-¿Por qué no estás preparada? Tu acompañante llegará dentro de unos minutos.Capítulo 37:
-No va a venir. Anoche llamó y canceló nuestra cita.
-¿Está enfermo?
-Dijo que había olvidado que tenía cosas que hacer con su familia y que no podía llevarme. Pero es mentira. Ahora tiene novia y va a ir con ella.
Peter sintió que la ira lo cegaba. Nadie dejaba plantada a su hermana ni la hacía llorar.
-No puede hacer eso. -Peter entró en la habitación y se acercó a Alelí-. ¿Dónde vive? Iré a hablar con él. Lo obligaré a llevarte.
-¡No! -gritó ella, mortificada, y se sentó en el borde de la cama con los ojos muy abiertos mirando a Peter-. ¡Me moriría de vergüenza si lo hicieras!
-De acuerdo, no lo obligaré a llevarte. -Peter pensó que tenía razón. Forzarlo habría resultado muy incómodo para ella-. Me limitaré a ir a su casa y darle una buena patada en el trasero.
Alelí enarcó una ceja.
-Es menor de edad.
-Entonces golpearé a su padre. Alguien que cría a un hijo capaz de dejar tirada a una chica merece que le peguen una patada.
Peter estaba hablando en serio pero, por alguna razón, a Alelí le causó mucha gracia.
-¿Le darías una patada en el culo al señor Montero por mí?
-He dicho patada, no especifiqué donde. Y por obvio que lo haría. -Se sentó junto a su hermana-. Y si yo no pudiera hacer el trabajo, conozco a unos cuantos jugadores de rugby que le darían su merecido.
-De eso no me cabe duda.
Peter le cogió la mano y preguntó:
-¿Por qué no me dijiste que había llamado para cancelar la cita?
Ella parecía distante.
-Pensé que no te importaba.
Con la mano libre, la cogió por la barbilla para obligarla a mirarlo.
-¿Cómo puedes decir eso? Por supuesto que me importa. Eres mi hermana.
Alelí se encogió de hombros.
-Pensé que las fiestas y esa clase de cosas no te importaban.
-Bueno, tal vez tengas razón. No me importan demasiado las fiestas ni bailar. No fui a ninguna fiesta de mi colegio porque... -Hizo una pausa, le dio un golpecito en el brazo con el codo y añadió-: Era un bailarín horroroso. Pero me preocupo por ti. Me importas.
Ella torció la boca ligeramente hacia abajo, como si no le creyera.
-Eres mi hermana -insistió él, como si no hubiera nada más que explicar-. Te dije que siempre cuidaría de ti.
-Lo sé. -Ella bajó la vista-. Pero cuidar e importar no son la misma cosa.
-Para mí sí lo son, Alelí. Yo no cuido de nadie que no me importe.
Ella apartó su mano de la de Peter y se puso de pie. Se acercó a un tocador cubierto de pulseras, osos de peluche y un florero con cuatro rosas blancas secas. Peter sabía que aquellas rosas habían estado encima del ataúd de su madre. Ignoraba por qué las había cogido o las conservaba, pues la hacían llorar.
-Sé que quieres enviarme lejos de aquí -dijo dándole la espalda.
Por Dios. ¿Cómo se había enterado? Sin embargo, eso no era lo importante.
-Pensé que serías más feliz viviendo con chicas de tu edad en lugar de conmigo.
-No mientas, Peter. Lo que quieres es deshacerte de mí.
¿Era eso lo que quería? ¿Había sido la idea de librarse de ella lo que lo había llevado a buscar un internado para Alelí? Tal vez más de lo que estaba dispuesto a admitir. La culpa no tardó en hacer acto de presencia mientras se ponía de pie y caminaba hacia su hermana.
-No quiero mentirte. -Puso una mano en el hombro de Alelí y la hizo voltearse hacia él-. Lo cierto es que no sé qué hacer contigo. No sé nada de chicas adolescentes, pero sé que no eres feliz. Quiero hacer lo que sea mejor para ti, pero no sé cómo hacerlo.
-No soy feliz porque mi mamá ha muerto -musitó ella-. Nada ni nadie puede cambiar eso.
-Lo sé.
-Y nadie me quiere.
-Eh. -La agitó por los hombros-. Te quiero, y sabes que la tía Jenny también te quiere. -En realidad, Jenny sólo había dicho que Alelí podía visitarla en verano, pero Alelí no tenía por qué saber eso-. De hecho, intentó quedarse con tu custodia. Creo que tiene visiones en las que las dos llevan las mismas batas para estar dentro de casa.
Alelí arrugó la nariz.
-¿Y cómo es que yo nunca he sabido nada de eso?
-En ese momento, ya tenías suficientes preocupaciones -dijo él de forma evasiva-. No me puso una demanda porque sabía que yo pagaría los mejores abogados.
Alelí frunció el entrecejo.
-Jenny vive en un complejo habitacional para jubilados.
-Sí, pero de los buenos. Cada noche te prepararía su pudín de ciruelas especial.
-¡Qué asco!
Peter sonrió y vio la hora. La fiesta estaba a punto de empezar.
-Tengo que irme
Continuará...