Entonces acepta un consejo: no bajes la vista –dijo él, volteándose de nuevo y comenzando a caminar–. De ese modo no te sonrojarás como si fueras una mujer.
Capítulo 22:
La siguiente noche, Lali se sentó en las cabinas para la prensa y presenció el partido de Alumni contra ArandurogaRugby Club. Alumni salió fuerte e hicieron tres tries en el primer tiempo. Daba la impresión de que Peter ayudaría a mantener el marcador a cero por sexta vez en la temporada, hasta que un extraño lanzamiento chocó contra Franco Battezzati y pasó al lado de Peter para que un jugador del equipo contrario colocara el balón en el in-goal. Al final del segundo tiempo, el resultado era de quince a cinco, y Lali dejó escapar un suspiro de alivio. Alumni habían ganado.
Ella no era una maldición. Al menos, no lo fue esa noche. Seguiría conservando el trabajo cuando se levantara por la mañana.
Recordó con todo detalle la primera vez que entró en el vestuario de Alumni, y sintió un nudo en el estómago al abrir la puerta. Los otros periodistas ya estaban entrevistando al capitán del equipo, Benjamín Rojas.
–Al final hemos jugado bien –dijo mientras se quitaba la camiseta–. Sacamos ventaja y aprovechamos eso. Vinimos aquí sabiendo lo que teníamos que hacer y lo hemos hecho.
Sin apartar la mirada del rostro de Benjamín, Lali se acercó con la grabadora. Sacó las notas que había tomado durante el partido y les dio un vistazo.
– El trabajo en equipo les ha permitido sobrellevar los scrum y la línea de tres cuartos evito que el equipo contrario hiciera más de diez tries –dijo, levantando la voz para hacerse escuchar–. ¿Está Alumni intentando conseguir nuevos wings con experiencia antes de que se cierre el mercado de pases el 19 de marzo?
Pensó que la pregunta ponía de manifiesto que estaba informada y conocía el tema.
–Ésa es una pregunta que sólo puede responder el entrenador Vázquez –contestó Benjamín.
Había sido demasiado optimista.
–Has marcado hecho tu try trescientos noventa y ocho esta noche, ¿cómo te hace sentir eso? –preguntó. Conocía aquel detalle porque había oído hablar de ello a los reporteros de televisión en las casetas de prensa. Supuso que el capitán haría algún comentario ante aquel halagador recordatorio.
–Bien –se limitó a responder.
De nuevo había pecado de optimista.
Se volteó y se dirigió hacia Augusto Tomaselli, el había logrado el primer try. Los calzoncillos de los jugadores fueron bajando uno tras otro, mostrando sus atributos, a medida que avanzaba, como si se hubiesen sincronizado. Mantuvo la mirada en alto y al frente al tiempo que ponía en marcha la grabadora y registraba las preguntas de otros periodistas. Su editor del Times ignoraría si aquellas preguntas las había formulado ella. Pero ella lo sabía, y los jugadores también.
Tomaselli acababa de recuperarse de una lesión, y ella le preguntó:
–¿Cómo te sentiste al volver al equipo y marcar el primer try?
–Bien –respondió él, mirándola por encima del hombro y quitándose el calzoncillo.
Lali ya tenía suficiente de esa mierda.
–Estupendo –dijo–. Citaré tu declaración.
Miró hacia los casilleros que había a unos metros de distancia y vio a Peter Lanzani riéndose de ella. No había ninguna posibilidad de acercarse a él y preguntarle qué le causaba tanta gracia.
Además, no tenía la menor intención de saberlo.
-°-
Lali se repantigó en su asiento, se puso los lentes y estudió la pantalla de la computadora. Leyó lo que había escrito hasta ese momento:
BUENOS AIRES PONE EN JAQUE A CORRIENTES
La Asociación Alumni se impuso en las seis ocasiones en que los jugadores de Aranduroga contaron con ventaja y su fullback, Peter Lanzani, atajo reiterados intentos de try. Alumni terminó imponiéndose por quince a cinco. Aranduroga logró colocar puntaje en su marcador en los últimos segundos del partido, cuando un lanzamiento chocó contra un jugador de Buenos Aires Franco Battezzati y acabó alojado en el in-goal.
Alumni jugó con rapidez, sin miedo, imponiéndose a sus oponentes a fuerza de habilidad y coraje.
En el vestuario, lo que les gusta es intimidar a las periodistas bajándose los pantalones. Sé de una de esas periodistas a la que le gustaría darles una buena patada donde más duele.
Retrocedió con el cursor y borró el último párrafo. Sólo serían seis días, se dijo. Los jugadores eran muy supersticiosos y recelosos. Sentían que les habían impuesto su presencia, y en realidad estaban en lo cierto. Pero era el momento de olvidar esas cuestiones y hacer su trabajo.
Dio un vistazo a los jugadores, la mayoría de los cuales roncaban agotados en el avión. ¿Cómo iba a ganarse su confianza o su respeto si no hablaban con ella? ¿Cómo resolver aquel entuerto y hacer su vida y su trabajo más sencillos?
La respuesta la obtuvo de Felipe Villanueva. La noche que llegaron a Santa Fe llamó a su habitación para decirle que algunos de los jugadores irían a un bar del centro de la ciudad.
–¿Por qué no te vienes? –propuso.
–¿Contigo? –dijo ella.
Continuará…