-Bueno, nada podrá reemplazar nunca a su madre. Eso te lo aseguro. Sigo extrañando a la mía, y me pregunto cómo habría sido mi vida si ella estuviera conmigo. Pero con el tiempo dejas de pensar en ello cada minuto del día. Y te equivocas al creer que no eres suficiente para ella. Si quieres serlo, lo serás.Capítulo 64:
Lo miró fijamente. Como si fuese tan sencillo. Como si ella tuviera más fe en él que él mismo. Como si no fuese el tarado egoísta que sabía que era. Deslizó la mano por debajo del pantalón y tocó la media. Después la alargó para tocarle a Lali la pantorrilla y palpar su suave piel. La noche anterior, le había besado detrás de las rodillas mientras ascendía hacia sus muslos. Sus piernas estaban húmedas tras haber pasado por el jacuzzi, y el mero recuerdo hizo que se excitara.
-Paso mucho tiempo fuera de casa -dijo acariciándole la piel con el pulgar-. Si le preguntas a Alelí, probablemente te dirá que no soy muy buen hermano.
Lali se colocó el pelo detrás la oreja y le observó durante unos segundos antes de decir:
-Cuando los vi juntos, me hiciste recordar cuanto me hubiese gustado tener un hermano.
Peter la miró a los ojos y sintió de nuevo deseos de besarla. Fue como un duro golpe contra el esternón que lo dejó aturdido. Del túnel llegaron voces, pero dentro del cuarto de limpieza el silencio se impuso entre los dos. Finalmente él esbozó una risa forzada para que desapareciera el nudo que se había formado en su pecho.
-No me digas que te gustaría tener un hermano como yo...
-No, como tú no. -En los labios de Lali brilló una sonrisa, y su mundo al completo brilló-. Si tuviera un hermano como tú, me arrestarían por pensamientos indecentes.
Peter se sintió atraído por su sonrisa, y apretó la pierna de Lali como si se tratara de un ancla en medio de una tormenta. Ella no pareció notarlo y él se obligó a soltarla. Se apoyó de nuevo contra la puerta.
-Será mejor que te vayas. Tienes que escribir la crónica.
Lali frunció el entrecejo y parpadeó.
-¿Estás bien?
-Sí. Lo que pasa es que he acordado que tengo que hablar con Alelí antes de que se vaya a dormir.
-¿Crees que el túnel estará despejado? -preguntó agarrando el maletín y el saco y poniéndose en pie.
-No lo sé. -Quitó el cerrojo y abrió la puerta un poco. Pasó Agustín hablando con el encargado de mantenimiento del equipo. Peter asomó la cabeza y comprobó que los dos hombres se hubieran ido y el túnel estaba adecuadamente desierto. Lali y él salieron del cuarto, y ella se puso el saco. Por lo general, él la habría ayudado a hacerlo.
-Tengo que hablar con Vázquez -mintió, y empezó a caminar de vuelta hacia los vestuarios. Con cada paso respiraba mejor.
-Creía que tenías que hablar con Alelí.
¿Era eso lo que había dicho?
-Más tarde. Primero tengo que hablar con el entrenador.
-Ah. -Ella alzó la mano y se giró para marcharse. Peter observó su nuca, se metió las manos en los bolsillos de los pantalones y permaneció quieto viéndola alejarse.
«¿Qué demonios ha sucedido?», se preguntó en cuanto ella desapareció tras la puerta. Se preguntó si se le había metido algo en la cabeza o había inhalado demasiado amoníaco en el cuarto de la limpieza. Estaba pensando en besarle la parte de atrás de las rodillas y, al segundo siguiente, no podía respirar. Lali creía que era un buen hermano. ¿Y qué? Él no lo creía, pero incluso aunque fuera el mejor hermano del mundo, ¿por qué tendría que importarle tanto la opinión de Lali? Por alguna inexplicable razón, sin embargo, le importaba, pero no quería pensar en el significado de algo así. Tenía muchas otras cosas que hacer en su vida antes que perder la cabeza por una periodista bajita con labios que pedían ser besados y con un cuerpo irresistible.
La noche anterior, Lali había hecho saltar por los aires todas las suposiciones que había hecho sobre ella. Estaba claro que no era una mojigata, y cuanto más tiempo pasaba con ella, más tiempo deseaba pasar a su lado. Incluso al entrar en ella y sentir cada gemido de placer, la deseaba ya para una próxima vez. Al despertar esa misma mañana se había sentido seriamente contrariado por no encontrarla a su lado.
Pero Lali era una complicación que no necesitaba. Cuando ella le había dicho que hacer el amor había sido una equivocación y que no podía volver a suceder, debería haberla escuchado en lugar de arrastrarla al cuarto de la limpieza para demostrarle que no estaba en lo cierto.
-Peter. -Franco Battezzati le dio una palmada en la espalda-. Unos cuantos vamos a ir a comer y tomar algo. Vienes.
Peter miró al jugador por encima del hombro.
-¿Adonde van?
-A Hooters.
Tal vez era lo que necesitaba. Ir a un lugar donde las mujeres llevaban mini shorts y tops apretados. Mujeres de atributos abundantes que se inclinaban cuando servían la comida. Mujeres que coqueteaban con los hombres y que les deslizaban sus números de teléfono. Mujeres que no esperaban nada de él. Y cuando se fuera, él no lo lamentaría ni lo recordaría una y otra vez, como le sucedía con Lali.
Miró su reloj. Apenas tenía de tiempo.
-Resérvame una silla.
-Lo haré -dijo Agus, y siguió su camino.
Sí, iría a Hooters. Se comportaría como un hombre. Haría cosas de hombres. No quería una novia que lo mirara mal si iba a un local de ese tipo.
« Cuando los vi juntos, me hiciste recordar cuanto me hubiese gustado tener un hermano.»
Definitivamente, Lali era una mujer peligrosa. Peter no sólo pensaba demasiado en ella, sino que, si no tenía cuidado, acabaría convirtiéndose en su Pepito Grillo particular. No quería algo así, y no le importaba lo que dijeran de él. Estaba bien como estaba.
Peter sacó las manos de los bolsillos y con ellas las llaves del auto. Tenía que dar marcha atrás a su plan original y no prestar atención a Lali. Aunque, hasta entonces, esa táctica no había funcionado.
En esta ocasión, lo intentaría con más fuerza.
Continuará...