Capítulo 69.

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POV Alicia.

Al día siguiente, empecé la mañana despertándome muy lentamente al mismo tiempo que notaba como algo, o más bien alguien, olisqueaba mi rostro con suma curiosidad. Fue un acto del todo impredecible para mí, pero seguía tan profundamente dormida que pensaba fielmente que se trataba de un sueño que estaba viviendo de un modo realista, hasta que noté una lengua áspera lamer parte de mi frente, e inmediatamente se hizo presente una voz grave y suave que escuché hablar de fondo.

- Nooo, Piñón - "esa voz..." pensé en un suspiro - quedamos en que no la lamerías, tonto - oí como le regañaba.

Lo primero que me vino a la mente fue abrir los ojos sin prisas con tal de averiguar qué estaba ocurriendo. Notaba la ceja izquierda y parte de mi frente un tanto húmeda y no entendía exactamente el por qué, pero al abrir mis párpados en su totalidad comprendí rápidamente la situación que se estaba dando en frente de mis narices. Observé a un perro de mediana estatura y complexión delgada, de color marrón oscuro, aunque con algunos pelos en el bigote pelirrojos y otros canosos, ojeándome con gran asombro mientras estaba siendo contenido por su dueño para que el sabueso no siguiese dándome besitos con su lengua aterciopelada a modo de despertar. Piñón y yo compartimos una mirada jovial, como de intriga tanto por mi parte como por la suya por conocernos. Me pareció un animal de lo más simpático, por lo que no pude evitar reírme. Alcé el rostro con tal de mirar a su dueño, vestido con un ropaje distinto con el que ayer se había introducido en la cama, mientras éste contemplaba enternecido el modo con el que estaba despertándome.

- Quería que Piñón te conociese y te diese los buenos días, aunque habíamos quedado en que no te iba a lamer - dijo un Carlos Sainz embelesado, con un brillo especial en sus ojos.

- No importa, tu perro es adorable - espeté con una sonrisa para luego sacar una mano de entre las sábanas y acariciar a Piñón, que se dejaba de buen agrado.

- Vamos Piñón, fuera - le ordenó dándole un par de palmadas en el lomo, a lo que el animal respondió abandonando con paso calmado el dormitorio del piloto. Yo aproveché para estirar mis músculos y acabar de desperezarme - hoy he tenido que hacerlo entrar en casa por el tiempo - me explicó con brevedad tras acercarse a mí nuevamente.

- ¿Por qué lo dices? - pregunté con el ceño fruncido.

Carlos se acercó a un interruptor en la pared el cual presionó, y como consecuencia de ello, empezaron a levantarse las persianas hasta llegar arriba del todo y dejar aquella enorme cristalera al descubierto. El madrileño se hizo a un lado para que pudiese contemplar el panorama que se hallaba en el exterior y, para mi sorpresa, llovía, de un modo pausado, pero llovía, a pesar de que el día de ayer hiciese un sol radiante. No hicieron falta más palabras al respecto, la imagen ya hablaba por sí sola.

Carlos se acercó al borde de la cama dónde me hallaba yo estirada y se sentó a mi lado con tal de tenerme cerca. Acortó la distancia entre su cara y la mía con tal de regalarme un beso de buenos días mientras sentía mi corazón retumbar con ímpetu, ya que se trataba de una acción que no esperaba; lo cierto es que todavía seguía algo adormilada.

- Por cierto, buenos días - murmuró a escasos centímetros de mis labios.

- Buenos días, Carlos - musité sonrojada, acariciando su mejilla.

- ¿Qué tal has dormido, princesa? - interrogó incorporándose.

- Bien... muy bien - maticé con las mejillas acaloradas. Después de lo de anoche... ¿cómo no dormir bien? - ¿y tú, Carlos?

- Genial, dormir a tu lado me produce una sensación maravillosa, por ello deseaba que no acabara la noche, si te soy sincero - espetó pronunciando los surcos de su rostro que aparecían por esa sonrisa tierna que el piloto de McLaren era incapaz de contener.

Diez mil estrellas (Ten thousand stars) | Carlos SainzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora