austria - finalizó él al ver que no terminaba la frase. Y sonrió como él sabe. Dios, Carlos, deja de hacer eso... pierdo la mente cada vez que lo haces.

Retiró una de las manos que tenía en mi cintura para acercarla a mi cuello y acariciarlo con la yema de sus dedos. Él me miraba fijamente y yo a él. De hecho, nada en ese momento podría conseguir que nuestras miradas desconectaran. Me estremecía ante su tacto, y él lo debió notar, porque no cesaron las caricias por esa zona. Entonces noté que se acercó a mi oído.

- Tenemos algo pendiente de aquella noche, ¿recuerdas? - me preguntó casi susurrando, con esa voz grave y algo ronca que le caracteriza. Su tono de voz me resultó seductor y mi piel respondió erizándose.

Yo entreabrí la boca al recordarlo. Cerré los ojos momentáneamente y mi mente recreó aquella escena por una milésima de segundo. Y respiré hondo. Sentía mi corazón retumbar por todo mi cuerpo. Solo de recordar ese momento y tenerlo ahora tan cerca... Cuando los abrí allí estaba, rozando su nariz con la mía, penetrándome con la mirada. Yo no dejaba de mirar sus preciosos ojos castaños, y él no dejaba de hacerlo con los míos verdes. Su cuerpo estaba muy pegado al mío. Nuestra respiración se entrecortaba, y la tensión sexual entre ambos era más que evidente. Yo llevé mi mano derecha a su cuello con el fin de imitar las mismas caricias que el madrileño había hecho en mí, para luego pasarla por su rostro.

- Carlos ... - sollocé.

Y el momento llegó. De forma inesperada, sus carnosos labios establecieron contacto con los míos, y nos fundimos en un beso sincero y apasionado. Él separó su boca de la mía momentáneamente, cogió aire y me observó. Examinaba mi cara, mis ojos, mi rostro en su totalidad. Quería descubrir si yo quería que siguiese. Y con tan solo mirarme, él solito halló la respuesta. Me volvió a besar, pero esta vez de una forma más intensa que la anterior. Nuestros labios querían saborearse. Una y otra vez. De forma lenta y cariñosa. Sentí como sus brazos me enroscaban y unía nuestros cuerpos, más de lo que ya lo estaban, y me agarraba como si nunca más quisiera soltarme. Cuando nos separamos por falta de aire, Carlos apoyó su frente con la mía.

- Me gustas Alicia - mencionó con ternura - me gustas mucho.

Yo no respondí. Me acerqué a su labio inferior para morderlo muy suavemente. Él jadeó con disimulo y entonces le contesté:

- Tu también me gustas Carlos - "me encantas, mejor dicho".


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¡Y llegó! El primer beso llegó por fin aiiiii<3<3<3!!

Que ganas tenía ya de subir este capítulo, no se lo pueden ni imaginar. ¿Qué les pareció? ¿No son Carlos y Alicia la pareja más cute del mundo uwu? Un poco sí jeje

Ojalá les haya gustado, pronto más caps:)

Gracias por su paciencia, cuídense mucho!

Besos, Echo. 


Diez mil estrellas (Ten thousand stars) | Carlos SainzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora