Capítulo 70.

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POV Alicia. 

Me quedé sin aliento. Esa fue la primera reacción instintiva que tuvo mi cuerpo, me quedé estática y sin aliento. Reaccioné con cierta lentitud cuando mi padre no esperó una respuesta por mi parte en ese mismo lugar, se dirigió a la puerta de su asiento para adentrarse al vehículo, acto que imité sin demasiado pensamiento. Me senté incómoda en el asiento del copiloto mientras apreciaba como unas pocas nubes que permanecían en el cielo hacían estragos en el ambiente, regalándonos una lluvia fina y delicada, que prácticamente no refrescaba debido a las altas temperaturas que teníamos aquel día de intenso calor. Me sentí sumamente inquieta en aquel instante, porque mi padre empezó a conducir con una seriedad más que evidente en su rostro, y percibí que era a mí a quien le correspondía hablar en esos momentos, pero la sangre se me heló en cuestión de segundos al pensar que mi padre podía estar refiriéndose al encuentro entre Carlos y yo con esas simples pero decisivas palabras. Intenté hallar en mi cabeza el modo más inteligente con el que contestarle, aunque, muy en el fondo, empecé a asumir que, tal vez, me habían pillado con las manos en la masa.

- Trata sobre Carlos pero... ¿se trata de algo grave, papá? – prácticamente tartamudeé; Alfonso me ojeó todavía serio – es que has puesto una cara... - murmuré algo asustada.

- Verás... - suspiró de forma pesada mientras negaba con la cabeza. Gesto muy típico en él antes de dedicarme una reprimenda – sé que me vas a decir que no vas a poder y que tenía que haberte avisado antes, pero ha surgido así de improvisto y... en fin, no querría que se llevaran una desilusión por ello y...

El matiz de mi rostro cambió en cuestión de segundos, ahora era yo quien estaba observándolo a él y no él a mí, aunque no con seriedad, sino más bien... con auténtica extrañeza.

- ¿Qué? – pestañeé un par de veces atónita - papá, ¿de qué hablas?, no estoy entendiendo nada – expresé sincera.

- A ver... es que estuve hablando este fin de semana con Carlos – un remolino de nervios afloró en mi estómago al escucharlo nombrar – Carlos padre, me refiero – matizó observándome. Menos mal, pensé que se trataba del hijo – nos ha invitado a cenar en su casa el próximo viernes, para reunirnos las dos familias, conocernos y pasar un buen rato todos juntos, pero sé que siempre me estás recalcando que necesitas que te avise de los planes con, como mínimo, dos semanas de antelación para poderte organizar y todo eso, pero ha surgido así de forma espontánea... y claro, yo sé que sus niñas están como locas por conocerte, y su mujer también tiene gran interés, y me sabría muy mal que no pudieses venir a Madrid ese día por algún compromiso profesional que tal vez tengas - hablaba mi padre apenado. Al poco de escucharlo, empecé a experimentar una paz absoluta en todo mi cuerpo que me instó a respirar con más tranquilidad e incluso sonreír.

- Espera, espera... entonces... ¿todo esto era por la cena?, ¿por eso tenías esa cara? – reí.

- Bueno, es que me he mentalizado durante el camino de que iba a recibir una contestación negativa por tu parte... - y se rascó la nuca - y encontrar un día que a toda su familia y a la nuestra le vaya bien para cenar no creas que es una tarea tan fácil...

- Ay papá – le sonreí – con ese rostro tan sombrío que llevabas hasta hace escasos minutos pensé que se trataría de algo más grave – me llevé la mano a la frente.

- Y hablando de caras, ¿a qué venía la tuya tan asustada? – preguntó con una ceja levantada.

- Eh... ¿qué? – traté de hacerme la tonta, aunque de nuevo me sentí angustiada – nada... tan sólo que no sabía imaginar de qué podía tratarse y la incertidumbre me estaba matando. Ya sabes como soy, asustadiza como yo sola – y observé como, al parecer, había convencido a mi padre con mis palabras. Uf... por los pelos.

Diez mil estrellas (Ten thousand stars) | Carlos SainzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora