Capítulo 61.

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POV Alicia.

Fue un verdadero milagro que ni Laia ni yo cayésemos mientras bajábamos las escaleras de su edificio con aquellos taconazos de escándalo que llevábamos en nuestros pies. Caminábamos temblorosas e impacientes por salir de ahí y de poder tener en frente de nuestras narices a nuestros dos pilotos favoritos de toda la parrilla entera. Al salir, me imaginé que nos esperarían justo enfrente del portal con un solo coche en el que supuse que iríamos los 4 a ese lugar misterioso que Carlos se resistía tanto en revelarme, pero para mi sorpresa, se encontraban en la acera de enfrente, con dos coches de escándalo de la escudería a la que pertenecen a sus espaldas, aparcados en un pequeño emplazamiento de una casa de aspecto rural de grandes dimensiones. Sólo fue necesario poner un pie en aquella calle poco transitada en aquellos momentos para captar la atención de ambos jóvenes, a pesar de la distancia que todavía nos separaba. Carlos me miraba fijamente, embelesado, y ya por ese simple motivo empecé a notar mis mejillas acalorarse. Dios mío, ¿cómo podía estar ya así?, ¿sin ni siquiera haber llegado todavía a él?

Como mi amiga y yo caminábamos un poco torpes (debido a lo inquietas que nos encontrábamos) decidimos cruzar aquel largo y ancho paso de cebra cogidas la una a la otra, como asegurándonos de que ninguna de las dos caía o que, si alguna de las dos lo hacía, lo hiciésemos juntas. No era de extrañar la posibilidad de que se produjese una caída por nuestra parte debido a la irregularidad de aquel terreno británico, así como la delgadez de las agujas del tacón que lucíamos ambas en aquel instante.

Mientras cruzábamos de un lado a otro, sentí el peso de la mirada de Carlos, con la que pretendía intimidarme y cautivarme con ella, y en el fondo lo estaba consiguiendo, por ello era incapaz de reprimir una coqueta sonrisa en mi rostro a la vez que observaba con de forma minuciosa todos y cada uno de los pasos que efectuaba. De veras, no quería caerme y parecer una boba de categoría. Finalmente llegamos a nuestro destino, logramos llegar a la otra acera con un éxito rotundo, y fueron pocos los pasos que necesitamos realizar para plantarnos delante de los dos pilotos de la escudería de McLaren. Ya habiéndome liberado del agarre de una Laia tímida y risueña a la vez, sentí que todo a mi alrededor se detenía cuando en mi campo de visión apareció un Carlos trajeado de pies a cabeza, apoyado en un coche de infarto mientras, con las manos en los bolsillos, me miraba sin ningún tipo de disimulo el conjunto entero que llevaba puesto y sonreía como hacía tiempo que no lo hacía. La escena provocó que sintiera un escalofrío tremendo que viajó por todos y cada uno de los rincones de mi cuerpo. Carlos se separó del carruaje para ponerse de pie y peinarse con su mano derecha, incitándome a mirar esa preciosa cabellera que lucía y luce siempre. Se acercó lentamente a mí, como tratando de no asustarme, y cuando fui capaz de entender sus intenciones, imité sus movimientos para también acortar el espacio que existía entre nosotros. Con una cercanía ya más que suficiente, depositó su mano en parte de mi mejilla para coger impulso y contactar sus labios con los míos. El beso fue corto, pero lo suficientemente intenso como para sentir y saborear la textura y el sabor de aquellos labios que podrían incitar a cualquiera a la locura. Cuando éste finalizó, separó su boca de la mía muy lentamente y me miró fijamente a los ojos.

- Hola hermosa - habló con una media sonrisa.

- Hola - mencioné con la respiración entre cortada.

Cogimos un poco más de distancia por no encontrarnos solos en aquellos momentos. Aún así, Carlos no me quitaba ojo de encima, y eso provocaba que sintiese esas molestas pero encantadoras mariposillas por todo mi estómago.

- Ho-hola Laia - espetó Lando nervioso pero impoluto de arriba a abajo. Como Carlos, su apariencia era del todo elegante, dejando a mi BFF embelesada.

- Hola Lando - le respondió al principio con la mirada fijada al suelo, pero cogió aire y direccionó su mirada al frente para conectar con los ojos del británico.

Diez mil estrellas (Ten thousand stars) | Carlos SainzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora