capítulo 4

2K 81 0
                                    

–Con todo respeto, señor Bowers, ¿ha perdido usted el sentido común? –preguntó apartándose de la pared.

Capítulo 4:

Cuando estaban de viaje, sucedían ciertas cosas que uno no deseaba que todo el país las leyera durante el desayuno. Peter era más discreto que algunos de sus compañeros, pero lo último que necesitaba era una reportera viajando con ellos.

Y, por otra parte, también había que tener en cuenta el factor mala suerte. Cualquier cosa que se le escapara de las manos podía echar a perder su buena suerte. Y que una mujer viajara con ellos era, a simple vista, algo fuera de la norma.

–Entiendo sus preocupaciones, chicos –dijo Carlos Bowers–, pero después de pensarlo mucho, y de que tanto el periódico como la señorita Espósito me dieran su palabra, puedo asegurarles que tendrán  intimidad. Los reportajes no se meterán con su vida privada.

«Estupideces», pensó Peter, pero no se molestó en gastar saliva expresándolo. Al ver la determinación en el rostro del propietario del equipo, supo que discutir carecía de sentido. Peter tenía que aceptarlo.

–Bueno, será mejor que prepare a la señorita para el lenguaje rudo –le advirtió Peter.

La señorita Espósito centró su atención en él. Su mirada fue directa y firme. Alzó una ceja, como si le hubiese sorprendido el comentario.

–Soy periodista, señor Lanzani -dijo con un tono de voz más sutil que su mirada, una extraña mezcla de suave feminidad y determinación–. Su lenguaje no va a incomodarme.

Él le ofreció una sonrisa desafiante y se encaminó hacia su casillero al fondo del vestuario.

–¿Es usted la mujer que escribe esa columna sobre cómo encontrar pareja? –preguntó Agustín Sierra.

–Escribo la columna «Soltera en la ciudad» en el Buenos Aires Times –respondió.

–Pensé que se trataba de una mujer oriental –comentó Pablo Martínez.

–No, sólo se me fue un poco la mano con el delineador de ojos –explicó ella.

Dios santo, ni siquiera era una auténtica cronista deportiva. Peter había leído su columna un par de veces, o al menos lo había intentado. Escribía sobre sus problemas, y los de sus amigas, con los hombres. Era una de esas mujeres a las que les gustaba hablar de «relaciones y aventuras», como si todo tuviera que ser analizado una y otra vez. Como si, en cualquier caso, la mayor parte de los problemas entre hombres y mujeres no fueran simple y llanamente a causa de la imaginación de las parejas.

–¿Con quién compartirá habitación mientras estamos de viaje? –preguntó alguien desde la izquierda, y una oleada de risas relajó la tensión.

La conversación se apartó del tema de la señorita Espósito para centrarse en el análisis de los siguientes cuatro partidos, que tenían que disputar en sólo ocho días.

Peter recogió la toalla del suelo y la metió en su bolsa de lona. Carlos Bowers estaba senil, pensó Peter mientras dejaba los calzoncillos blancos y la camiseta sobre la banca. O eso, o el divorcio por el que estaba pasando lo había vuelto loco. Aquella mujer probablemente no supiera una sola palabra de rugby. Lo más seguro era que quisiera escribir acerca de sentimientos y problemas de pareja. Bueno, podía interrogarlo al respecto hasta que se le pusiera la cara morada de tanto hablar, pero él no iba a decir ni una sola palabra. Después de los problemas del último año, Peter ya no respondía a las preguntas de los periodistas. Nunca. Que viajera con ellos no iba a cambiar su idea en absoluto.

Se puso el boxer dándole la espalda a la señorita Espósito, y la miró por encima del hombro antes de ponerse la camiseta. La descubrió mirándose los zapatos. No era nada nuevo la presencia de mujeres periodistas en los vestuarios. Si a una mujer no le importaba entrar en una habitación repleta de hombres malhablados, por lo general sus compañeros solían comportarse bien con ella. Pero la señorita Espósito parecía tan incómoda como una vieja solterona y virgen. Aunque él sabía más bien poco de vírgenes.

Acabó de vestirse colocándose unos jeans gastados y un grueso suéter azul. Después metió los pies en sus botas negras y se abrochó el Rolex de oro en la muñeca. El reloj había sido un regalo personal de Carlos Bowers tras la firma del contrato. Un pequeño detalle para sellar el negocio. Se puso su casaca de cuero, cogió la bolsa de lona y se encaminó a la oficina del club. Allí tomó la hoja que indicaba el itinerario de los siguientes ocho días y estuvo hablando un rato con el encargado de la oficina para asegurarse de que recordaba que él quería una habitación individual.

Durante el último viaje en Mendoza, compartió habitación con Agustín. Por lo general, Peter se dormía a los pocos segundos de meterse en la cama, pero Agustín roncaba como una sierra mecánica.

Peter salió de las instalaciones unos minutos después del mediodía, oyendo el eco de sus pasos mientras se dirigía a la salida. Una vez fuera, el viento le golpeó la cara y se introdujo por el cuello de su chaqueta. No parecía que fuese a llover, pero era un día triste y frío. El tipo de clima que acostumbraba imperar en Buenos Aires en épocas de invierno. Esa era una de las razones por las que le gustaba jugar fuera de la ciudad, pero no la más importante. La más importante era la paz que le proporcionaba el hecho de estar en ruta. Aunque esta vez tenía un mal presentimiento al respecto: esa paz se veía amenazada por la presencia de la mujer que se encontraba en esos momentos a pocos pasos de él, con su cartera colgado del hombro.

La señorita Espósito estaba envuelta en algo parecido a un indescriptible impermeable entallado en la cintura por un cinturón. Era largo y negro, y el viento hacía mover los faldones, dando la impresión de que tuviera una barrera en el trasero. En la mano llevaba todavía la taza de papel de Starbucks.

–El vuelo de las seis de la mañana a Córdoba es terrible –dijo él mientras caminaba en dirección al estacionamiento–. No llegues tarde. Sería vergonzoso que lo perdieras.

–Allí estaré –respondió ella cuando pasó por su lado–. No quieres que viaje con el equipo, ¿no? ¿Es por qué soy una mujer?

Continuará…

_______________________________________

Hola se que ya debí de a ver subido un capítulo d e un amor deverdad bueno pasa que ya inicié clases y tengo poco tiempo ya que tengo que estudiar y repasar .por eso  sólo  subiré capítulo dos veces a la semana voy a subir los lunes y viernes .

XOXOXO
CRYSTAL

MAS QUE UN JUEGO-LALITERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora