Capítulo 66.

2.5K 130 40
                                    

POV Carlos.

Conducía en dirección al aeropuerto principal de Madrid con los nervios a flor de piel mientras el atardecer acariciaba las nubes, tiñéndolas de un tono entre anaranjado y rosado realmente bello. Conducía con una mano en el volante y con la otra rascándome la barbilla ligeramente afeitada, con la mirada perdida en la carretera. Estaba tan nervioso joder... estuve todo el día dándole vueltas a la cabeza sobre cómo sorprender a Alicia estos días, y sobre cómo conseguir que esta pequeña y corta estancia para ella fuese inolvidable de por vida. Intentaba relajar el pulso inhalando y exhalando el aire con lentitud mientras notaba mi corazón retumbar con fuerza. Alicia despierta algo en mi interior que a duras penas puedo controlar, y eso me encanta, por no mencionar esas mariposillas en el estómago que no cesaban en ningún instante, mas al contrario, iban en aumento a medida que acortaba la distancia entre mi vehículo y el aeródromo. De los 40 minutos que duraba el trayecto, me percaté de que tan sólo me quedaban 5 para llegar y aparcar. Y luego esperarla con toda la paciencia e ilusión que un hombre puede tener por ver a la niña de sus ojos, impaciente por recibir con los brazos bien abiertos a esa mujer que le llena el alma en todos los sentidos.

Luego de aparcar el McLaren en un parking subterráneo, me dirigí al ascensor para subir a la terminal por la que iba a llegar la catalana de su vuelo desde Londres, y luego de andar unos pocos minutos, una vez ubicado en el lugar correcto, me senté en un asiento de entre muchos que habían situados enfrente de una cristalera gigantesca que ofrecía unas vistas espectaculares de las pistas por donde circulaban los aviones. Antes de que Alicia subiese al suyo de carácter privado, le pedí que al llegar me avisara para tenerlo en cuenta, y con tal que no me diese un ataque al corazón al verla. Sabía que cuando lo hiciese me iba a poner extremadamente nervioso, más de lo que ya lo estaba, pero creo que es totalmente comprensible teniendo en cuenta lo mucho que he estado esperando este momento, y por el mero hecho de que se trataba de la chica más increíble que había conocido en toda mi vida, y sin lugar a dudas, no estaba exagerando.

Postrado en aquel asiento de hierro inoxidable, e impaciente por achuchar a mi querida Alicia, dediqué aquel tiempo de espera únicamente a observar como algunos aviones aterrizaban y otros maniobraban para despegar a destinos tal vez muy lejanos de aquí. Fuese como fuese, era mágico ver la majestuosidad con la que aquellas naves de grandes dimensiones cogían una fuerza descomunal para despegar del suelo y volar a una velocidad de vértigo. Ni siquiera hice uso del iPhone en aquel momento, disfrutaba de aquel espectáculo al que creo que muy pocos se habían parado a observar con tanto detenimiento como el que estaba yo dedicando en ese preciso momento, y con respecto al celular nuevamente, ni mucho menos tenía intención de utilizarlo este fin de semana a no ser que se tratase de algo urgente. Quería exprimirlo al máximo en todos los sentidos, disfrutar de la compañía de Alicia como nunca antes, sin ningún tipo de distractor de por medio que pueda frenar todo aquello que queramos expresarnos el uno al otro.

Estaba a punto de presenciar como una aeronave de American Airlines iba a hacer contacto con tierra firme hasta que noté el móvil vibrar, lo cual provocó que mi tensión se disparara y, con gran impaciencia, extraje apresurado el móvil de mi bolsillo del pantalón para corroborar que era un mensaje de Alicia. Y efectivamente lo era, me había enviado un mensaje notificándome de que ya estaba bajando del avión y de que en breves iba a acceder al aeropuerto por la terminal que horas antes me había especificado y en el cual me encontraba en estos momentos. Me levanté de un resorte mientras aseguraba que mi ropa lucía del mejor modo posible. Utilicé la cámara interior del teléfono para comprobar que mi cabello seguía igual de perfecto que cómo lo había dejado al salir de casa, y tras hacerlo, me acerqué a la puerta a través de la cual supuse que saldría Alicia, ya que en ella habían un par de azafatas como esperando a que alguien saliese de allí pero, para mi sorpresa, empezaron a llegar una gran muchedumbre de personas, todas ellas con una apariencia de turista más que evidente, lo cual me hizo pensar que se trataban de pasajeros que venían de un vuelo comercial. Me alejé desubicado, sin saber muy bien hacia dónde dirigirme. Caminé con lentitud y con el paso desubicado al mismo tiempo que mis ojos buscaban despavoridos por todos los rincones a una joven de cabellera castaña y cuerpo de ensueño, pero no hubo suerte por el momento. Con respecto a lo que sí hubo suerte fue con el gentío que se hallaba en el aeropuerto de Barajas aquella tarde, puesto a que era significativamente reducida, y fueron pocas las personas que me pararon para hacerme una foto con ellos o firmarles algún objeto. Además, a medida que se hacía más tarde, el lugar se vaciaba por momentos.

Diez mil estrellas (Ten thousand stars) | Carlos SainzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora