-¿Qué tienen de malo mis zapatos?
Capítulo 27:
Por primera vez en la noche, Stefano se decidió a hablar:
-Son zapatos de hombre -dijo.
-¿Zapatos de hombre? -Lali lo miró-. Antes te defendí cuando hablaron de tu cresta de wachiturro. Esperaba algo más de ti, Stefano.
Bajó la mirada y pareció repentinamente interesado por algo que había al otro lado del local.
Peter arrojó los dardos y anotó ochenta y ocho puntos. Cuando Lali se dispuso a lanzar, todo Alumni empezó a burlarse de ella. La cosa se hizo políticamente incorrecta cuando decidieron que si ella vestía con colores oscuros era porque estaba deprimida por ser lesbiana.
-No soy lesbiana -insistió. Era hija única y había crecido sin chicos alrededor, a excepción de su padre, por supuesto, pero él no contaba. Su padre era un hombre serio que nunca bromeaba sobre nada. Ella no tenía experiencia afrontando las burlas a las que estaba siendo sometida.
-Tranquila, cariño -intervino Peter-. Si yo fuera mujer, también sería lesbiana.
Lali se dijo que tenía dos opciones. Molestarse o relajarse. Era periodista, una profesional. No estaba viajando con el equipo para hacer amigos y, ciertamente, no estaba allí para que se burlaran de ella como si hubiese vuelto a los tiempos de colegio. Pero la aproximación profesional no había dado resultado, y tenía que admitir que prefería ser objeto de burlas antes de ser ignorada completamente. Por otra parte, esos tipos también se metían con los periodistas hombres.
-Peter, realmente te has convertido en una vecina chismosa-dijo.
Peter rió entre dientes y sus compañeros lo imitaron. Durante el resto de la partida, Lali intentó tomarles el pelo, pero eran demasiado buenos y le llevaban muchos años de ventaja. Al final, ganó a Peter por una diferencia de casi doscientos puntos, pero perdió la batalla dialéctica.
De algún modo, gracias a haber soportado aquellas burlas y palabrotas, subió algunos escalones en la valoración de Alumni. Se habían reído de sus opiniones, de su manera de vestir, de sus zapatos y de su peinado, pero como mínimo no la habían ignorado. Sin duda se trataba de todo un progreso.
Cuando finalizara el partido de la noche siguiente, tal vez quisieran hablar con ella. No esperaba que sean amigos, pero quizá no le hicieran pasar tan malos ratos en el vestuario. Quizá le concedieran alguna entrevista y le dieran un respiro dejándose los calzoncillos puestos cuando ella estuviera presente.
-°-
Peter vio caer la pelota. Rojas la sacó del círculo central y la batalla entre Buenos Aires y Santa Fe dio comienzo.
Peter se persignó pero cuando se llevaban jugados diez minutos del primer tiempo, la suerte lo abandonó por completo. El wing derecho del CRAI, Manuel López, hizo un try. Fue un in-goal fácil. Peter debería haberlo previsto. Todo el equipo acusó la inclinación del marcador.
Cuando terminó el primer tiempo Peter había encajado cuatro tries. Dos minutos después de haber dado comienzo el segundo tiempo, Tomaselli recibió un tremendo golpazo en mitad de la cancha. Cayó al suelo y no se levantó. Tuvieron que sacarlo en camilla. Al cabo de diez minutos, Peter no bloqueó bien a un jugador y el quinto try del CRAI subió al marcador. El entrenador Vázquez reemplazó a Peter.
El espacio que separa la cancha del banquillo es el camino más largo en la vida de un rugbier. Todo jugador ha tenido alguna vez una mala noche, pero para Peter Lanzani era más que eso. Había tenido demasiadas noches malas durante la temporada que había jugado en Santiago del Estero como para no sentir sobre su cabeza el hacha del verdugo. Se había desconcentrado, sentía que había perdido la sincronización. A pesar de ver la jugada antes de que tuviera lugar, actuaba un segundo después. ¿Qué le pasaba? ¿Era el primer partido malo de un descenso en picado? ¿Un golpe de mala suerte o una tendencia? ¿El principio del fin?
Una aprensión y un miedo real que jamás se había atrevido a admitir ocuparon su pecho y recorrió su nuca. Lo sintió al tiempo que se sentaba el banquillo para ver el resto del partido desde allí.
-Todo el mundo tiene una noche mala -le dijo el entrenador Vázquez en el vestuario-. Ignacio la tuvo el mes pasado. No te preocupes, Peter.
-Ninguno de nosotros ha jugado como debía esta noche -le dijo Agustín.
-Deberíamos haber jugado mejor para ti -apuntó Rojas-. A veces olvidamos protegerte.
Peter, sin embargo, no se libraría de su frustración con tanta facilidad. Nunca había culpado a nadie, era el responsable último de cómo jugaba.
Continuará...