-¿Por qué no me despertaste cuando te fuiste?
Capítulo 61:
-Estabas dormido -contestó ella tras aclararse la garganta.
-Sólo estaba descansando un poco. Anoche parecías un cohete. -La miró de cerca y enarcó las cejas-. ¿Te sientes incómoda? -le preguntó, confuso.
-¡Sí!
-¿Por qué? Nadie puede oírnos.
-Dios mío -susurró ella mientras se alejaba de él echando chispas.
Cuando llegó a la cabina de prensa, Felipe ya estaba allí. Y se había ido con Candela.
-Eh, ¿cómo están? -les dijo mientras se sentaba-. Si hubiese sabido que querías venir a ver otro partido, Candela, te habría invitado.
-Está bien. No soy fanática, pero Felipe me llamó y no tenía otra cosa que hacer. -Se encogió de hombros-. Te llamé anoche. ¿Dónde estabas?
-En ningún sitio. Desconecté el teléfono.
-No me gusta que hagas eso. -Candela la estudió durante unos segundos, después se inclinó hacia ella-. Estás mintiendo.
-No.
-Sí, estás mintiendo. Te conozco desde que eras una mocosa. Sé cuando mientes. -Entrecerró los ojos-. ¿Dónde estuviste?
Lali le echó un vistazo a Felipe. Estaba hablando por teléfono.
-Salí.
-¿Con un hombre? -Al ver que Lali no respondía, Candela la cogió del brazo-. ¡Uno de los jugadores de rugby!
-¡Shhh!
-¿Quién? -preguntó Candela con un susurro y miró alrededor para comprobar si alguien podía oírlas.
-Después hablamos -dijo Lali, cortante.
Abrió su computadora cuando comenzó el espectáculo de luz y sonido. Durante el partido, tomó notas e intentó mantener la vista alejada del jugador que estaba sentado en el banquillo, con los brazos cruzados, observando el desarrollo del juego. Peter se volteó varias veces hacia las cabinas de prensa. Tres graderías más arriba, sus miradas se cruzaron y ella sintió que el corazón se le subía hasta la garganta.
Apartó la mirada. Nunca se había sentido tan insegura. Siendo una mujer que se responsabilizaba de las cosas y obraba en consecuencia, sufría con aquella incertidumbre. Tenía un nudo en el estómago y le dolía la cabeza.
-¿Lali? -Candela la cogió por el hombro y la zarandeó intentando llamar su atención.
-¿Qué pasa?
-Te he llamado tres veces.
-Lo siento, estaba pensando en mi crónica -mintió.
-Felipe quiere que vayamos a tomar algo los tres juntos después del partido.
Lali se inclinó hacia delante y miró al ayudante del director deportivo. Dudó que Felipe la quisiera de violinista.
-No puedo -respondió, lo cual era cierto, y suponía que Felipe lo sabía de sobra-. Tengo que hablar con los jugadores y escribir la crónica antes de la hora de cierre. -También tenía que poner en orden la entrevista que le había hecho a Peter-. Vayan sin mí.
Felipe se esforzó por parecer decepcionado.
-¿Estás segura? -preguntó.
-Completamente. -Casi sintió lástima por Felipe. Quería a Candela, pero su amiga le iba a romper el corazón al pobre Felipe. Una vez más pensó que tal vez debería advertirle a éste, pero ya tenía suficientes preocupaciones con su propio corazón.
Alumni perdió por un try de diferencia. Después del partido, Lali respiró hondo y entró de nuevo en el vestuario. El uniforme de Peter colgaba de su casillero, pero él se había ido. Lali resopló al sentir una extraña mezcla de alivio y rabia. El horrible tira y afloja propio del enamoramiento. Peter sabía que ella bajaría al vestuario después del partido, y se había marchado sin despedirse. El un miedoso.
Lali entrevistó al entrenador Vázquez y al fullback de ese partido. Habló con Victorio y Agustín. Después de eso, con el maletín y el saco colgando de un brazo, camino el túnel de salida.
Peter estaba junto a la puerta, observando cómo se acercaba. Llevaba su traje azul marino. Estaba muy guapo, y a Lali se le hizo agua la boca.
-Tengo algo para ti -dijo él apartándose de la pared.
-¿De qué se trata?
Peter miró detrás de ella y vio pasar a un periodista de otro periódico.
-Daniel -dijo Peter asintiendo.
-Lanzani.
El reportero le guiñó un ojo a Lali cuando pasó por su lado, y ella supo lo que debía de estar imaginando respecto a su relación con aquel jugador que tenía fama de seductor.
Peter miró más allá de Lali de nuevo y a continuación sacó del bolsillo de su saco la tanga roja.
-Esto. Aunque debería de quedármela como amuleto de buena suerte -dijo entregándosela colgando de un dedo-. Tal vez debería haberle hecho un marco y colocarlo como cuadro sobre mi cama.
Lali la agarró y la metió en el maletín. Se volteó para mirar el pasillo vacío.
-No te han dado suerte. Esta noche no has jugado.
-Estaba pensando en un tipo diferente de suerte. -Peter la atrajo hacia él y pasó los dedos por su pelo-. Ven conmigo.
Oh, Señor. Lali permaneció tranquila a pesar de que lo que deseaba era apoyar la cabeza contra su pecho.
-¿Adonde?
-A algún sitio.
Juntando fuerzas, Lali se apartó de él. Sentía que se le derretía el corazón.
-Sabes que no pueden verme contigo -dijo.
-¿Por qué no?
-Ya sabes por qué.
-Porque quieres que todos piensen que eres una profesional.
Lo había descubierto
-Sí.
-Pero has salido y te han visto con Felipe.
-Eso es diferente.
-¿En qué sentido?
Continuará...