Capítulo 72.

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POV Alicia.

Observé la vestimenta que llevaba puesta mientras que el ascensor descendía con lentitud numerosas plantas hasta llegar a la recepción de mi edificio. Lucía puesto un chándal Nike de color rosa palo, con los logos bordados en blanco tanto en el pantalón como en la sudadera, así como unos sneakers blancos viejos que suelo usar cuando hago limpieza en casa. Con la vista fijada al suelo, subía y bajaba los talones de los pies de forma repetida, inquieta e intrigada simultáneamente por averiguar qué clase de persona misteriosa había acudido hasta a mí con tal de verme. En cuestión de segundos, se me pasaron por la mente muchas personas aunque, de forma inevitable, y muy en el fondo, anhelaba que fuera Carlos Sainz quien aguardara ahí abajo. Sabía que era una mera ilusión, que era bastante improbable que se tratase de él teniendo en cuenta que hasta hace pocos días estuvimos juntos, pero la vida es una caja de sorpresas, y yo tenía la esperanza de ser sorprendida del modo más dulce posible.

Al producirse un sonido agudo dentro de aquel cubículo de acero, se abrieron las puertas automáticamente y me dirigí hacia la entrada de mi edificio mientras ojeaba que en mi teléfono no tuviera algún mensaje que pudiera tener relación con la visita misteriosa que iba a presenciar en breves.

Al empujar la puerta giratoria de cristal, salí a la calle en busca del portero, sin pensar demasiado y sin haber ojeado a penas los alrededores.

- ¿Y bien, Roberto? – dije al establecerme justo al lado de aquel hombre canoso, vestido de rojo en su totalidad - ¿puedo saber ya a quién debo darle la bienvenida... - mencioné alzando la vista hacia al frente y entreabriendo la boca en señal de asombro – a mi querido... hogar?

Me quedé muda al instante. Observé un Porsche negro aparcado enfrente de mis narices, cuyo modelo desconocía por completo pero el cual deduje que se trataba de uno muy único y pintoresco. La majestuosidad y elegancia de aquel vehículo llamó la atención, no solo mía y la de Roberto, sino también de la de todos los viandantes que rondaban por la zona o cruzaban la calle, los cuales giraban la cabeza con tal de ojear aquel portentoso vehículo, inclusive algunos lo fotografiaban con sus teléfonos móviles.

Sentí mi pulso acelerarse cuando de aquel monumento de coche con puertas de murciélago bajó un hombre de mediana estatura, moreno de piel y con el pelo negro en forma de trenzas recogidas hacia atrás. Vestía con una camiseta de Gucci negra y unos pantalones tejanos oscuros, conjuntado con unas zapatillas con el logo de Dolce & Gabbana y un reloj de grandes dimensiones que, incluso desde la lejanía, era tremendamente vistoso.

Su ancha espalda y sus brazos notoriamente trabajados me permitieron identificar al vuelo el hombre del que se trataba. Tras cerrar el coche, lo primero que hizo Lewis fue girar el rostro, todavía de espaldas hacia mí, y me sonrió con los labios, con esa mirada tan seductora que suele emplear conmigo, o tal vez con el resto de mujeres en general.

- ¿Ahora entiende el por qué la hice bajar de su piso? – murmuró Roberto para que sólo yo lo escuchase.

"Y tanto que lo entiendo..." pensé en mis adentros, aunque la visita inesperada del hexa campeón de la Fórmula 1 provocó que prácticamente no me salieran las palabras de la boca. Es que no entendía con exactitud lo que estaba sucediendo, ¿a cuento de qué está él aquí en Barcelona?, sólo deseaba que no hubiese venido expresamente por mí, porque de ser así me iba a sentir fatal por ello.

Hamilton guardó algunas de sus pertenencias en los bolsillos del pantalón y caminó lentamente hacia nuestra dirección mientras experimentaba un cúmulo de nervios repartirse por todo mi cuerpo.

- Buenos días, Alicia – habló Lewis con esa voz algo grave pero que ciertamente no me desagradaba en absoluto.

El piloto extendió los brazos en señal de querer recibir un abrazo en forma de saludo. No consideré que se tratara de una idea demasiado descabellada, por lo que procuré no romperme demasiado la cabeza y dejarme llevar. Con sus brazos envueltos en mi cuerpo, y mi cara escondida en parte de su cuello, oí como hablaba de nuevo, esta vez cerca de mi oído, casi en forma de susurro.

Diez mil estrellas (Ten thousand stars) | Carlos SainzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora