Peter sacó las manos de los bolsillos y con ellas las llaves del auto. Tenía que dar marcha atrás a su plan original y no prestar atención a Lali. Aunque, hasta entonces, esa táctica no había funcionado.
En esta ocasión, lo intentaría con más fuerza.
Capítulo 65:
El martes por la mañana, Lali entró en la oficina del editor de deportes Mauro Talarico en el Buenos Aires Times. Desde que había ocupado el puesto de Jorge Domínguez, sólo se había encontrado con Mauro en una ocasión. Esa mañana, él estaba sentado tras su escritorio cubierto de periódicos desordenados y fotografías deportivas. Tenía el teléfono en una mano y una taza de café en la otra. Alzó la vista hacia ella, frunció el entrecejo y apretó los dientes. Separó un dedo de la taza y señaló una silla vacía.
Lali se preguntó si siempre estaba de mal humor o si sólo lo estaba cuando la veía. De repente, ya no parecía buena idea haber vuelto por la redacción. Ella tenía la regla, no se sentía demasiado bien, y no quería mostrarse desagradable con él.
-Pérez cubrirá el partido de Boca -dijo Mauro al teléfono-. Tengo a Jensen para el partido de esta noche de las Leonas.
Lali se volteó y miró a través del cristal de la puerta hacia la redacción, donde trabajaban los otros periodistas deportivos. Nunca sería uno de ellos. Se lo habían dejado claro. Pero no pasaba nada. Ella no quería ser uno de ellos. Ella quería ser mejor. Su mirada se posó en la mesa vacía de Jorge Domínguez. Ese trabajo no duraría siempre; Jorge volvería a ocupar su puesto. Pero cuando todo acabara, ella tendría una estupenda experiencia que añadir a su currículo y encontraría algo mejor. Tal vez en Clarín.
-¿En qué puedo ayudarte? -le preguntó Mauro.
Lali se dirigió hacia él.
-¿Por qué no sacaste mi entrevista con Gastón Dalmau?
Él bebió un sorbo de café y después meneó la cabeza.
-Clarín publicó una entrevista un día después de que firmara el contrato.
-La mía era mejor.
-La tuya, a esas alturas, era noticia vieja. -Mauro miró los papeles que había sobre su mesa.
Ella no le creyó. Si alguno de los chicos hubiese hecho la entrevista, habría sacado en lugar de enterrarla en su crónica habitual.
-¿Alguna otra cosa?
-Tengo una entrevista con Peter Lanzani.
Eso llamó la atención de Mauro.
-Nadie puede entrevistar a Lanzani.
-Yo sí.
-¿Cómo?
-Se lo pedí.
-Todo el mundo se lo pide.
-Me debía un favor. -Lali bajó la vista hasta sus pies, después volvió a levantarla. Mauro era demasiado listo para decir lo que pensaba, pero ella lo sabía.
-¿Qué favor te debía?
Estuvo tentada de decirle a Mauro que se había acostado con Peter, pero después de la entrevista. Entonces, técnicamente no había intercambiado favores sexuales para conseguirla.
-Cuando me despidieron, sólo puse una condición para volver: hacerle una entrevista exclusiva a Peter.
-¿Y te la concedió?
-Sí. -Lali le tendió una copia impresa de la entrevista junto con el archivo. Podría habérsela enviado por correo electrónico como hacía con las crónicas, pero quería verle la cara cuando la leyera. Estaba orgullosa de lo que había hecho y recordaba de memoria cada palabra de la entrevista