–Hasta ahora. ¿Qué pasaría si se lesionase? Un equipo no puede depender de un solo jugador.
Lali no sabía mucho de rugby, y se preguntó si Felipe estaba en lo cierto. ¿Era posible que hubiesen montado el equipo alrededor de un fullback de primera? ¿Acaso Peter, que parecía tan frío y calmado, sentía la tremenda presión de cumplir con las expectativas que se habían depositado en él?
Capítulo 20:
Cuando Felicitas llamó, Peter supo que Alelí llevaba sin ir al colegio desde que él había salido de viaje. Feli le dijo que había acompañado todas las mañanas a Alelí al colegio y que la había visto entrar en el edificio. Lo que también supo fue que la chica volvía a salir apenas ella se iba.
Peter pidió hablar con Alelí y le preguntó dónde había pasado todo ese tiempo.
–En el centro comercial –fue la respuesta.
Cuando le preguntó por qué lo había hecho, Alelí contestó:
–Todos me odian en el colegio. No tengo amigos. Son estúpidos.
–Dale –dijo él–, vas a ver como harás amigos y todo irá bien.
Alelí empezó a llorar y, como siempre, Peter se sintió mal y torpe.
–Echo de menos a mi mamá –dijo ella–. Quiero irme a casa.
Cuando terminó de hablar con Alelí y Felicitas, Peter llamó a su agente, Howie. Al regresar a casa el martes en la noche, lo esperaban varias notificaciones del colegio enviadas por FedEx.
En ese momento la música del piano llegaba hasta el lugar en que estaba sentado, en un rincón del bar del hotel. Se llevó la botella de cerveza a la boca y dio un largo trago. Para Alelí, regresar a casa no era una solución. Su hogar era el de Peter, pero estaba claro que no le gustaba vivir con él.
Dejó la botella en la mesa y se repantigó en el sillón. Tenía que hablar con Alelí acerca del internado, y no tenía ni idea de cuál sería la respuesta de la chica. No sabía si le gustaría la idea o si vería la lógica y el beneficio que suponía. Sólo esperaba que no se pusiera histérica.
El día del funeral de su madre, ella había tenido un ataque de nervios, y Peter no supo qué hacer. La había abrazado torpemente y le había dicho que siempre cuidaría de ella. Y lo haría. Le daría todo lo que ella necesitara, pero eso no evitaba que fuera un pobre sustituto de su madre.
¿Cómo se le había podido complicar tanto la vida? Se frotó la cara con las manos y, cuando las bajó, vio a Lali Espósito caminando hacia él. Sin duda era demasiado esperar que pasara de largo.
–¿Esperas a alguna amiga? –le preguntó ella mientras se acercaba al sillón opuesto.
Había estado esperando, en efecto, pero había llamado para cancelar la cita. Tras su conversación con Alelí, su humor no parecía el más adecuado para un encuentro amistoso. Había pensado que tal vez podría pasar un rato con sus compañeros en uno de esos bares del centro. Cogió su botella y miró a Lali al tiempo que daba un trago. La observó mirándolo, y se preguntó si creía, erróneamente, que por el hecho de haber sido adicto a los tranquilizantes era, por ende, alcohólico. En su caso, una cosa no tenía nada que ver con la otra.
–No. Sólo estoy aquí sentado, solo –respondió bajando la botella.
Había algo diferente en ella aquella noche. A pesar de la ropa oscura, parecía más dulce, menos arrogante. Algo más guapa, incluso. Su pelo, por lo general recogido en una cola de caballo, le caía sobre los hombros formando una cascada. Sus ojos parecían húmedos como hojas cubiertas de rocío, su labio inferior tenía un aspecto más prominente, y las comisuras formaban una ligera curva ascendente.
–Acabo de cenar con Felipe Villanueva –dijo como si él se lo hubiese preguntado.
–¿Dónde?
¿En su habitación? Eso explicaría el peinado, su mirada y la sonrisa. Peter jamás se habría imaginado que Felipe supiera lo que había que hacer con una mujer, y mucho menos conseguir que tuviera esa húmeda mirada. Y nunca se le habría pasado por la cabeza que Lali Espósito, el ángel de la oscuridad y la muerte, pudiera parecer tan cálida y sexy.
–En el restaurante del hotel, por supuesto –respondió ella. Su sonrisa desapareció–. ¿Dónde habías pensado?
–En el restaurante del hotel –mintió él.
Lali no se lo creyó, y por lo que podía sospechar, teniendo en cuenta lo que sabía de ella, tampoco iba a dejar pasar la cuestión.
–No me digas que eres de los que creen que me acosté con Carlos Bowers para obtener el trabajo...
–No –volvió a mentir Peter. Todos se lo preguntaban, aunque él no sabía si creerlo o no.
–Estupendo, y ahora me acuesto con Felipe Villanueva.
Él alzó una mano.
–No es asunto mío.
Mientras sonaban las últimas notas del piano, Lali se sentó en el sillón frente a él y soltó un profundo suspiro. Necesitaba algo de paz.
–¿Por qué las mujeres tenemos que sufrir esa clase de estupideces? –dijo–. Si fuera un hombre, nadie me acusaría de acostarme con nadie para ascender. Si fuera un hombre, nadie pensaría que tengo que acostarme con mis entrevistados para obtener información. Se limitarían a darme una palmadita en la espalda, a estrecharme la mano y a decir... –Hizo una pausa, frunció el entrecejo y añadió–: Un buen artículo de investigación. Eres todo un hombre. Un semental. –Se pasó los dedos por el pelo para apartarlo de su cara. Los mechones cayeron hacia atrás dejando a la vista las diminutas venas azules de sus muñecas, y en su polo se marcaron sus pechos–. Nadie te acusa a ti de haberte acostado con Carlos para conseguir tu trabajo.
Peter la miró a los ojos.
–Eso se debe a que soy un semental.
Todos tenían una cruz que cargar, y desde el día en que se la colgaron, Peter no había tenido la energía suficiente como para hacerse el simpático y comprenderlo. No disponía de tiempo ni energía para preocuparse de los periodistas arrogantes. Tenía sus propios problemas, y uno de ellos era la mujer que en ese momento estaba frente a él.
Lali lo miró a su vez y se cruzó de brazos. La luz hacía brillar su melena corta y morocha. El azul de su camisa resaltaba el color de sus ojos. Después de los dos martinis que se había tomado durante la cena, todo a su alrededor parecía deslumbrante. O, como mínimo, así había sido hasta que Peter insinuó que ella y Felipe se acostaban juntos.
–Si tuviese pene –dijo–, nadie pensaría que me he ido a la cama con Felipe.
–Yo no lo tendría tan claro. No estamos del todo seguros acerca de la orientación sexual de ese espécimen. –Peter se inclinó para coger su cerveza y Lali sintió que le daba un vuelco el corazón cuando la camisa se le abrió permitiéndole entrever la clavícula, la parte superior del hombro y el musculoso cuello.
Lali podría haberle aclarado a Peter sus dudas sobre ese tema, pero no estaba dispuesta a decirle que durante la cena Felipe le había pedido consejos sobre chicas.
–¿Cómo están tus rodillas? –preguntó al tiempo que apoyaba los antebrazos sobre la mesa.
–Perfectamente –respondió él, llevándose la botella a la boca.
–¿No te duelen?
Peter bajó la botella y se limpió con la lengua una gota que había quedado en su labio superior.
–¿Qué pasa? ¿No estás informada? Pensé que habías estado investigando sobre mi pasado.
Su arrogancia era insoportable; sin embargo, por alguna razón que no podía explicarse, Lali encontraba a Peter más interesante que cualquier otro jugador de Alumni.
–¿Realmente crees que no tengo nada mejor que hacer que malgastar mi tiempo pensando en ti? –quiso saber Lali–. ¿Escarbando en la pequeña historia de Peter Lanzani?
Continuará
Me parece que hay un olor a celos de parte de Peter ustedes que creen
Crystal