Capítulo 44.

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POV Alicia.

- ¿Qué tal, Lewis? - mencioné al establecer contacto visual con el británico - cuanto tiempo sin verte - agregué con ironía.

- Sabía que vendrías a este Gran Premio - afirmó seguro.

- ¿Cómo lo sabías?

- No sé, llámale intuición o brujería... pero algo me dijo que iba a poder disfrutar de tu compañía estos días.

- Bueno... pues estabas en lo cierto - contesté sin saber qué más decir.

- ¿Te gustaría tomar un café conmigo? - preguntó tras haberse creado un pequeño silencio entre nosotros.

- ¿Un café... contigo? - interrogué al moreno sorprendida - mañana es la carrera... ¿no tienes trabajo que hacer?

- Siempre tengo trabajo, Alicia - aclaró evidente - pero no sabes lo que daría en poder estar un rato a solas... contigo - y lo soltó de una forma tan seductora que provocó que se me acelerara el corazón.

No sabía si aceptar aquella propuesta era lo correcto... ¿debería ir a tomar un café con Lewis?, ¿qué pensaría el resto de la gente?, ¿y Carlos?, mi idea era seguir buscándolo... pero en vistas de que no aparecía, preferí rendirme y relajarme un poco. Al fin y al cabo, no hay nada de malo en que vayamos a tomar un café, ¿no?, como dos amigos, claro. Decidí conectar con la realidad lo antes que pude para que Lewis no pensara que estaba majara por haberme quedado sin habla.

- Si no quieres, no te preocupes - habló tras ver que no contestaba por la incertidumbre que sentía - no estás obligada a...

- Está bien, un café - le interrumpí, y sus ojos se abrieron con ilusión, conectando con los míos - me parece buena idea, pero solo un ratito, ¿vale?

- Hasta cuando tú quieras - respondió con una sonrisa.

El piloto de Mercedes y yo caminamos hasta las oficinas de su escudería. Al entrar, nos dirigimos al ascensor y, sin decir nada, entramos a ese amplio cubículo de acero, y el británico presionó uno de sus botones. Sinceramente, no sabía dónde me llevaba. El silencio era algo incómodo, y denotaba que entre ambos no había mucha confianza, lo cual es normal, porque podría decirse que no nos conocíamos realmente. Al abrirse las puertas, pasamos por varios pasillos y finalmente llegamos a una sala amplia, bien climatizada y equipada con un ordenador, un escritorio y un par de butacas con una mesilla, entre otros muebles. En resumen, se trataba de un despacho ordenado, limpio y compuesto de colores neutros.

Muy gentilmente, Lewis me indicó que entrara yo primero y así hace. Él me siguió por detrás y procedió a cerrar la puerta. Entonces se acercó a una de las butacas que teníamos enfrente, adelantándose a mí, y la arrastró hacia atrás.

- Por favor, si es tan amable, señorita Martínez - soltó sonando como todo un caballero.

Yo reí disimuladamente por el papel que estaba interpretando Lewis, pero hice caso de sus indicaciones, por lo que me acerqué al asiento y me acomodé en ella. Él no imitó mi acción, sino que se acercó a la cafetera que había justo detrás nuestro.

- ¿Qué te apetece?

- Uhm... - emití yo pensativa. Sinceramente, no lo sabía... y como apetecer, me apetecería ver a Carlos... ya que lo pregunta - ¿qué me sugieres?

- ¿Te gusta el café dulce o amargo? - me preguntó sosegado.

Volví a quedarme en trance por unos segundos.

- Prefiero dulce - contesté.

- En ese caso, te recomiendo un mocca con un poco de azúcar.

Diez mil estrellas (Ten thousand stars) | Carlos SainzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora