Capítulo 3.

5.2K 257 39
                                    


POV Alicia.

Agradecí a Héctor las palabras que me había dedicado, bajé del Mercedes en el que íbamos y con una brevedad asombrosa me encontré con Jorge.

- ¡Buenos días, te has puesto divina! - comentó Jorge mirándome de arriba a abajo - Vamos bien de tiempo. ¿Te apetece tomar algo antes de subir al avión?

- Claro, por qué no - dije sin pensar - ¿cuántas horas de avión vamos a hacer hasta Austria? - pregunté curiosa.

- Unas dos horas y media, y luego ten en cuenta que nos tienen que llevar al circuito. Súmale al trayecto otras dos horas.

- Bueno, tampoco tenemos prisa - dije sin preocupación - de todos modos vamos a llegar muy bien de tiempo al circuito.

Luego de comer un poco, subimos al avión Jorge, yo, y un guardaespaldas de confianza, y nos dirigimos a Viena. Mientras volábamos, me encantaba mirar por la ventanilla y observar las nubes desde una perspectiva diferente a la habitual. El conjunto de nubes parecían formar una manta blanca y suave, que daban ganas de acurrucarse en ella. Sí, soy la típica que podría pasarse horas mirando por la ventanilla, aunque en esta ocasión no fue exactamente así, habíamos madrugado tanto que me entró sueño. Cuando desperté, ya habíamos llegado. Al bajar del avión, ya teníamos preparado el coche que nos llevaría al circuito. Los nervios me iban aumentando, no podía creerme que cada vez estuviera más cerca de conocer a los pilotos, concretamente a uno de ellos.

Por el camino, el chófer que nos llevó era muy simpático, nos contaba curiosidades sobre Austria, sobre el circuito, nos explicaba anécdotas... en fin, todo un charlatán, pero fue agradable de escuchar. En un momento del trayecto, éste nos indicó que a lo lejos ya se podía ver el circuito del Red Bull Ring, y yo, como una cría chica, me pegué a la ventana para fijarme. Ya había estado en otros circuitos, pero nunca para ver una competición de Fórmula 1 en directo.

Al llegar al circuito, nos bajamos del coche y, como era de esperar, y por muy temprano que fuese, ya habían fotógrafos y prensa "inmortalizando el momento". Se acercó una joven rubia bastante guapa a hablar con Jorge y éste me la presentó:

- Alicia, ella es Verónica, nos va a guiar un poco en la jornada de hoy por el circuito.

- Hola Verónica, encantada de conocerte - dije estrechándole la mano. Me fijé en lo arreglada que iba, casi parecía una azafata de avión.

- El placer es todo mío - afirmó - tenerte aquí es algo que no sucede todos los días- dijo ella decidida. Yo me limité a sonreír.

La mañana ya había avanzado un poco y apareció un sol inmenso que iluminaba el circuito entero. Ya eran las 10 de la mañana. Luego de que me sacaran fotos, nos dirigimos hasta una oficina donde pude conocer a Stefano Domenicali, director general de la competición automovilística, entre otros. Nos sacaron un par de fotos y me agradecieron efusivamente que hubiese aceptado la invitación de estar ahí, a lo que yo contesté que debía ser yo quien debía agradecer.

- Señorita Martínez - dijo Verónica llamando mi atención - si le parece y le viene de gusto, podemos dar una vuelta por el circuito en lo que preparan los boxes para los entrenamientos libres de hoy.

- Me parece una genial idea - contesté escueta pero cercana. Sentía que Verónica estaba un poco presionada por que yo estaba ahí y tal, así que intentaba hacerla sentir cómoda.

Nos encontrábamos yo, Jorge, el guardaespaldas, Verónica y algunos fotógrafos y organizadores de la Fórmula 1 paseando por el circuito tranquilamente, disfrutando de la preciosa mañana que hacía.

- Así que, aquí sucede la magia, ¿eh? - me dirigí a Verónica.

- Pues sí - dijo la rubia mirando al frente - sobre este asfalto los pilotos compiten de una manera extraordinaria, especialmente en la Fórmula 1. Dígame, ¿le gusta la competición?

- La verdad es que sí.

- A mi también - dijo Jorge con cara de pillo.

- A ti te gusta otra cosa - musité en voz baja y dándole un codazo. Sabía perfectamente a qué se refería y me reí por dentro.

Luego de recorrer todo el circuito, llegamos a boxes, concretamente al de Ferrari, y pude contemplar el monoplaza como nunca antes lo había visto. Me pareció un coche increíble, y grande, parecía ser muy pesado. De la nada aparecieron dos caras que me resultaban familiares, los dos pilotos de Ferrari.

- Encantado Alicia, soy Sebastian, aunque por aquí me llaman Seb - dijo el alemán muy educadamente - no esperábamos una visita como la tuya el día de hoy.

- Vaya, te he visto un montón de veces por la tele - mencioné dirigiéndome al piloto intentando crear una conversación informal - a mi padre le encantaría conocerte - dije estrechándole la mano.

Mi mirada esta vez se dirigió a un Charles Leclerc algo nervioso, lo cual me resultó bastante gracioso.

- Y tú debes ser Charles Leclerc - dije alargando mi mano. Recibí un saludo rápido por parte del monegasco, y éste sonreía nervioso.

- El mismo - dijo ya, por fin, con confianza - ¡bienvenida al circuito! - prosiguió para luego darme un abrazo que me pilló por sorpresa pero correspondí - si mi novia estuviera aquí, se estaría muriendo de la emoción.

- Espero conocerla algún día entonces - mencioné. Un trabajador de Ferrari vino hasta el piloto y le dio un disco, pero no uno cualquiera, sino el mío - ¿te lo firmo? - dije de forma instintiva.

- Sí, es para ella - concretó Charles.

Luego de firmar el disco, muy gustosamente, me saqué una foto con ambos pilotos y me enseñaron con interés el funcionamiento del coche. Me quedé sorprendida por tanto cachivache que llevaba, solo el mando está repleto de botones que Dios sabrá para qué sirven. Antes de abandonar el box, me despedí de los dos pilotos y les agradecí el tiempo que me habían dedicado. Al final, los tres habíamos cogido bastante confianza y la conversación que habíamos mantenido se había vuelto de lo más interesante.

- Vamos a dirigirnos a las oficinas de algunas escuderías de la Fórmula 1, ¿le parece visitar primero el de McLaren? Es el que se encuentra más cercano - aseguró Verónica.

Sentí algo de emoción al escuchar el nombre de la escudería, y sin perder la compostura y de forma calmada, contesté:

- Claro, por qué no - dije muriéndome de ganas por ir. 


---------------------------------------------------

El capítulo 3 ya ha llegado, y en el siguiente nuestros dos protagonistas se conocerán por fin, Aiiii<3 quería agradeceros enormemente el apoyo que le estáis dando a esta novela, a pesar de ser tan reciente. Me hace muy feliz. Cuídense mucho!

Besos, Echo. 

Diez mil estrellas (Ten thousand stars) | Carlos SainzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora